HOMILÍA – NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO – 7 DE OCTUBRE DE 2020
CAPILLA DEL ARZOBISPADO DE PANAMÁ, 7 DE OCTUBRE DE 2020
La Iglesia nos da la gracia de celebrarnos, hoy, Nuestra Señora del Rosario o Nuestra Señora de las Victorias.
En el siglo XVI, hubo la gran batalla de Lepanto, y Ella fue importante para la historia de la humanidad y de la Iglesia.
La guerra promovida con los turcos-otomanos, nuestros hermanos musulmanes, fue decisiva para que aquel mundo, especialmente Portugal y España, no fuera dominado por los Islámicos, eso significara que, hoy, muchos de nosotros también seriamos rendidos a la cultura y a la religión musulmana.
Delante del poder bélico que el imperio turco tenía, los cristianos bélicamente con seguridad eran los más debilitados, la gracia que los cristianos tenían, era la gracia de la oración.
Todo mundo puso el Rosario en la mano y aquella victoria de la batalla de Lepanto ocurrió por los cristianos rezando el Santo Rosario.
Cuando, hoy, celebramos Nuestra Señora de las Victorias o Nuestra Señora del Rosario, es para decir que el Rosario es nuestra arma poderosa, y ella no consiste solo en una repetición de Avemarías.
Por el contrario, es una oración mística, profunda, contemplativa y meditativa; es una victoria para nuestra propia vida.
Vivimos, hoy, derrotados por la ansiedad, por el miedo, por las angustias, por las tensiones, preocupaciones e inquietudes, que son verdaderas avalancha que se tiran sobre nosotros.
El Santo Rosario es una oración mística, profunda, contemplativa y meditativa; es una victoria para nuestra propia vida
El Cielos esta nos dando un santo remedio: la contemplación de los misterios de nuestra fe. Es esta gracia que el Santo Rosario nos da porque estamos contemplando desde el ángel que va visitar María, para allí dar inicio a ese misterio maravilloso de la encarnación de Dios en nuestro medio, hasta el último glorioso, que es la coronación de María como reina del Cielo y de la Tierra.
Nosotros pasamos, contemplamos y reflexionamos los misterios esenciales de nuestra fe, de nuestra redención y de nuestra vida. Después, nuestra vida es iluminada por la vía de Cristo y de Su Madre, la Virgen María, porque los misterios del Santo rosario son los misterios de nuestra propia vida.
Las alegrías de Jesús, los dolores, las luces en la vida de Él y Su gloria deben reflejar nuestra propia vida. Y para que no nos perdamos en muchas luces y oscuras de la vida, es que el Santo Rosario nos ilumina cuando reflexionamos, cuando contemplamos, cuando percibimos que la gracia divina que nos cura es esta.
La victoria de nuestras familias, la victoria de nuestra casa, la victoria de nuestra vida personal está allí en la contemplación de los misterios de la fe.
Es bonito el Santo Rosario porque las Avemarías son como paño de fondo – sabe aquella música instrumental que tu pones para reflexionar y está tocando al fondo –, estamos rezando con la boca para que no nos perdamos porque tenemos dificultad de concentración, de mantenernos centrados en alguna cosa, entonces, las Avemarías, con como puertas de Dios nos tirando, mientras vamos contemplando los misterios de la fe. Después, la Virgen María reza con nosotros, los ángeles rezan con nosotros, cuando contemplamos los misterios de la fe.
¡No desista del Santo Rosario! Rece en casa, reza con la familia, reza en el coche por los menos una vez por semana. Cada familia cristiana y católica debería reunirse para rezar el Santo Rosario, y las victorias van ser enumeras en tu casa.
Después, individualmente, rezando en tu coche, en el camino al trabajo, en el lugar de quedar escuchando noticias de un lado para el otro, músicas, sin tiempo para el Santo Rosario… Él es la victoria para estos devaneos mentales, para esta inconsistencia de los sentimientos y para todo ese tiempo en que vivimos, donde las batallas son muchas. Con el rosario en la mano, vamos siempre vencer, con la gracia de Dios.
El Rosario
Por eso en esta memoria del Nuestra Señora del Rosario que importante es volver a esa verdadera fuente de gracias para llegar a María.
Reiteramos el Rosario es una síntesis del Evangelio, es una de las oraciones más bellas del cristiano. Es un diálogo continuo con nuestra Madre en el que se suceden los padrenuestros, los avemarías y los glorias, al mismo tiempo que se contemplan los misterios principales de la vida de Jesucristo y de María Santísima y se renueva el amor a Dios. Es seguramente la forma de oración más importante dedicada a la Santísima Virgen, una escuela de vida espiritual centrada en el Evangelio (Cf Pio XII, Carta Philippinas Insulas de 1946 y Pablo VI, Exhortación apostólica Marialis Cultus, 2 de febrero de 1974, 44).
El Rosario enriquece nuestra vida cristiana con cinco frutos fundamentales:
- Nos lleva a conocer en profundidad el Misterio de Cristo a través de la persona humana que lo vivió más de cerca, la Santísima Virgen María. Cristo nace de ella y la asocia a su obra redentora. Por ello, la Iglesia tiene en María un modelo continuo del cual extraer enseñanzas para su vida y misión.
- El Rosario nos enseña a amar ala Santísima Virgen compartiendo con Ella sus alegrías y sus dolores y a expresar nuestro amor en una entrega más generosa a Dios y a los demás siguiendo su ejemplo. El Rosario nos va guiando suavemente, a través de la contemplación y el diálogo amoroso con María, a una relación personal más profunda con Ella. De aquí nace la alegría y la gratitud que compartimos con nuestra Madre del Cielo por los dones de salvación recibidos; comenzamos a apreciar el sacrificio de Cristo y su obra redentora con la misma sensibilidad espiritual de la llena de gracia.
- El Rosario es una invitación constante a imitar a María en todas sus virtudes y, especialmente, en la raíz de todas ellas: su fidelidad ala Palabra, a la voluntad de Dios, a la acción del Espíritu Santo (Cf Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 64-67).
- El Rosario se convierte en una invocación constante. Ella, como Madre nuestra, es ante todo intercesora llena de afecto. Por eso, a través de su intercesión, vivimos la comunión de los santos pidiendo unos por otros y encomendándole nuestras peticiones más queridas.
- El Rosario es una celebración gozosa del Misterio de Cristo y de su obra redentora en María. La contemplación del Rosario une amor, serenidad y reflexión en un recorrido por todos los hechos salvíficos de la vida de Cristo, desde su Concepción Virginal hasta los momentos culminantes de su pasión, muerte y resurrección, viéndolos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca de Él.
El Rosario combina esta contemplación de los misterios con la alabanza en el paso de las Avemarías, la adoración en los Glorias, la admiración y la petición humilde en las letanías; todo dentro de un marco de amor y confianza filial hacia nuestra Madre, poniendo en sus manos las intenciones que tenemos en el corazón.
La forma del rezo del Rosario quedó establecida de forma definitiva por San Pio V en la Carta Apostólica Consueverunt Romani Pontífices, del 7 de octubre de 1569. Son 15 misterios divididos en tres grupos que siguen el esquema fundamental de Filipenses 2, 6-11: los misterios del rebajamiento de Cristo (gozosos), los de la muerte (dolorosos) y los de la exaltación (gloriosos). Y san Juan Pablo II añadió los misterios luminosos.
Entre las diferentes formas que encontramos para rezar el Rosario, una de las más enriquecedoras es el Rosario en familia.
Dentro del respeto debido a la libertad de los hijos de Dios, la Iglesia ha propuesto y continúa proponiendo a los fieles algunas prácticas de piedad en las que pone una particular solicitud e insistencia. Entre éstas es de recordar el rezo del Rosario: “Y ahora, en continuidad de intención con nuestros predecesores, queremos recomendar vivamente el rezo del Santo Rosario en familia… no cabe duda de que el Rosario a la Santísima Virgen debe ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes que la familia cristiana está invitada a rezar. Nos queremos pensar y deseamos vivamente que cuando un encuentro familiar se convierta en tiempo de oración, el Rosario sea su expresión frecuente y preferida”. Así, la auténtica devoción mariana, que se expresa en la unión sincera y en el generoso seguimiento de las actitudes espirituales de la Virgen Santísima, constituye un medio privilegiado para alimentar la comunión de amor de la familia y para desarrollar la espiritualidad conyugal y familiar. Ella, la Madre de Cristo y de la Iglesia es, en efecto y de manera especial, la Madre de las familias cristianas, de las iglesias domésticas (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal Familiaris Consortio del 22 de noviembre de 1981, 61).
En el muy querido y recordado Papa Juan Pablo II, tenemos a un fiel hijo de María y a un gran promotor del rezo del Rosario. En sus momentos de descanso caminando por la montaña o en el traslado de un lugar a otro, lo vimos, concentrado rezando con su Rosario en la mano. El Papa rezaba cada día las tres partes del Rosario, los quince misterios, y en el Ángelus del 29 de octubre de 1978, poco después de ser elegido Papa, dijo que el Rosario era su oración predilecta.
† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ
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