Navidad llama a una vida nueva comprometida con la transformación social

En la Solemnidad de la Natividad del Señor, celebrada este 25 de diciembre en la Catedral Basílica Santa María la Antigua, el arzobispo metropolitano de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, O.S.A., afirmó que la Navidad no puede reducirse a una tradición cultural o a un sentimiento pasajero, sino que es un llamado urgente a convertirse en personas nuevas, comprometidas con la protección de los niños, la justicia social y la transformación ética del país.
Durante su homilía, el arzobispo Ulloa recordó que el nacimiento de Jesús revela un Dios que no se impone desde el poder, sino que se hace cercano en la fragilidad de un Niño, enseñando que la verdadera fuerza está en el amor que cuida, protege y dignifica. Subrayó que este misterio interpela profundamente la realidad panameña y exige coherencia entre la fe celebrada y la vida cotidiana.
Monseñor Ulloa destacó que la Navidad proclama que Dios no se ha cansado de la humanidad y que, en medio de un mundo herido por la violencia, la desigualdad, la corrupción y la exclusión, Cristo nace para compartir nuestra historia y abrir caminos de esperanza. “La Navidad no es evasión de la realidad, sino una llamada a despertar la conciencia”, señaló.
El arzobispo Ulloa insistió en que celebrar auténticamente la Navidad implica despojarse del “hombre viejo” y asumir una vida nueva fundada en la dignidad de hijos de Dios. En este sentido, recordó que la fe cristiana no es intimista ni indiferente al sufrimiento humano, sino que tiene consecuencias personales, sociales y nacionales.
De manera especial, monseñor Ulloa subrayó que el Niño de Belén coloca en el centro del Evangelio la responsabilidad sagrada de proteger a los niños, afirmando que esta tarea no es opcional, sino un deber moral, evangélico y social. “Cada niño es tierra sagrada, cada niño es un don irrepetible, cada niño lleva impresa la imagen de Dios”, expresó con firmeza.
Señaló que toda forma de violencia, abuso, explotación, negligencia o indiferencia hacia la infancia constituye una grave traición al Evangelio y una herida profunda a la sociedad. En este contexto, afirmó que la Iglesia reafirma sin ambigüedades que la protección de los niños es prioritaria y absoluta, y que donde un niño sufre, Dios mismo sufre, y donde un niño es protegido, Dios es honrado.
El arzobispo indicó que esta responsabilidad involucra a todos: a las familias, primeras custodias de la vida; a las autoridades, llamadas a garantizar leyes justas y mecanismos eficaces; a los educadores y agentes pastorales, responsables de crear espacios seguros; y a cada ciudadano, porque proteger a un niño es proteger el futuro de Panamá.
Al contemplar el pesebre desde la realidad nacional, monseñor Ulloa invitó a mirar con honestidad las luces y sombras del país, reconociendo que no puede haber verdadera Navidad mientras persistan la pobreza, la exclusión, la violencia y la corrupción. Afirmó que una nación no se mide solo por su crecimiento económico, sino por la manera en que cuida a los más pequeños, a los pobres y a los excluidos.
Finalmente, exhortó a que la Navidad impulse a recuperar valores esenciales como la honestidad frente a la corrupción, la solidaridad frente al individualismo, el diálogo frente a la polarización y el servicio frente al abuso de poder. “La Navidad nos compromete a construir una Panamá más humana, más solidaria y fraterna, con ciudadanos responsables y cristianos coherentes”, concluyó.
La celebración concluyó con un llamado a dejar que el Niño Jesús renueve los corazones, sane las heridas personales y sociales, y fortalezca la esperanza del pueblo panameño.
También la ocasión fue propicia para que el arzobispo de Panamá bendijese a la niñez presenta y sus juguetes para que Dios derrame su gracia en ellos y les enseñe a agradecer y compartir con otros niños.
Ciudad de Panamá, 25 de diciembre de 2025.
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