Homilía Domingo XVI Capilla del Arzobispado, 18 de julio de 2021.

Homilía Domingo XVI Capilla del Arzobispado, 18 de julio de 2021.

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La liturgia de este domingo nos habla del amor y el cuidado que Dios tiene por todos nosotros y nos presenta los buenos y los malos pastores. Y exhorta aquellas personas puestas al cuidado de los demás, social o eclesiásticamente, a tener unas cualidades. De lo contrario, las personas a su cuidado se desorientan, como ovejas sin pastor, y pueden perderse.

En primer lugar, Jeremías denuncia fuertemente, por el bien de Dios, a los malos pastores y líderes religiosos de su pueblo (1ª lectura). A ellos no les interesa realmente el pueblo; más aún, dispersan el rebaño, los explotan y poco se preocupan de él. A veces es la gente la que se queja de los malos pastores. Esta vez es Dios mismo quien se queja de ellos. Pero los profetas nunca denunciaron sin la esperanza de un anuncio. El anuncio de Jeremías es la venida del Buen Pastor, lleno de justicia y compasión por su gente. ¿Quién fue ese Buen Pastor, sino Jesús?

En segundo lugar, no es fácil apacentar, guiar, cuidar y defender nuestras ovejas. Unas están enfermas y cansadas. Otras son rebeldes y ariscas. También hay ovejas que se han tragado el veneno que los falsos pastores les ofrecieron y están casi muertas: el veneno de la teología de la prosperidad, el veneno del consumismo, el veneno del liberalismo sin freno, el veneno de tantas ideologías que están ahogándonos, el veneno de tantos paraísos psicodélicos, el veneno de la corrupción. No sólo las ovejas pueden estar en situación de riesgo; también los mismos pastores: están cansados, dejaron de rezar o rezan poco, tienen también el peligro de escuchar otros silbidos y engañosos. ¿Qué hacer? Lo que hizo Jesús y que se nos narra en el evangelio de hoy. Para con las ovejas: ver, sentir compasión y ponerse a predicar y a enseñar. Ver cómo está cada oveja. Sentir un infinito amor por ellas. Curarlas. Alimentarlas con el pan de la Palabra. Y para los pastores Cristo recomienda descanso, es decir, retiro espiritual para rezar y reponer fuerzas.

Finalmente, es bueno hoy preguntarnos cómo estamos viviendo nuestra vocación de “pastor”, pues todos tenemos esta misión en cierto sentido. Pastores son los padres de familia para con sus hijos; ¿qué alimentos les dan: cariño, diálogo, consejo, ejemplo? Pastores, como nos recuerda el Antiguo Testamento, también son los gobernantes, que gobernaban al pueblo en representación de Dios… pero, ¿tienen conciencia de esto algunos de nuestros gobernantes que esquilman las ovejas, las explotan y humillan, buscando sólo el lucro? Pastores son también los maestros y profesores con sus alumnos y discípulos; ¿a qué pastos les conducen: a la verdad científica, filosófica y teológica? Pastores son también los responsables de los diversos movimientos eclesiales para con sus hermanos; ¿a dónde los quieren dirigir: a su propio “ghetto” cerrado y fanático o un discernimiento profético de las necesidades más urgentes de la Iglesia? Pastores son los sacerdotes al servicio de sus parroquias; ¿cómo tratamos las ovejas que son de Cristo y que Él nos encomendó: ¿paternalismo o paternidad, autoritarismo o autoridad, respetando los talentos y ayudándolos a ponerlos al servicio de la parroquia? Pastores son los obispos en sus diócesis. Pastor es el Papa al servicio de la Iglesia universal. A todos el Papa Francisco nos pide cuidarnos de “la cultura y la globalización de la indiferencia”, que no ve las necesidades de tantas ovejas que están perdiéndose y desorientadas y heridas y con hambre.

Por eso la Palabra de Dios, que se nos propone en este domingo, nos asegura que Dios es el “Pastor” que se preocupa de nosotros, que está atento a cada una de sus “ovejas”; él cuida de nuestras necesidades y está permanentemente dispuesto a intervenir en nuestra historia para conducirnos por caminos seguros y para ofrecernos la vida y la paz. En él tenemos que apostar, en él tenemos que confiar. Esta constatación debe ser, para todos los creyentes, una fuente de alegría, de esperanza, de serenidad y de paz.

Sin embargo, debemos tomar conciencia que muchos de nuestros contemporáneos no se sentirían cómodos con la idea de que necesiten un pastor. Nuestra cultura exalta la autonomía, la libertad, la independencia personal.

Con frecuencia decimos que no necesitamos a ningún pastor que nos guíe y reclamamos el derecho a decidir por nosotros mismos. Pero sorprendentemente no somos tan autónomos e independientes como pretendemos. Contamos con asesores legales y nos dejamos guiar por sus consejos en los embrollos con la ley.

Confiamos en los asesores financieros cuando tenemos que tomar decisiones sobre montos considerables de dinero. Por supuesto, por lo general, obedecemos los consejos y advertencias médicas, cuando de la salud se trata.
Para reparar el vehículo recurrimos a un mecánico de confianza y ponemos en sus manos la seguridad de nuestras vidas en la carretera. Y así podemos ir por una multitud de ámbitos de la realidad, en los que buscamos consejo, en los que nos dejamos guiar por quien suponemos que nos puede orientar mejor.

Los únicos ámbitos en los que muchos prefieren no tener consejeros, ni pastores ni guías son el religioso y el moral. En esos campos afirman su autonomía y reclaman su libertad para decidir.

¿Qué buscaba aquella gente que esperaba la llegada de Jesús en aquel paraje que él creía solitario? ¿Qué buscamos quienes hoy todavía recurrimos a Jesús y a su Evangelio para encontrar una palabra de aliento, un consejo de conciencia, una propuesta de esperanza? Buscamos fundamentalmente sentido de vida y salvación frente a los dos enigmas que cuestionan nuestra existencia. Vida y muerte.

Esas son los dos ámbitos en los que las personas de todos los tiempos buscamos a un pastor que nos ilumine, que nos ayude a encontrar el sentido y el valor para seguir viviendo. A ellos responde Jesús. Él nos enseña que a la base de la realidad no está la fatalidad o el azar, sino el designio benévolo de Dios.

Él murió por nosotros para que su muerte nos habilitara para recibir de Dios el perdón regenerador que le devuelve a la vida su valor. Él Resucitó para romper el poder de la muerte. De esa cuenta, la muerte no es ya para quienes siguen a Jesús el destino fatal, la aniquilación total, sino la puerta a la plenitud.

De ese modo la vida recobra sentido, pues con nuestras acciones ahora nos hacemos idóneos para recibir de Dios la vida en plenitud que dura más allá de la muerte. Jesús es aquí nuestro guía y nuestro pastor.

Cristo es el único que puede orientar nuestra vida, el único que puede dar sentido a nuestra existencia. Dejémonos guiar por Él.

Día del Niño y la Niña en Panamá
En este día además de animar a que podamos contemplar la inocencia de nuestra niñez en Panamá, quiero subrayar el desafío que tenemos como sociedad y Estado. Todos debemos trabajar para garantizar la atención integral de nuestros niños y niñas, para que puedan disfrutar de esta hermosa etapa de la vida humana.

Nuestros niños deben ser protegidos desde el vientre materno hasta que lleguen a la edad adulta, porque son seres indefensos y vulnerables. Todos sabemos que en medio de la pandemia se ha agudizado la difícil situación que padecen muchos niños y niñas, tanto en sus hogares por la falta de recursos para garantizarle una infancia digna, como en algunas instituciones -que deben ser garantes de su protección- pero les violentan su inocencia y derechos, lamentablemente.

Como sociedad y como cristianos debemos esforzarnos más para atender las graves situaciones que afectan a nuestros niños y niñas. No podemos contentarnos con darles paliativos momentáneos, sino generar políticas efectivas de protección y para asegurar su bienestar: casa, alimentación, educación, entretenimiento, y otros elementos que garanticen su desarrollo psicológico, espiritual y material.

Como Iglesia estamos comprometidos al desarrollo de una cultura del cuidado y protección de la niñez, juventud y personas vulnerables, en nuestras instituciones y templos, con mecanismos claros de prevención y atención.

Nuestro abrazo paternal a todos los niños y niñas del país, que el Señor Jesús les acompañe y bendigan siempre.

Campaña de Solidaridad
El 13 de julio de 1975 la Iglesia Católica en Panamá emprendió un proyecto con un grupo de trabajo para la obtención de fondos que le permitiera desarrollar los programas de evangelización y sociales de la Arquidiócesis de Panamá.

Hoy celebramos está feliz iniciativa de hace 46 años, en la que un grupo de laicos encabezados por don Federico Humbert, Raúl Orillac y Leonel Stempel animaron a los cristianos a ser solidarios con nuestra Iglesia Arquidiocesana, creando conciencia de nuestra pertenencia a esta Iglesia particular de Panamá, y así suscitar nuestro compromiso en todos los sentidos, pero también en la colaboración a su sostenimiento económico.

¿Ustedes saben con cuanto contamos cada año para realizar todas las obras? Nuestro presupuesto no llega a los dos millones y medio. Y con ese poco dinero, tenemos que hacer maravillas.

Quiero brevemente solo enumerar algunas razones, que justifican el apoyo al sostenimiento económico de la Iglesia para que pueda desarrollar su misión:

• La Iglesia está presente en los acontecimientos más importantes de nuestra vida, en momentos felices como el bautismo, la primera comunión, la confirmación y el matrimonio, pero también en los momentos dolorosos como la enfermedad y la muerte.
• La Iglesia ayuda a los más necesitados de nuestra sociedad, a través de diversos organismos, Caritas, Pastoral Social, Pastoral de la salud, Pastoral carcelaria, las diversas parroquias, y casas religiosas.
• La Iglesia está presente en la cultura, la enseñanza y la educación en general.
• La Iglesia está en la ayuda a las Misiones, en cuidar por el Seminario Mayor San José, donde se forman los futuros sacerdotes.
• La conservación y promoción del patrimonio cultural, histórico, artístico y documental nacido de la vivencia de la fe y puesto al servicio de la sociedad.
• Todo esto se hace con personas que, a causa de su fe, entregan sus vidas a los demás: sacerdotes, religiosos, miembros de vida consagrada y agentes de pastoral.

Desde aquí exhorto vivamente a todos a que valoremos la labor de la Iglesia y que colaboremos generosamente en esta colecta especial para el sostenimiento de nuestra Iglesia Arquidiocesana.

Por ello se ha distribuido los sobres de corresponsabilidad a través de las parroquias. Quien no los tenga, búsquelos en su parroquia. También hemos dispuesto en la plataforma digital a través de la página www.iglesiaerestu.org que de manera segura puedan dar su aporte cada vez que lo deseen; y por la plataforma Yappy, buscando en el directorio nuestra cuenta Iglesiaerestu.
Las grandes obras de solidaridad se hacen posible en medio de las limitaciones, porque nos hacemos uno en el esfuerzo común. La Iglesia espera de todos sus bautizados el esfuerzo de dar para seguir ayudando.
Hermanos y hermanas, con el haber podido tener durante un mes el sobre de corresponsabilidad en nuestros hogares se nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre nuestra pertenencia a la Iglesia, para así sentirnos cada vez más miembros vivos de ella, llamados a participar y colaborar en sus proyectos y haciendo propias sus preocupaciones, compartiendo los bienes y los recursos que el Señor nos regala.

Recuerda: somos miembros de una Familia, la Familia de los hijos e hijas de Dios, y en la familia no damos donaciones ni limosnas de vez en cuando, sino que aportamos para su sostenimiento espiritual, moral y económico. Por eso debemos ser corresponsables con la Iglesia. Recuerda: “Dios ama al que da con alegría” (2 Cor.9,7).

Este mismo llamado lo hace nuestros hermanos el Cardenal José Luis Lacunza en la Diócesis de David, y monseñor Manuel Ochogavía, Obispo de la Diócesis de Colón-Kuna Yala, que también están solicitando el apoyo de sus fieles a través de los sobres de corresponsabilidad de la Campaña de Promoción Diocesana. No olvides cristiano, la Iglesia eres Tú.

Solidaridad con la Iglesia y el Pueblo Cubano
El Comité Permanente de la Conferencia Episcopal Panameña en mensaje del 16 de julio, ha manifestado públicamente su solidaridad con la Iglesia Católica y el pueblo en Cuba, afectados por las crisis económicas, sanitarias y sociales del país, que dieron paso a las protestas en las calles, en los últimos días.
A la vez exhortan a las Autoridades y el pueblo, a encontrar caminos de diálogo para evitar las confrontaciones y la violencia, que solo traen desasosiegos y caos.

Imploramos a la Virgen del Carmen su intercesión para que se escuche el clamor del pueblo, se puedan consensuar soluciones y lograr una atmósfera de serenidad y paz para que se puedan transformar la crisis en oportunidad para que todos contribuyan a hacer más grande a Cuba, concluye el mensaje del Comité Permanente de la CEP.

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ

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La Arquidiócesis de Panamá creada el 9 de septiembre de 1513 es la Iglesia más antigua en tierra firme y madre de las Iglesias particulares existentes hasta ahora en la república de Panamá.