Homilía – Domingo 11 de JULIO 2021
Las lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre un tema teológico muy existencial. Se trata de meditar sobre la misión o tarea que Dios nos ha confiado.
Los creyentes afirmamos que la vida es un regalo de Dios y que los seres humanos no somos un simple resultado del azar. Gracias a la muerte y resurrección del Señor, somos hijos de Dios, sus herederos y coherederos con Cristo. Y hemos recibido estos dones con un propósito de servicio y transformación. Profundicemos en lo que significa esto para cada uno de nosotros. Y para ello, dejémonos inspirar por los relatos de la misión que Dios asignó al profeta Amós, y la misión que Jesús confió a esos líderes en formación, que constituían el grupo de los Doce.
Al situarnos delante del Evangelio de hoy es fácil que bastantes corran el riesgo de considerar que «estas indicaciones» de Jesús van especialmente dirigidas para otros: los misioneros, los catequistas, los religiosos, o aquellos pocos laicos que echan una mano en «tareas pastorales». Y no, este llamado es par todos.
En la educación universitaria de hoy se aconseja que los estudiantes vayan alternando la teoría y la práctica, de manera que lo que aprenden en el aula de clase y en los laboratorios lo puedan aplicar en el mundo real. Se habla, entonces, de las pasantías o prácticas supervisadas por los profesores.
Pues bien, este modelo educativo que invita a aprender haciendo, fue utilizado por Jesús hace dos mil años:
El evangelio de hoy nos dice que “Jesús llamó a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos”.
Jesús había escogido a los Doce, que eran sus colaboradores inmediatos. A través de un acompañamiento muy cercano los estaba formando para que llevaran a cabo la construcción del Reino de Dios y fueran los líderes espirituales de las comunidades.
El evangelio de hoy nos describe el primer trabajo de campo que les asigna Jesús. Los doce apóstoles hacen su primera salida apostólica, la cual es supervisada cuidadosamente por Jesús. Así empiezan a poner en práctica la formación recibida, y conocen las actitudes positivas y negativas de las comunidades visitadas.
¿Qué tarea les asigna Jesús?
El evangelista Marcos resume la tarea confiada: “Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban”
En palabras de hoy, podríamos decir que la tarea asignada era, por una parte, invitar a un cambio de vida y, por otra parte, expresar solidaridad con las personas que sufren.
Al asumir la tarea de predicar el arrepentimiento o cambio de vida, los discípulos tienen la primera experiencia práctica como constructores de un orden nuevo. La buena noticia que anuncia Jesús no es un discurso teórico, sino que tiene la fuerza transformadora para construir una humanidad diferente.
Al asumir la tarea de expulsar a los demonios y curar a los enfermos, los discípulos inauguran un apostolado de solidaridad con las personas que sufren. En los dos mil años de historia de la Iglesia Católica, innumerables creyentes han consagrado sus vidas al servicio de los enfermos, de la niñez, de las adolescentes embarazadas, de los indigentes.
Ahora los invito a que hagamos un cambio de roles: seamos, no ya lectores de un relato sucedido hace muchos siglos, sino que pasemos a ocupar el lugar de protagonistas:
Nosotros somos esos discípulos enviados por Jesús para que contribuyamos a la transformación de las personas y de las estructuras. Nos envía para que mejoremos las condiciones de vida de millones de hermanos nuestros agobiados por la violencia y por la pobreza.
Jesús envía a sus discípulos a las aldeas y poblados. A nosotros nos envía a anunciar la buena noticia al grupo familiar, a los amigos, a los compañeros de trabajo. No nos imaginemos destinados a lugares exóticos. El Señor nos pide que actuemos como sus enviados allí donde trascurre nuestra vida diaria.
Ante la misión Jesús pone solo una condición: Pueden ser jóvenes o mayores, varones o mujeres, hermanos o amigos, casados o solteros, dos varones, dos mujeres, varón y mujer… La única condición es condición de que vivan y vayan “de dos en dos”, como testigos del evangelio (Reino de Dios), pues sólo siendo dos pueden ser signo de evangelio.
Para la misión solo basta un amigo, un bastón y unas sandalias para adentrarse por los caminos de la vida, -allí donde te encuentres en tu familia, en tu trabajo, en la economía, en la política, en el impartir la justica: anunciando allí a todos esos cambios que necesitamos para descubrir el secreto último de la vida y el camino hacia la verdadera liberación.
Aquí hay algo que no podemos eludir. El evangelio es anunciado por aquellos que saben vivir con sencillez, honradez y trasparencia. Hombres y mujeres libres que conocen el gozo de caminar por la vida sin sentirse esclavos de las cosas.
Por eso no son los poderosos, los financieros, los tecnócratas, los grandes estrategas de la política los que van a construir un mundo más humano.
No basta con aumentar la producción y alcanzar un mayor nivel de vida. No es suficiente ganar siempre más, comprar más y más cosas, disfrutar de mayor bienestar.
Por eso una de las cosas que más necesita esta sociedad es descubrir que hay que volver a una vida sencilla y sobria, honrada coherente entre lo que decimos y hacemos.
Creyentes capaces de mostrar que la felicidad no está en acumular bienes. Seguidores de Jesús que nos recuerden que no somos ricos cuando poseemos muchas cosas, sino cuando sabemos disfrutarlas con sencillez y compartirlas con generosidad. Quienes viven una vida sencilla y una solidaridad generosa son los que mejor predican hoy la conversión que más necesita nuestra sociedad.
Para comprender mejor el mensaje del evangelio de hoy permítanme compartir una anécdota:
Cuentan que una vez, un padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito de que este viera cuán pobres eran las gentes del lugar. Estuvieron por espacio de un día y una noche en la casa de una familia campesina muy humilde. Compartieron con ellos las comidas y el descanso. Al concluir el viaje y de regreso a casa, el padre le pregunta a su hijo: “¿Qué te pareció el viaje?”. “¡Muy bonito papá!”. “¿Viste qué tan pobre puede ser la gente?”. “¡Si!”. “¿Y qué aprendiste?”.
“Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina que llega de una pared a la mitad del jardín, ellos tienen un riachuelo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en la sala, ellos tienen millones de estrellas que titilan toda la noche. Nuestro patio llega hasta la pared de la casa del vecino, ellos tienen todo un horizonte de patio. Ellos tienen tiempo para conversar y estar en familia; tú y mi mamá tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo”. Al terminar el relato, el padre se quedó mudo… Y su hijo agregó: “¡Gracias, papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser!”.
¿Qué hay que anunciar?
Lo que hay que anunciar es lo que dijo Jesús: el Reino de Dios. El Reino de Dios es un mundo mejor que tenemos que construir los cristianos aquí en la tierra, desde los valores del Evangelio, y que llegará a su plenitud en el cielo. Que todo en nuestra sociedad “funcione” desde los criterios del Evangelio. Para ello es necesario anunciar la conversión; es decir, el cambio de mentalidad, hay que abandonar los criterios de este mundo: el poder, la corrupción, la injusticia, él juega vivo, preocuparnos solo el tener, el gozar a costa de lo que sea y perdiendo los valores que sea.
¿A quién anunciar este mensaje? A todos, porque no todos los que se dicen llamar cristianos lo son. El mensaje del Señor tiene que cambiar nuestros intereses, nuestras opciones, nuestras preocupaciones, nuestras actitudes, nuestros pensamientos.
¿Cómo anunciar el mensaje? Lo importante es que esta evangelización se tiene que hacer con palabras y con obras. No se trata sólo de hablar de Dios, sino que hay que vivir desde Dios, es nuestra vida la que tiene que pregonar qué es lo que creemos. Hoy se necesitan más testigos que maestros.
Escribía el Papa Pablo VI: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan; o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio… Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante el testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra, de santidad” (Pablo VI, EN, 41)
Y el Papa Francisco: “No somos testigos de una ideología, no somos testigos de una receta, o de una manera de hacer teología. No somos testigos de eso. Somos testigos del amor sanador y misericordioso de Jesús. Somos testigos de su actuar en la vida de nuestras comunidades”.
Dios siempre ha necesitado de las personas para llevar adelante su mensaje. Hoy necesita de ti. Si el Evangelio no llega a todos los rincones del ser humano y de todos los seres humanos, quizás sea por responsabilidad tuya. Colaboremos con Dios.
Educadores para la Salud
Hoy queremos resaltar la labor que realizan todo el personal de Promoción de la salud, en especial siendo hoy 11 de junio día de los Educadores de la salud. Y el inicio de la semana de la Promoción de la salud.
Panamá conmemora la Semana de la Promoción de la Salud con la finalidad de destacar el vínculo entre la salud y el bienestar humano, enfatizando el fortalecimiento de entornos saludables en lugares como escuelas, universidades, viviendas, mercados, establecimientos sanitarios y lugares de trabajo; promoviendo la participación, el empoderamiento de la comunidad y el compromiso de la sociedad civil, mediante la educación integral para la salud y el acceso a información.
Considerando el contexto que vive en la actualidad la sociedad panameña debido a la pandemia por la COVID-19, situación sin precedentes que afecta a pacientes, familias, comunidades, personal de salud, gestores de las organizaciones sanitarias y en general a toda la población, se hace imprescindible que el abordaje a la COVID-19 incorpore acciones de promoción de la salud dirigidas a lograr modificaciones en el entorno comunitario de modo que se genere un cambio social perdurable, en donde cada individuo tenga acceso a información en un lenguaje adecuado y adaptado, que le permita reconocer la necesidad de mantener las medidas recomendadas como el lavado de manos, el uso de la mascarilla y el distanciamiento físico, con el fin de salvar vidas, reducir la propagación del virus, y evitar el colapso del sistema de salud.
Campaña de Solidaridad Iglesia eres tú…
La solidaridad en la vida cristiana tiene una connotación muy particular, no consiste sólo en atender necesidades materiales, sino también compartir las situaciones de los demás, en sentirse responsable y corresponsable de cuanto ocurre a los hermanos y hermanas, en proyectar y realizar un auxilio eficaz.
En estos momentos la Iglesia Arquidiocesana requiere de la solidaridad y del sentido de corresponsabilidad de todos los bautizados para continuar su misión en anunciar el evangelio y sostener las obras sociales para atender a los más necesitados. Por ello ha distribuido los sobres de corresponsabilidad a través de las parroquias. Quien no los tenga búsquelos en su parroquia. También hemos dispuesto en la plataforma digital a través de la página www.iglesiaerestu.org para que de manera segura puedan dar su aporte cada vez que lo deseen; y por la plataforma Yappy, buscando en el directorio nuestra cuenta Iglesiaerestu.
Las grandes obras de solidaridad se hacen posible en medio de las limitaciones, porque nos hacemos uno en el esfuerzo común. La Iglesia espera de todos sus bautizados el esfuerzo de dar para seguir ayudando. No olvides cristiano la Iglesia eres Tú.
Que Santa María la Antigua, patrona de Panamá, interceda por nosotros y con su ejemplo nos enseñe a mantenernos en pie a pesar de las indisposiciones y las dificultades de la vida.
Las vacunas salvan vidas, seamos responsables con los demás.
† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ
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