Homilía – Domingo 4 de octubre de 2020

Homilía - Domingo 4 de octubre de 2020

Homilía Domingo XXVII
Parroquia San Francisco de Asis de la Caleta
4 de octubre 2020

Saludamos
A la Ministra de Desarrollo Social, María Inés Castillo López
A la Viceministra, Milagros Ramos Castro, quienes nos acompañan al iniciar este Mes del Adulto Mayor.
A los jóvenes del Movimiento Laudato Si’, al culminar cuidado y protección de la casa común.
A los representantes de la Asociación Nacional de Scout de Panamá, en sus 86 años de fundación de servicio a la comunidad, especialmente a los lobatos, que tienen como Santo Patrón, San Francisco de Asís
A los miembros del movimiento Familiar Cristiano, que celebran 57 años del Día Latinoamericano del Movimiento Familiar Cristiano (MFC). Damos gracias por los emefecistas y familias.
A las damas rosadas que laboran en la Caja de Seguro Social
A los estudiantes de la facultad medicina, médicos con fe.
También la Iglesia Católica celebra en octubre, el mes del Santo Rosario, durante el cual vamos a motivar su rezo, con distintas actividades.
Igualmente octubre es el mes de las Misiones, para reflexionar ese compromiso que tiene cada bautizado para anunciar el evangelio especialmente en aquellos lugares donde nunca se ha escuchado la Palabra de Dios.
A los diversos grupos que inspirados en el santo de la paz, trabajan en la protección de los animales.

En este domingo, Día del Señor, el Evangelio nos invita a la conversión. Todos estamos llamados a trabajar en la viña del Señor. Él nos ayuda y nos espera con paciencia, pero nos pide trabajar y dar frutos. Nos pide que participemos en la vida y la misión de la Iglesia: evangelizar, dar testimonio de palabra y de obra del Reino de Dios. Nos pide también por eso comprometernos en el mundo, hacerlo más justo, más fraterno y más humano.

Pero nosotros con el correr de los tiempos, hemos distorsionado el mandato de Dios, especialmente con la Creación: El hombre moderno se ha adueñado del planeta y ejerce sobre él un dominio despótico, habiendo interpretado mal el mandamiento de Dios de dominar la tierra. Dios en realidad encarga al hombre el cuidado de la tierra. El Papa Francisco no se cansa de recordarlo y de nuevo lo acaba de hacer en la encíclica recién publicada sobre la fraternidad universal.

La parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-43) es en cierto sentido una imagen del ser humano en la actualidad, que construye un mundo de espaldas a Dios que no solo lo lleva a la destrucción de la tierra sino a su propia autodestrucción. Como dice el profeta Isaías: “Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos” (Is 5,1-7).

Uno de los grandes tentaciones del ser humanos, es querer usurpar el lugar que pertenece solamente a Dios, y erigirse él mismo en dueño absoluto sobre su vida y sobre la vida de los demás.

Lo que es indiscutible es que nuestra cultura y convivencia democrática, está basada en una diversidad de valores compartidos que tienen origen cristiano, aunque lo hayamos olvidado. El olvido de la historia nos puede llevar a repetir los mismos errores del pasado. San Pablo recuerda esos valores: “todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable; todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, ponedlo por obra” (Filp 4,9).

¿Pero pueden esos valores seguir floreciendo desarraigados de la tierra en que crecieron? ¿Podemos quedarnos con la herencia del cristianismo sin querer ser y vivir como cristianos? La historia está demostrando cómo al perderse el sentido de Dios se pierde también el sentido de la persona. Querer organizar la sociedad como si Dios no existiera lleva a organizarla como si la persona no existiera. La vida social y económica entonces ya no está al servicio del ser humano, de todos los hombres y mujeres, sino al servicio del lucro y ganancia de unos pocos.

La nueva encíclica del Papa “Todos hermanos”
Este sábado 1 de octubre, el Papa Francisco firmó en Asís una nueva Carta-Encíclica, su tercera, que ha titulado “Tutti fratelli” (Todos hermanos), nombre que son unas palabras de San Francisco de Asís, el santo cuyo nombre quiso tomar al ser elegido Obispo de Roma, y que le sirve de inspiración para asumir la causa de la ecología integral y también de la fraternidad universal.

La nueva Encíclica Tutti fratelli es efectivamente un llamado a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para vivir como hermanos, superando divisiones, enfrentamientos y egoísmos. Una invitación a reconocer la dignidad de todas las personas y a establecer siempre y con todos relaciones positivas.

La sociedad globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos (el Papa no es pesimista, pero sí denuncia proféticamente aspectos negativos y que contradicen la fraternidad universal).

Por desgracia, y el Papa lo sabe muy bien, lo lamenta y lo denuncia, el mundo de hoy no vive de acuerdo a este ideal. Es un mundo cerrado y lleno de sombras. Se habla mucho de democracia, libertad, justicia, derechos humanos… pero por todas partes podemos observar enormes problemas de pobreza, marginación, abuso de poder, materialismo consumista, nacionalismos cerrados, pérdida del sentido social, que dan como resultado masas de desplazados e incluso esclavizados; es lo que Francisco llama la cultura del descarte, un descarte mundial. Hoy la sociedad globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. Estamos más solos que nunca. (cap.1)

¿Con quién nos identificamos? ¿Quién es nuestro prójimo? (no sólo el que está cerca, sino el que necesita que nos acerquemos a él)

Y ¿qué piensa la Iglesia, los cristianos ante esta realidad? Hay ante ella dos actitudes posibles, dice Francisco recordando la parábola del buen samaritano: Ante el extraño caído al borde del camino, herido y puesto fuera por las sombras de un mundo cerrado, cada uno puede seguir de largo o detenerse. Incluirlo o excluirlo definirá el tipo de persona o proyecto político, social y religioso que somos y tenemos. Desde el Evangelio, el cristiano proclama e intenta vivir el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos. Solo así podremos pensar y gestar un mundo abierto, erradicando las sombras del mundo cerrado. (cap.2)

La necesidad de salir de uno mismo y buscar el bien de los demás: el amor es apertura y comunión, exige solidaridad.

Estamos llamados a la fraternidad universal, que es apertura. No hay “otros” ni “ellos”, sólo hay “nosotros”. Un ser humano solo puede desarrollarse y encontrar su plenitud en la entrega sincera de sí a los demás. No podrá reconocer a su fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros. Nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quien amar. La vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; será más fuerte que la muerte cuando se construya sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Toda relación sana y verdadera nos abre a los otros, no podemos reducir la vida a nosotros mismos o a nuestro pequeño grupo. Solo tendremos paz –nos repite Francisco- cuando se asegure tierra, techo y trabajo para todos. Y la paz será duradera solo desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de la familia humana. (cap.3)

Acoger, proteger, promover e integrar. El amor supera las fronteras
Un corazón abierto al mundo entero es la base de una fraternidad y amistad social, que deben concretarse en actitudes de encuentro, solidaridad y gratuidad. Por ejemplo, ante el triste problema de las migraciones forzadas. Es indispensable incrementar y simplificar visados, los programas de patrocinio, corredores humanitarios, ofrecer alojamiento, garantizar seguridad, acceso a servicios básicos, asistencia consular, entre otras cosas. (cap.4) .

La mejor política es servir al pueblo, actuar respetando la justicia y buscar el bien común.

La política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia.

La grandeza política se muestra cuando se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. El Papa Francisco nos llama hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Nos convoca a rehabilitar la política como una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Esta caridad política supone un sentido social que nos lleva a buscar el bien de todas las personas. A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La auténtica política se aleja de un populismo que surge cuando el líder político instrumentaliza la cultura del pueblo, con un signo ideológico al servicio de su proyecto personal y su perpetuación en el poder. (cap.5).

Dialogar para construir juntos, una nueva cultura necesaria
El medio para avanzar hacia este ideal soñado de la amistad social es el diálogo, tan necesario hoy en una sociedad cada vez más pluralista. El diálogo, tanto el interpersonal como el social, respeta, consensa y busca la verdad; el diálogo da lugar a la cultura del encuentro, es decir, el encuentro se vuelve estilo de vida, pasión y deseo. Quien dialoga es amable, reconoce y respeta al otro. Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto; todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación. Del diálogo social nace la “Cultura del encuentro”: significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos (cap.6).

Llamado a ser constructores, arquitectos y artesanos de paz y perdón
Ahora más que nunca, especialmente en esta pandemia que ha evidenciado la fragilidad humana, necesitamos caminos de reencuentro y reconciliación frente a los conflictos, para ser constructores, arquitectos y artesanos de paz y perdón. No a la guerra y a la pena de muerte.

En muchas ocasiones, además, habrá que plantear no sólo encuentros sino sobre todo “reencuentros”, restablecer el diálogo y la paz, rechazar para siempre la violencia, la guerra y el armamentismo. El reencuentro y la reconciliación exigen audacia y verdad; los que han estado enfrentados conversan desde la verdad, clara y desnuda. Tras los conflictos, no hay punto final en la construcción de la paz social de un país, sino que es “una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos”. Quienes pretenden pacificar una sociedad no deben olvidar que la inequidad y la falta de un desarrollo humano integral no permiten generar paz. Si hay que volver a empezar, siempre será desde los últimos. (cap.7).

Quiero detenerme de manera particular en señalar, lo iluminadora que son estas palabras del Papa en su Encíclica, si queremos un desarrollo humano integral para generar paz es imprescindibles empezar por los últimos, por los olvidados, por los afectados por la inequidad, la injusticia, la exclusión, es decir los empobrecidos. Estamos convencidos que si queremos hacer nuevos caminos para restablecer el tejido social, basado en la confianza, hay que arriesgarse a un desarrollo económico y humano, muy distinto al que hemos recorrido hasta ahora.

El papel de las religiones al servicio de la fraternidad
La Encíclica Tutti fratelli concluye con un importante capítulo sobre el papel de las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo. Una de las convicciones más profundas del Papa, que ha multiplicado los encuentros de diálogo interreligioso con líderes de todas las denominaciones. El rol social de las religiones, hacer presente a Dios, es un bien para nuestras sociedades; buscar a Dios con corazón sincero nos ayuda a reconocernos compañeros de camino, verdaderamente hermanos. Los creyentes nos vemos desafiados a volver a nuestras fuentes para concentrarnos en lo esencial: la adoración a Dios y el amor al prójimo, de manera que algunos aspectos de nuestras doctrinas, fuera de su contexto, no terminen alimentando formas de desprecio, odio, xenofobia, negación del otro. La violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas fundamentales sino en sus deformaciones.

El culto a Dios sincero y humilde “no lleva a la discriminación, al odio y la violencia, sino al respeto de la sacralidad de la vida, al respeto de la dignidad y la libertad de los demás, y al compromiso amoroso por todos”. Las convicciones religiosas sobre el sentido sagrado de la vida humana nos permiten “reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los cuales podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio”. (cap8).

No hay duda que el Santo Padre Francisco, nos regala esta encíclica que profundiza sobre el sentido de la vida humana, hemos olvidado de lo que somos, personas que comparten este mundo, que nuestra existencia depende de la de los otros. Hay que reconocernos hermanos, tenemos que recuperar el sentido de responsabilidad con el otro, tender los puentes para el encuentro o reencuentro; derrumbar los muros que nos impiden los senderos de la fraternidad y la solidaridad.

Día Internacional de la persona adulta mayor
Hoy elevamos nuestra oración por el 30° aniversario del Día Internacional de las Personas de Edad, celebrado el 1 de octubre, y aprovechamos la ocasión para visibilizar las necesidades actuales que enfrentan las personas mayores, teniendo en cuenta los riesgos y desafíos antes, durante y después de la pandemia COVID 19.

A nivel nacional e internacional hay un esfuerzo por atender a esta población, a fin de que puedan lograr un envejecimiento pleno, saludable con dignidad y derechos. A pesar de este esfuerzo, persiste la discriminación, abuso, abandono, malos tratos o violencia. Vivimos en una sociedad en que la cultura del descarte afecta a los mayores. El Papa Francisco, ha insistido que nuestra mirada debe ser desde la Cultura del Encuentro.

Una iglesia cercana
Hacemos memoria agradecida por los doce 12 años, que como iglesia arquidiocesana, hemos impulsado de manera conjunta con otras instituciones, el acompañamiento a grupos de la tercera edad, especialmente en la defensa de sus derechos humanos, desde el Programa de Adultos Mayores, a través de normas, programas, proyectos e iniciativas que disminuyen la brecha de la pobreza, la discriminación y la falta de acompañamiento en esta etapa de la vejez.

La labor del Ministerio de Desarrollo Social
Felicitamos la labor que viene desempeñando el Ministerio de Desarrollo Social, a través de la Dirección de Adulto Mayor, que coordinadora la licenciada Irasema Rosas de Ahumada, instancia que acompaña a los grupos más vulnerables de la sociedad, que tienen entre su misión, impulsar y desarrollar políticas de promoción, prevención y protección del bienestar de la población y la Coordinación Nacional de Adulto Mayor.

El impulso de la creación del Instituto Nacional del Adulto Mayor, como organismo público, que promueve políticas públicas en favor de los adultos mayores. Existe un monitoreo y seguimiento a casas hogares de adultos mayores frente al COVID 19, para atender esta emergencia que ha afectado con mayor impacto a las personas adultas mayores, lo que nos exige que las políticas y las intervenciones deben estar dirigidas a crear conciencia sobre sus necesidades especiales.

Una Convención para alcanzar derechos y dignidad
Es oportuno exhortar a las autoridades para que se firme y ratifique la Convención Interamericana sobre los Derechos de las Personas Adultas Mayores, que es un compromiso de país, frente a una población que lucha por salir adelante, especialmente en esta pandemia.
Reconocemos labor de organizaciones, instituciones, agrupaciones, asociaciones, federaciones que han venido luchando para que se firme este acuerdo internacional. Y exhortamos a más organizaciones que se sumen para que esto se haga pronto una realidad.

El mensaje del día internacional del adulto mayor nos recuerda que debemos trabajar los Objetivos estratégicos del envejecimiento saludable; para atender las necesidades de salud de las personas mayores; aumentar la conciencia del papel del personal sanitario; la necesidad de levantar propuestas para reducir las disparidades de salud, para que “nadie se quede atrás”.

Pidamos a Santa María, Nuestra Señora del Rosario, que nos acompañe durante este mes, para que reavive en nosotros el espíritu misionero en todos los bautizados, para hacer presente la Iglesia en salida, que el mundo clama para hacer presente el evangelio de la alegría.

Y les exhorto a saborear esta nueva Encíclica Tutti fratelli del Papa para que nos ilumine en el trabajo que realizamos.

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ

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