Centroamérica tierra de mártires
El tercer día de encuentro del SEDAC, fue marcado por el espíritu martirial de aquellos que han dado testimonio de fe y entrega en la tierra centroamericana. Realidad vivida en la visita que hicieron los obispos de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Belice a la comunidad de San José de Pinula, donde conocieron el testimonio cristiano del Siervo de Dios Padre Eufemio Hermógenes López Coharchita.
Entrega del Padre Eufemio Hermógenes López
La vida testimonial del P. Hermógenes sigue marcando al pueblo de Dios, y así lo reafirma monseñor Julio Cabrera, obispo de Jalapa, Guatemala, quien describió la vida de entrega y amor de este humilde sacerdote al que aún lo lloran, porque “era un padre profundamente identificado con Jesús, era un hombre sacerdote discípulo de Jesús, que amaba a Jesús, y la consecuencia era amor por quien él llamaba mi pueblo”.
El Padre Hermógenes tuvo la actitud valiente al defender a los jóvenes que eran arrebatados violentamente de sus hogares para al servicio militar y eran hasta torturados; defendió a los campesinos cuando se les quería privar del agua para ser comercializada y defendió la salud de las mujeres quienes eran inducidas al aborto por proyectos de control demográfico; fue también quien levantó la voz en favor del pueblo ante el ejército. Monseñor Cabrera afirmó que “fue un sacerdote que defendía a los pobres y al pueblo, por eso fue asesinado”.
Para el historiador Santiago Otero el pueblo llega a intuir el sacrificio del P. Hermógenes, al recordar que “el pueblo colocó el cuerpo del padre (inerte) sobre la mesa donde pocas horas antes había celebrado la Eucaristía”. Y agregó que “en el sacrificio del padre se repetía el mismo sacrificio de la Cruz; tuvo el don de imitarlo en su vida y también en su muerte; la gente lo entendió claramente”.
Necesidad de recuperar la memoria histórica para ser testigos
Monseñor Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador, recuerda que el Sacramento de la Confirmación es “sacramento del martirio, martirio como testimonio”, porque el bautizado está llamado a ser testigo y para algunos hasta dar la sangre.
Al recordar los mártires centroamericanos, monseñor Julio Cabrera apuntó que la Iglesia ha estado cerca del pueblo en su anuncio del evangelio, con catequistas y pastores, que han ofrendado su vida, como el Padre Hermógenes, y que han ayudado a desarrollar las comunidades carentes de tantas cosas, han defendido sus derechos y esto ha provocado que a muchos se les haya confundido como subversivos.
La memoria histórica martirial debe interpelarnos, porque “los mártires son incómodos porque cuestionan nuestra mediocridad; necesitamos mártires con sangre y sin sangre, es decir testigos”, recalcó monseñor Rosa Chávez. Y haciendo referencia a la forma en que murió monseñor Gerardi y el martirio del Beato Romero, precisó que “hay que recuperar la memoria de los mártires, sin memoria no hay futuro, y sin martirio no tendremos un mundo como Dios lo quiere”.
Enviados a la misión del testimonio
Monseñor Gregorio Rosa advirtió que los mártires supieron acompañar al pueblo aunque eso implicara arriesgar, y recordó la homilía del Beato Mons. Romero cuando dijo: “el grano que cae muere y da fruto, si ese grano no cae en tierra se quedará solo, si cae es porque muere y sólo desasiéndose produce cosecha”. Monseñor Chavéz invitó a saber entregarnos por los demás porque en nuestro tiempo “somos una comunidad conectada pero no comunicada, y este mundo descomunicado es el infierno que empezamos a vivir acá”.
“Si no hay cruz no hay salvación, nuestros mártires han hecho tres actos: escuchar, reflexionar y actuar”, realidad que ha quedado expresada en el pensamiento del Padre Hermógenes: “si tengo que dar la vida, la daré; pero lo que no haré es dar un paso atrás en la causa que defiendo”, reafirmó monseñor Chavéz.
Ante este legado, el Documento de Aparecida nos lanza a seguir dando testimonio martirial en nuestro tiempo que está marcado por un cambio de época, “se nos presentan nuevos desafíos y para entrar en estos desafíos es necesario tener conciencia de discípulos de Jesús, enviados a nuestros pueblos para que el Él tengan vida”, señaló monseñor Cabrera, obispo de Jalapa.
Concluyó monseñor Julio Cabrera que “la gran invitación que hago es que nosotros descubramos cuál es la médula de nuestra fe y a la que el Papa nos está invitando, al ser discípulos tenemos la obligación de defender, anunciar y promover la vida, y sobre todo de ser voz y ayudar a quienes son más pobres y tienen menos posibilidades de expresarse”.
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