HOMILIA DOMINGO 29 DE AGOSTO DEL 2021

HOMILIA DOMINGO 29 DE AGOSTO DEL 2021

Descargar (PDF, 4.28MB)

HOMILIA 50 DOMINGO 22 TIEMPO ORDINARIO
Domingo 29 de agosto 2021, Capilla del Arzobispado

Este domingo el mensaje de fondo de la Palabra de Dios queda, de algún modo, recogido en una frase de la Carta de Santiago que acabamos de escuchar: “La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse de este mundo corrompido” (St .1,27).
Nosotros como personas creyentes que somos respetamos a Dios y el puesto de excelencia que Él ocupa en el mundo. Este respeto hacia Dios lo manifestamos como humanos que somos con realidades que se pueden ver.
Por ejemplo, tenemos espacios consagrados sólo a Dios y cuando estamos en esos espacios nos conducimos con un decoro especial en nuestro porte externo y tenemos ciertos gestos corporales que expresan la grandeza de Dios y nuestra humildad delante de Él. Estos gestos externos son importantes para nosotros ya que para expresar lo que sentimos hacia Dios necesitamos manifestarlo con realidades que se notan como la palabra, el canto, el incienso, el porte externo, las posturas corporales, el acto de persignarse, las flores, las imágenes, las obras de arte, la arquitectura especial de los lugares de culto y muchos otros signos. Todas estas expresiones externas de nuestro amor, aprecio y respeto a Dios son dignas de conservar.
Alguien podría pensar equivocadamente que a Jesús poco le importan los edificios sagrados y los gestos externos, pero se equivoca porque Jesús que oraba en privado, lo vemos presente en las Sinagogas, acude al templo para orar, y dice que el celo por la Casa de Dios lo devora; así mismo los primeros creyentes oraban en las casas, pero también acudían Templo; a Moisés se le pidió que se quitara las sandalias porque pisaba tierra sagrada.
El Evangelio quiere advertirnos sobre el peligro de convertir la expresión de nuestra fe en una serie de expresiones externas que dejan intacta nuestra manera de vivir y poco o nada influye en nuestra manera de relacionarnos con la creación y con las personas, que son también realidades sagradas porque del Señor son todas las criaturas, hechura de sus manos.
Imagínense ustedes una persona que va al Templo y usa las más bellas de todas las palabras para dirigirse a Dios, pero una vez que sale del Templo insulta y maltrata a otra persona ¿qué clase de piedad es esa? Dice la Carta de Santiago “Con la lengua bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así. ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga?” (St 3,9-11).
En la perspectiva de Jesús, la verdadera religión no se centra en el cumplimiento formal de las “leyes”, sino en un proceso de conversión que lleve a la persona a la comunión con Dios y a vivir en un real compartir el amor con los hermanos y hermanas.
De acuerdo con las enseñanzas de Jesús, no es muy religioso o muy cristiano quien acepta todas las “leyes” propuestas por la Iglesia, o quien cumple escrupulosamente todos los ritos; sino que es un cristiano verdadero aquel que, en su corazón, se adhiere a Jesús e intenta seguirlo por el camino del amor y de la entrega; que acepta formar parte de la comunidad de los discípulos, que acoge con gratitud los dones de Dios, que celebra la fe en comunidad, que acepta realizar con los demás una experiencia de amor compartido.
Esto es lo que Jesús quiere decir cuando invita a sus discípulos a no preocuparse por las leyes y los ritos externos sino a preocuparse por lo que sale del corazón.
Porque es en el interior del ser humano donde se definen los sentimientos, los deseos, los pensamientos, las opciones, los valores, las acciones de la persona. Es ahí donde nacen nuestras impurezas, discordias y violencias que destruyen las relaciones, los intentos de humillar a los hermanos y hermanas, los rencores que nos impiden perdonar y aceptar a los otros, las opciones que nos hacen escoger caminos errados y que nos esclavizan a nosotros y a aquellos que caminan a nuestro lado.
La verdadera religión pasa por un proceso de continua conversión, en el sentido de parecernos cada vez más a Jesús y de acoger la propuesta de Persona Nueva que Él nos ha venido a realizar. El Señor hoy denuncia el vivir una fe sin relación con la vida.  A lo mejor cumplimos muy bien sus leyes, pero hay que preguntarse qué es lo que se da en mi vida: ¿cumplimiento de las cosas de Dios o cumplo y miento? ¿Cómo es nuestra religiosidad?
A Jesús le entristece y le enfada esa mentalidad rígida y legalista; que usen el Nombre de Dios y las tradiciones de los mayores para atacarle personalmente y descalificarle. Les reprocha que cumplan escrupulosamente mil condiciones para participar en los ritos religiosos… pero su culto estaba vacío, pues el corazón (el centro espiritual de la persona, la conciencia, las opciones de vida) estaba muy lejos de Dios.
Era un culto separado de la vida, que no tocaba/cambiaba la vida, simples ceremoniales, aunque fueran tan solemnes… como si eso fuera lo que a Dios le importara más. Y no era eso lo importante.
A Dios le importa el pobre, el huérfano, la viuda, el emigrante… la justicia, la misericordia (Segunda Lectura de hoy).
Para entender la Palabra de hoy nos puede ayudar esta anécdota: Un joven párroco se encontró con su comunidad dividida. Durante la plegaria eucarística la mitad de los feligreses permanecían de pie y la otra mitad de rodillas. Cada grupo insistía en que su tradición era la verdadera.
Para solucionar, de una vez por todas, el gran conflicto, el joven párroco con un miembro de los arrodillados y otro de los de pie, fueron a visitar al Obispo.
Señor Obispo, ¿no es verdad que la tradición de arrodillarse durante la plegaria eucarística ha sido siempre la correcta? No, esa no fue siempre la tradición, contestó el Obispo. Entonces, estar de pie fue y es la tradición correcta, dijo el miembro de los de pie.
No, contestó el Obispo, esa no fue la tradición. Señor Obispo, dijo el joven párroco, lo que tenemos es el caos; la mitad arrodillados y la otra mitad de pie. Ahora sí, dijo el Obispo, esa fue siempre la tradición.
Hermanos y hermanas: en las cosas y en las tradiciones de los hombres y mujeres siempre habrá discusiones y pequeñas guerras. Nosotros hemos heredado múltiples tradiciones. Todas son hermosas y buenas, pero, no podemos olvidar que todas esas tradiciones son medios para un fin.
Nuestra Eucaristía, nuestra presencia aquí, en esta liturgia que juntos celebramos es un medio, sólo un medio. Lo importante es el fin. Y el fin es dar honor y gloria a nuestro Dios; el fin es formar la Iglesia de Cristo y el fin es vivir juntos el amor y compartirlo con los demás. Somos una sola familia, unida en lo esencial que es buscar la salvación para todos y con diferentes opiniones en lo no esencial, en las formas, en los medios. El fin siempre será caminar juntos hacia Dios.
Por eso el Evangelio de Jesús, hoy, es buena noticia para nosotros. No viene a imponernos ni viejas ni nuevas tradiciones. No viene a enseñarnos a guardar las apariencias. Jesús viene a recordarnos lo esencial, nuestro verdadero fin.
Intentando trasladar a nuestra realidad eclesial actual a la escena del Evangelio… también tenemos muchas tradiciones, normas, ritos, obligaciones, mandatos.  Son necesarios por nuestra condición humana.
No se puede identificar «lo que siempre ha sido así» con la voluntad de Dios. Las leyes humanas y eclesiásticas no son «sagradas», y tienen que adaptarse continuamente, buscando siempre el bien y la dignidad del ser humano. “Las instituciones, las leyes, los modos de pensar y sentir heredados del pasado ya no siempre parecen adaptarse bien al actual estado de cosas.” (Gaudium et Spes 7, Vaticano II).
No se pueden confundir las «mediaciones» con lo esencial. A veces pierde uno la paciencia cuando algunos defienden y confunden como algo «fundamental e intocable, que siempre se ha hecho así» con la voluntad de Dios, o la fidelidad a la Iglesia/fe: Si se comulga en la mano o en la boca; que si hay que arrodillarse o ponerse de pie; que si estas palabras las dice solo el cura o también las pueden decir los fieles; que si los seglares no son dignos para dar la comunión, que si tocar la Eucaristía con las manos (al comulgar) es una falta der respeto a Dios…
En Fratelli Tutti Número 74 se nos dice: Una persona de fe puede no ser fiel a todo lo que esa misma fe le reclama, y sin embargo puede sentirse cerca de Dios y creerse con más dignidad que los demás. Pero hay maneras de vivir la fe que facilitan la apertura del corazón a los hermanos, y esa será la garantía de una auténtica apertura a Dios.
Otra cosa que nos impide avanzar en el conocimiento de Jesús, en la pertenencia de Jesús es la rigidez, la rigidez de corazón. También la rigidez en la interpretación de la Ley. Jesús reprocha a los fariseos, los doctores de la ley por esta rigidez. Que no es la fidelidad, la fidelidad es siempre un don para Dios; la rigidez es una seguridad para mí mismo. Ya nos dice Papa Francisco: la rigidez nos aleja de la sabiduría de Jesús; te quita la libertad. Y muchos pastores hacen crecer esta rigidez en las almas de los fieles, y esta rigidez no nos deja entrar por la puerta de Jesús». (Papa Francisco, Santa Marta, 5 de mayo de 2020).
No se pueden confundir las tradiciones eclesiales y las normas eclesiásticas, con la voluntad de Dios. Ellas pretenden orientar, ayudar, pero todas esas cosas no son «Dios». Y si se cambian no afectan a lo esencial de la fe cristiana. Decía el gran San Agustín: «En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad».
La fe tiene que ser vivida en las circunstancias culturales de la actualidad, no de otra época. Estamos en el siglo XXI, no en la edad media. Y por eso conviene hacer las adaptaciones que sean necesarias. Las Tradiciones y la Memoria merecen un gran respeto, pero no pueden ser la razón para «momificar» nuestra fe, nuestro culto, nuestras creencias.
Jesús viene a recordarnos que lo importante no es lo que dicen los labios, sino lo que dice el corazón, la música del corazón. Jesús disfruta más con la música de tu corazón que con la de tus labios.
¿Qué música hay en tu corazón? La música del odio, de la avaricia, del sexo, del adulterio, de la pereza.  Esas son las tradiciones que hacen de la comunidad un caos, un infierno, un lugar en el que Dios no está.
“Todas esas maldades salen del corazón y manchan al hombre” y hacen que nuestro culto a Dios sea también vacío y malo. La buena noticia es que Jesús viene a purificar nuestros corazones para que de ellos brote el amor, el perdón, la felicidad, la generosidad, la alabanza, la justicia. Todo eso también debe salir del corazón y hacernos a todos buenos.
El reto es dejarnos purificar para ser música que agrade a Dios y sirva para el goce y bien de los hermanos y hermanas.
Campaña en solidaridad con Haití
Ante los graves efectos del terremoto en Haití, ocurrido el 14 de agosto de 2021, queremos reiterar que esta tragedia que viven el pueblo haitiano no nos puede dejar indiferentes ni paralizados.
Por eso hemos dispuesto realizar una “Campaña en solidaridad con Haití”, del 20 al 30 de agosto de 2021 para recoger las donaciones económicas a través de nuestra cuenta bancaria: Iglesia Católica Arquidiócesis de Panamá Pastoral Social Cáritas Solidaridad, Cuenta de Ahorro del Banco General No. 04-72-98-250856-8.
También hemos establecido para este domingo 29 de agosto que en todas las eucaristías se haga una segunda colecta para el pueblo de Haití. Seamos generosos, como el Buen Samaritano, abriendo nuestros corazones solidarios.
Apelamos al itinerario histórico de buena voluntad que tiene la ciudadanía panameña, para que se sumen a las donaciones económicas que entregaremos a la Pastoral Social Cáritas de Haití.

†  JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ

 

Comparte

La Arquidiócesis de Panamá creada el 9 de septiembre de 1513 es la Iglesia más antigua en tierra firme y madre de las Iglesias particulares existentes hasta ahora en la república de Panamá.