HOMILIA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA LA ANTIGUA, PATRONA DE PANAMA
HOMILIA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA LA ANTIGUA
PATRONA DE PANAMA
Basílica Menor Don Bosco, viernes 9 de septiembre de 2016.
Emmo. Sr. Cardenal José Luis Lacunza Maestrojuan oar
Excmo. y Rvdmo. Mons. Andrés Carrascosa Coso, Nuncio Apostólico de Su Santidad
Sres. Obispos de Panamá
Sres. Obispos Eméritos
Nuevamente tenemos el gozo de encontrarnos para celebrar como una sola familia, la festividad de nuestra Patrona Santa María La Antigua, en un año muy especial convocado por el Papa Francisco, como es el Año Extraordinario de la Misericordia.
Hemos venido peregrinando desde el templo de Nuestra Señora del Carmen (Pasadena) hasta llegar a esta Basílica Menor, donde permanece la reliquia insigne de San Juan Bosco, para atravesar la Puerta Santa, como signo de nuestro compromiso de conversión, y colocar a los pies del altar del Señor todas nuestras fatigas, anhelos, esperanzas y para reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos y con nuestros hermanos.
En este caminar, de hace un poco más de 500 años, el pueblo panameño no ha estado solo, ha estado íntimamente ligado a la presencia de Nuestra Madre de la Misericordia, en la advocación de Santa María La Antigua.
En medio de nuestra peregrinación terrena, Ella nos precede y nos anima, nos asegura el cumplimiento de las promesas de Dios y nos hace sentir pueblo peregrino y solidario. En definitiva, como buena madre, nos hermana y nos une en una sola familia. Un signo visible de esta unidad -y que nos resulta edificante- es la presencia de todos los Obispos y en ellos vemos la presencia de toda la Iglesia panameña.
El mantener viva nuestra memoria histórica, nos permite celebrar lo que somos como pueblo, como nación, como creyentes. Por eso, insistimos que debemos mantener vivas nuestras raíces que indiscutiblemente son católicas y encarnadas en el amor a la Madre de la Misericordia, la Virgen María, que nos ha llevado de la mano hacia su Hijo Jesucristo, durante toda nuestra historia nacional.
A nuestras tierras la advocación llega por Enciso y Balboa, quienes fundan en 1510 la ciudad de Santa María de la Antigua del Darién. Luego, ellos cumpliendo una promesa, utilizan la casa del Cacique Cémaco, para que fuese la primera capilla dedicada a la Virgen María en Tierra Firme. Posteriormente, esta ciudad de Santa María de la Antigua se convierte en la sede de la primera Diócesis en Tierra Firme, creada por el Papa León X, mediante bula del 9 de Septiembre de 1513. En 1524, el segundo Obispo fray Vicente Peraza traslada la sede de esta Diócesis a la recién fundada ciudad de Panamá.
¡Qué hermoso es recordar lo que nos cuenta la historia y la tradición, sobre esta advocación!, que ha acompañado a esta nación desde los inicios de su conformación hasta la actualidad.
Indiscutiblemente, la devoción a María es una nota importante de nuestra identidad católica, que hemos de vivirla con sentido profundo.
No olvidemos, nuestra Iglesia está fundada sobre la roca que es Cristo, y tiene dos vertientes que son como columnas de sostén: una vertiente son los Apóstoles de Jesús, los primeros doce cuyos nombres menciona el Nuevo Testamento; y la otra vertiente es la mariana, que se encuentra en la cima del Calvario.
Sin estas dos vertientes -la apostolicidad y la vertiente mariana- no se realiza plenamente la Iglesia ni en su estructura teológica ni en su espiritualidad.
La vertiente mariana de la Iglesia es la que hace a la comunidad de los discípulos parecerse a María en su respuesta a Dios, en la disponibilidad para el servicio, en su atención a las angustias y esperanzas de los hombres: “No tienen vino”; y en su continua referencia a Jesucristo: “Hagan lo que Él les diga”; en su fidelidad hasta el sufrimiento y el martirio: “Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre”.
Esta peregrinación nos ofrece la ocasión de recordar que María es el camino que Dios ha querido para que vayamos al encuentro de Cristo. Como desde hace 500 años, cuando llegó por vez primera el evangelio a estas tierras panameñas.
Porque María es la llave que nos abre las puertas al futuro, nunca se ha de olvidar que desde el inicio de la fe, desde el comienzo de la revelación de Cristo, nuestra Madre siempre ha ido por delante en los momentos de oscuridad y de violencia; en las grandes crisis, María siempre ha sido la luz que ha conducido a la Iglesia al sendero correcto.
La celebración de nuestra Patrona nos llega con dos acontecimientos significativos por los cuales estamos de fiesta: tenemos una nueva santa en la figura de la Madre Teresa de Calcuta, llevada a los altares por su humildad y sencillez de vida cristiana; por su radicalidad en la opción de los más pobres entre los pobres: los niños y ancianos que han sido abandonados, no solo por sus familiares sino incluso por la misma sociedad. El otro gran acontecimiento es la designación de nuestro país, como sede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en el año 2019.
Santa Teresa de Calcuta
Madre Teresa es una santa que pisó tierras panameñas varias veces, hecho que es un regalo del cielo, especialmente porque dejó en el corazón de la Iglesia a las Hermanas Misioneras de la Caridad, que con su entrega han dado alegría y esperanza a la niñez y a los ancianos desamparados. Hemos celebrado con gozo la canonización de su fundadora, ahora nos corresponde celebrar su obra con la misma pasión y sencillez, con la que la realizó cuando estuvo con nosotros.
Santa Teresa de Calcuta nos muestra, con su estilo de vida y con sus enseñanzas, que la santidad es posible. Basta que hagamos con mucho amor las cosas pequeñas de cada día y que afrontemos con coraje y determinación la vivencia de las enseñanzas del evangelio.
Lo que le agrada a Dios no es lo mucho que hacemos, sino el mucho amor que pongamos en las pequeñas cosas que realizamos en cada momento de nuestra existencia.
Este amor hemos de concretarlo en las relaciones con nuestros semejantes, conociendo su pobreza y descubriendo en ellas al mismo Cristo.
A este respecto Madre Teresa nos decía: La enfermedades físicas pueden curarse con medicinas, pero el único remedio para la soledad y la desesperación es el amor. La enfermedad que acecha al mundo occidental no es la tuberculosis o la lepra; es el hecho de no ser amado, de que nadie nos ame ni se preocupe por nosotros. Hay muchas personas que mueren por un trozo de pan, pero hay muchas que se mueren por un poco de amor.
Ahora tenemos otra santa a la que podemos pedir su intercesión, para que nos haga capaces de hacer lo que nos corresponde como “siervos inútiles”, al experimentar el amor misericordioso del Padre, que nos invita a ser misericordiosos con el prójimo.
JMJ: un impulso de la renovación juvenil
Otra bendición para nosotros también ha sido la designación del Papa Francisco, para ser la sede de la JMJ 2019, un sueño que atesoramos desde nuestra celebración de los 500 años de ser la primera Diócesis de tierra firme en este continente americano, en el año 2013.
Esta es la oportunidad de sacar el sano orgullo panameño, para demostrar nuestras capacidades, sin prejuicios ni temores. Panamá históricamente ha demostrado, que a pesar de ser un país pequeño, ha consignado logros impensables, que nos colocan en un sitial de honor, por la capacidad de reinventarnos y sorprender al mundo.
Gozamos de la confianza de los obispos panameños y de los obispos centroamericanos, para asumir este gran desafío de acoger a los miles de jóvenes, que vienen con sus mochilas en la espalda y sus bolsas de dormir, dispuestos a peregrinar y alojarse en casas, parroquias, gimnasios, colegios, entre otros espacios públicos, porque no requieren de sitios lujosos para encontrarse con Jesucristo.
¿Y qué tenemos que ofrecer? Lo que somos: gente con una identidad pluricultural y multiétnica, que nos permite compartir la alegría de la diversidad de nuestros ritmos y nuestro folclore, expresados en nuestra fe. Esta riqueza marcará hermosamente esta Jornada Mundial, donde ningún joven se sentirá extraño.
Igualmente será un impulso para revitalizar a nuestra juventud panameña y de Centro América de manera particular, especialmente aquellos que están entre los empobrecidos espiritual y materialmente.
Solo estamos a la espera de una reunión con el Obispo Kevin Farrell, presidente del nuevo Dicasterio de Laicos, Familia y Vida, que tiene la responsabilidad de organizar la JMJ junto con la Arquidiócesis de Panamá. Luego de esto entraremos de llenó en la preparación de este evento, que será la excusa perfecta para vivir la comunión eclesial en Panamá y en Centro América.
Estamos gratamente agradecidos por el apoyo recibido de obispos, religiosas, sacerdotes y de una gran cantidad de personas, instituciones, empresarios y miembros de otras confesiones religiosas, que han mostrado su disponibilidad para la realización de esta JMJ. Esto lo que considero un signo visible de que ya estamos asumiendo la Jornada como un proyecto de país. Esta fraternidad manifestada entre nosotros va evidenciado también, que si es posible ponernos de acuerdo, en aquello que consideramos será beneficioso para todos. Por ello, tengan la seguridad que en LA JMJ PANAMA 2019, todos tendrán cabida sin exclusión de nadie.
Una educación sexual en el amor
El Papa Francisco, durante la recién Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, se refirió a un tema muy sensitivo y que está en la palestra del debate nacional, como es la educación sexual de nuestra niñez y juventud.
En esa oportunidad el Papa Francisco denunció las “colonizaciones ideológicas” que están presentes en Europa, América, América Latina, África, en algunos países de Asia”, y ha criticado que en las escuelas se enseñe a los niños la ideología de género, que se difunde a través de libros financiados por ciertas instituciones e incluso por “países muy influyentes”. (Discurso del Papa Francisco, en el encuentro con los obispos polacos, en la Catedral de Cracovia, Miércoles 27 de julio de 2016).
Claro y contundentemente decía el Papa Francisco: “Hoy a los niños –¡a los niños!–, en la escuela se les enseña esto: que el sexo cada uno lo puede elegir. ¿Y por qué enseñan esto? Porque los libros son de las personas y de las instituciones que dan el dinero”. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Esto es terrible”, alertó el Papa.
En Panamá la Iglesia Católica, así como otras iglesias hermanas y grupos a favor de la vida, hemos denunciado las pretensiones de querer imponer modelos de educación sexual de otras latitudes. En nuestro país, como en otros, se hacen intentos de imponer la ideología de género, disfrazándola de derechos sexuales, argumentando que con ese modelo de educación sexual se va a evitar los embarazos precoces; la violencia sexual; los abusos a menores y manipulando cifras y estadísticas para distorsionar la realidad.
Parece que resulta más fácil dar preservativos, cuya ventas benefician económicamente a empresas trasnacionales; en vez de buscar mecanismos para que los padres puedan dedicar tiempo y amor a sus hijos a fin de que crezcan sanamente. También es más fácil hacer campañas pro aborto y de esterilización, que luchar para crear estructuras sociales y económicas justas que cambien la exclusión y la pobreza, la deserción escolar, mejore la atención en salud, en los grandes sectores empobrecidos.
No podemos buscar la fiebre en las sábanas. Si queremos realmente resolver de manera permanente estos graves problemas estructurales y morales, es hora de humanizar a la sociedad panameña. Es hora de ponernos de acuerdo para invertir en aquellas alternativas que le garanticen oportunidades a la niñez y juventud para un futuro digno.
Sabemos la importancia de la educación sexual, que no se trata de dar instrucción sino formación para que la niñez y la juventud pueda amar y apreciar su sexualidad.
Responsablemente la Iglesia Católica ha manifestado su posición frente al tema de la educación sexual y por ello está sentada en la mesa de debate para aportar lo que considera debe contemplar: Una educación sexual basada en el amor, con contenidos según la edad, donde los principales formadores son los padres de familia.
Reconciliación política
Para la Iglesia Católica, este Año de la Misericordia es un momento propicio para permitir que Dios irrumpa en nuestra historia concreta para la instauración de su reino; para que desde el compromiso cristiano podamos impulsar procesos responsables y sostenibles, basado en el diálogo, en el respeto a quienes opinan diferente, en fomentar la cultura de la escucha, para lograr puntos comunes para un proyecto de país que nos lleven a garantizar lo que todos anhelamos: la dignidad de la vida, la convivencia armónica sin exclusiones, y oportunidades para todos, especialmente para los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad.
Sabemos que no es fácil porque nuestra sociedad está profundamente herida y fraccionada, por decir lo menos. Tenemos la certeza que solo con la experiencia de la misericordia de Dios seremos capaces de comprometernos para retomar las relaciones correctas que nos permitan avanzar como país. Para ello, debemos abrirnos a la realidad del perdón como expresión de reconciliación política y ciudadana; para que las confrontaciones y el clientelismo político, no dominen las decisiones que se tomen sobre los destinos de la Patria.
“La construcción de la paz es como hacer una casa nueva. Esta casa nueva debe tener habitaciones que reflejen la novedad. Por ejemplo, la política que por ser excluyente generó la guerra, debe ser incluyente. La economía que fue inequitativa debe entrar a fortalecer la débil equidad que vivimos mediante una carga de solidaridad. La sociedad que ha vivido en la inseguridad y se ha endurecido ante el dolor para protegerse como con una triste armadura, debe liberarse para sentir con el otro.
Todos estos términos como equidad, solidaridad, sentir con el otro, son formas como se manifiesta -no simplemente la justicia- sino también la misericordia. Se podría continuar con las demás habitaciones. Pero me interesa poner de manifiesto los cimientos de esta nueva casa. El primero es el cimiento ético constituido por la misericordia y la compasión, el cimiento espiritual que es el perdón y la reconciliación y el cimiento cultural que es la cultura de la vida, la cultura de los derechos humanos, la cultura del respeto a la diversidad”. (La misericordia, alma de una cultura del encuentro, del perdón y de la reconciliación en el continente americano, Mons. Luis Augusto Castro Q. Arzobispo de Tunja – Colombia 2016).
Si hay algo que el país reclama más que nada en estos momentos es honestidad, transparencia; en síntesis reclama de todos sus ciudadanos una actitud ética y moral, especialmente de quienes tienen mayores responsabilidades políticas, económicas, sindicales, culturales, religiosas, comunicacionales. Dejemos de estar señalando al “otro” y empecemos a comprometernos, primero personalmente y luego colectivamente. Ese será el paso para iniciar la transformación que necesitamos para el Panamá de todos.
Migrantes
Una realidad que en los últimos meses hemos experimentado, es la presencia de miles de migrantes irregulares que pasan por nuestro territorio, aspirando llegar a los Estados Unidos, con la esperanza de días mejores, ante la difícil situación que viven en sus países.
La Iglesia apoya todo esfuerzo por defender los derechos de los migrantes, y alienta a los medios de comunicación a informar de forma correcta todo lo relacionado con ellos, para prevenir miedos injustificados y especulaciones. No podemos perder la mirada de misericordia ante esta realidad que nos interpela a todos.
Los cristianos no podemos ignorar esta realidad, y debemos tener presente que acoger al otro es acoger a Dios en persona. “No se dejen robar la esperanza y la alegría de vivir, que brotan de la experiencia de la misericordia de Dios, que se manifiesta en las personas que encuentran a lo largo de su camino”. (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado 2016).
Damos gracias a todos los que han estado colaborando para atender a estos hermanos y hermanas migrantes: la Pastoral Social/Caritas, la Parroquia de Santa Ana, el Hogar Nazaret, el Banco de Alimentos y distintos ciudadanos, que se han desbordado en gestos de solidaridad.
Nuestra fortaleza en la fe
Hoy queremos compartir el gozo profundo que derrama en el corazón de los creyentes la esperanza y la fe en Dios. La fe en Dios es norte, cobijo, asidero y cimiento de nuestra vida. Una auténtica renovación de los cristianos pasa necesariamente por conseguir una fe que ha de ser madura y ha de incidir en la vida social.
Sigamos celebrando que Dios hizo a María junto a la Cruz la madre de todos los hombres. Y desde aquella hora todos somos sus hijos y Ella, en Juan, el discípulo amado, nos acoge y ama siempre a todos. María, madre y figura de la Iglesia, es una invitación permanente a hacer de la Iglesia un recinto de acogida para todos los hombres.
Pidamos a nuestra patrona de Panamá, Santa María la Antigua, para que cada cristiano, se convierta en instrumento de la misericordia de Dios y nos impulse a lanzarnos en el anuncio del evangelio hasta llegar a las periferias existenciales y geográficas, para elevar la dignidad de todos aquellos que no sienten esperanza, que se sienten solos y desamparados, porque no han tenido la oportunidad de un encuentro real y verdadero con Aquel que trae la vida nueva, Nuestro Señor Jesucristo. Amén…
Y ahora dentro de unos momentos estaremos también consagrando a nuestro país a la Misericordia Divina.
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