Mensaje de Año Nuevo de Mons. Ulloa – La reconciliación que necesita Panamá
Con el inicio de un año nuevo, siempre nace el compromiso de hacer todo nuevo y mejor. Esos son los deseos en el 2017 de todos los que habitamos este suelo panameño.
Hagamos del año 2017 un año reconciliador, en el cual las voluntades se dispongan a la reconciliación; los enemigos vuelvan a la amistad; los adversarios se den la mano; los pueblos busquen la unión; que las luchas se apacigüen y crezca el deseo de la paz; que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza.
Nuestra nación ha pasado por innumerables pruebas que nos han llevado a consolidarnos como una república libre, soberana e independiente; con una economía sólida; con una diversidad cultural y étnica únicas; donde convergen gentes de otros lados del mundo, porque han encontrado aquí la paz, la oportunidad, las posibilidades, de vivir plenamente, porque en sus países natales parecen haberse anulado una mejor calidad de vida para ellos por distintas razones.
También nos reconocemos como un pueblo alegre, acogedor, con una profunda fe y religiosidad que lo estimula a compartir, a ser fraternos y solidarios.
Sin embargo, no escapamos de la influencia de otras latitudes con distintas formas de concebir las relaciones humanas, con ideologías que ponen en peligro nuestra identidad, nuestra familia, nuestra sociedad.
Tenemos que recuperar nuestras raíces cristianas, los valores, las tradiciones que nos han fortalecido de generación en generación, que nos han configurado como panameños.
Todos estamos convencidos que vivimos envueltos en un ambiente violento, que es encendido en todos los ámbitos de nuestra vida como en el hogar, en la calle, en los medios de comunicación, en las redes sociales; estas últimas sean convertido en el temor y el abuso de muchos, que sin reparo suben contenidos sin medir consecuencias, ni la veracidad de los mismos.
No hemos superado el revanchismo, el divisionismo y los juicios mediáticos, ante casos de corrupción, en las actuaciones y debates políticos que avergüenzan a propios y extraños, poniendo en peligro la institucionalidad y la justicia.
La reconciliación y la paz: temas pendientes
Todos indistintamente hemos convocado, demandado y exigido los cambios necesarios para hacer de Panamá un país incluyente, donde todos puedan tener oportunidades de mejorar su calidad de vida con mejor salud, educación, transporte, seguridad, justicia, alimentación, entre tantos otros temas. Pero, ¿cuántos hemos hecho un cambio en nuestras vidas, para poder iniciar las transformaciones necesarias para lograr estos objetivos? Siempre apuntamos a los otros y ¿dónde queda el compromiso individual, personal, aunque creamos que esto será algo insignificante?
Cada uno debemos abrirnos a las exigencias de la solidaridad y el bien común. La pobreza no es solo un tema económico, es también un tema moral y cultural. Y es esa pobreza moral y cultural las que nos han mantenido inmóviles para emprender los cambios necesarios.
Conocemos la realidad de la pobreza y las dificultades en la que viven muchos hermanos nuestros. Sabemos que la situación social sigue siendo difícil. Hay tantas necesidades básicas en un país con grandes riquezas. La deuda social reclama a gritos una nueva manera de llevar el desarrollo del país, para la creación de trabajos dignos; una educación acorde con las demandas actuales, donde los jóvenes puedan tener alternativas ante las propuestas del narcotráfico, la droga, las bandas delicuenciales, con sus secuelas de destrucción y muerte.
Llegó la hora de colaborar todos para superar nuestra historia de desencuentros, que han dejado heridas abiertas, que ya deben ser sanadas para construir juntos el Panamá que todos queremos. Hay que disponer el corazón para perdonar y reconciliarse.
La Iglesia Católica cuando habla de reconciliación, lo hace desde la dimensión del evangelio, que llama a una reconciliación donde la dignidad de las personas sea salvaguardada. La reconciliación que habla la Iglesia no es de impunidad ni acomodada a intereses personales, económicos o partidistas. Es respetar el debido proceso en la justicia, la presunción de inocencia, para llegar a encontrar la verdad.
No tendremos un futuro esperanzador sino abrimos nuestra mente y nuestro corazón para reconciliarnos, mirando y aprendiendo de los errores pasados, pero con la mirada a una Patria nueva. Sin espíritu de reconciliación jamás será posible esa Panamá que todos queremos.
Acabamos de culminar el Año Extraordinario de la Misericordia. Acabó el año, pero no la misericordia de Dios. En consecuencia, el perdón y la misericordia no deben permanecer como palabras bonitas, sino realizarse en la vida cotidiana. Amar y perdonar son signos concretos y visibles de que la fe ha transformado nuestros corazones y nos permite expresar en nosotros la vida misma de Dios. Amar y perdonar como Dios ama y perdona. Este es un programa de vida que no puede conocer interrupciones o excepciones, sino que nos empuja a ir más allá sin cansarnos nunca, con la certeza de ser sostenidos por la presencia paterna de Dios.
Un Panamá mayoritariamente cristiano, debe aportar este signo del amor de Dios, que solo es posible por la fe. Nos hace tanta falta reconciliarnos. Al iniciar un nuevo año, pongamos todos los esfuerzos al servicio de la reconciliación y la paz para superar nuestras diferencias, perdonando a quien nos ha hecho mal, renunciando al resentimiento para emprender el camino de reconstruir los lazos de la comunión y paz, que se engendra a través de la solidaridad que nos saca de nuestro estado inmóvil para avanzar en lograr una país fraterno, equitativo, lleno de esperanzas y oportunidades para todos los que se cobijan en este Istmo panameño.
En su mensaje para la 50° Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2017: “La No-Violencia: un estilo de política para la paz”, el Papa Francisco señala que “la paz tiene consecuencias sociales positivas y permite realizar un verdadero progreso. Por lo tanto, debemos movernos en los espacios de lo que es posible, negociando vías de paz, incluso ahí donde las dichas vías parecen ambiguas e impracticables”.
El Santo Padre lo deja bien claro “la violencia y la paz están en el origen de dos maneras opuestas de construir la sociedad. La proliferación de brotes de violencia da origen a gravísimas y negativas consecuencias sociales”. El camino a elegir es de cada uno de los panameños y panameñas.
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