Misionera de la Caridad sobreviviente de Yemen conmueve al Papa

(ACI) Durante la Audiencia Jubilar en la Plaza de San Pedro de este sábado, la Madre Superiora del Hogar de Ancianos de las Misioneras de la Caridad en Yemen, Sor Sally, brindó su testimonio sobre cómo actúa la Providencia en la Congregación fundada por la Beata Madre Teresa de Calcuta, la cual se dedica a suplir las necesidades materiales y espirituales de los más necesitados.

“Desde el principio de la fundación de las Misioneras de la Caridad, nuestra fundadora, la Madre Teresa de Calcuta se encontró con Jesús. Y a partir de Él, ella recibió su vocación a nuestra forma de amar y poner nuestra confianza en Dios. Ella vivió en total dependencia de Dios de sus propias necesidades y de las de los pobres bajo su cuidado”, dijo Sor Sally en la víspera de la canonización de la Madre Teresa.

Proveniente de Kerala (India), Sor Sally se convirtió en Misionera de la Caridad y luego fue enviada al Medio Oriente para servir a los más necesitados. Vivió en el monasterio de la orden en Adén, República de Yemen, hasta marzo de este año luego de ser puesta a salvo del ataque en el que fueron masacradas cuatro religiosas de su comunidad por presuntos terroristas.

“La Madre dijo que Él estará con nosotros, y cuando Él esté allí, no nos hará falta nada. Al igual que San Pablo, podemos proclamar: Yo sé en quién he puesto mi confianza. Nosotras rezamos todos los días, adoramos todos los designios de su Divina Providencia, volcándonos enteramente a su voluntad”, detalló a los participantes del Jubileo de los voluntarios y operarios de la misericordia.

Durante su testimonio la religiosa dio algunos ejemplos de la acción de Dios en la vida de la comunidad fundada por la Madre Teresa. Aquí el resto de su testimonio:

“El 25 de marzo de 2015, en Yemen, había disparos y bombardeos por todas partes. Teníamos 64 inquilinos, 14 ayudantes, 5 hermanas y no había comida. Nos encontramos en una situación de total impotencia.

El 30 de marzo, a las 7:30 pm, no había electricidad. Estaba muy oscuro y llamaron a la puerta. Todas corrimos hacia la puerta con miedo y ansiedad, pero fue anunciada una buena noticia: nos trajeron frutas y verduras. Dios trabaja con nosotros en nuestra vida diaria. Nosotros creímos y experimentamos su gracia. Al igual que la viuda de Sarepta.

Al día siguiente, a las 5:30 AM, hubo un golpe en la puerta. La providencia de Dios estaba trabajando de nuevo. Un hombre trajo pan fresco que era suficiente para todo el mundo. Durante 10 días nunca dejó de llevar el pan, y en el décimo día trajo la harina y el trigo. Después de la Santa Comunión, oramos, ‘haznos dignos, Señor, para servir a nuestros semejantes. Dales, a través de nuestras manos un pan de cada día y a través de nuestro amor comprensivo darles paz y alegría.

En medio de esta situación peligrosa, nuestra querida Superior general, Sor Prema, nos llamó de Calcuta y habló con nosotros en forma individual. Nos dio la opción de permanecer o abandonar el lugar. Todos nosotros tuvimos una respuesta: “elegimos permanecer, vivir o morir con nuestros pobres”. Es el fruto de nuestra oración diaria.

Nos quedamos sin el suministro de medicamentos para nuestros inquilinos. La hermana superior, llamó a la puerta del tabernáculo, y le dijo a Jesús: ‘Tú eres el dueño de esta casa, haz algo’. Por la tarde, un hombre trajo los mismos medicamentos que nuestro pobres necesitabas.

El momento crítico llegó cuando nos quedaba sólo un tanque de agua. Nuestros vecinos y otras personas llegaron con sus botellas vacías, pidiendo agua potable. Con el calor y el peligro de cada día, ¿quién puede negar agua potable a una persona sedienta o familiar? Dimos hasta la última gota. Nos recordó las palabras de nuestra querida madre: ‘la sed no es solo de agua, sino también para entender el amor, la justicia y la paz’.

Una vez más la Providencia de Dios: un camión cargado con botellas de agua llegó a nuestro complejo. Fuimos llenados de agua hasta el borde, agradeciendo a Dios. Jesús dijo, ‘tuve sed y me disteis de beber agua. Ven, bendito de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros’.

Con el corazón lleno con un amor más grande y entusiasmo, rogamos a Dios para seguir usando nuestra pequeñez para hacer presente a la Iglesia en el mundo de hoy, a través de la misión confiada a nosotros por nuestra Madre Teresa, incluso en medio de un entorno peligroso.

Con la ayuda del Corazón Inmaculado de María, causa de nuestra alegría, continuamos la búsqueda de los más pobres entre los pobres y llevarles el tierno afecto de Dios a través de nuestras humildes palabras de amor, pequeñas obras de paz, brindadas a costa de nuestras vidas”.

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