La Iglesia Católica continúa brindando asistencia humanitaria a migrantes que regresan del Norte

La Iglesia Católica continúa brindando asistencia humanitaria a migrantes que regresan del Norte

En medio de una crisis humanitaria que desborda capacidades, la esperanza no se apaga. La Iglesia Católica en Panamá, a través del Centro de Orientación y Atención Integral San Juan Pablo II, sigue extendiendo su mano a decenas de migrantes que, tras ser retornados desde Norteamérica, llegan al país sin nada, salvo el anhelo de volver a empezar.

Ariel López, director del Centro San Juan Pablo II, reafirma que esta labor no es caridad opcional, sino una urgencia evangélica: “Los pobres y los migrantes no pueden esperar”. Diariamente, el centro ofrece alimentación, ropa, duchas, atención médica en hospitales públicos y orientación migratoria a quienes lo han perdido casi todo, pero aún conservan la dignidad.

El alojamiento es uno de los mayores desafíos. El centro brinda hospedaje seguro en su albergue y en hoteles solidarios, especialmente para mujeres y niños. Sin embargo, la falta de espacio obliga a que muchos hombres pasen la noche en las afueras del centro, en Calidonia. “Lo decimos con claridad para que nadie piense que la Iglesia no quiere ayudar. Lo que sucede es que, sencillamente, no alcanzamos”, explicó López con franqueza.

Gracias a la generosidad de personas de buena voluntad, muchos migrantes han logrado regresar a sus países mediante transporte marítimo, especialmente hacia el Caribe. Desde junio, tras el endurecimiento de las políticas migratorias del presidente Donald Trump, Panamá ha vuelto a ser un punto de tránsito y retorno para quienes quedaron atrapados en su camino al Norte.

El centro atiende entre 20 y 30 migrantes por día, en su mayoría adultos jóvenes, pero también familias completas. Ariel López hace un llamado urgente a la solidaridad nacional: “Estas personas no necesitan lástima, sino humanidad. Necesitan un plato de comida, una mirada que no juzgue, una ayuda concreta para seguir”.

También denunció prácticas inhumanas que atentan contra la dignidad de los migrantes: “Es una falta gravísima ofrecer dinero a cambio de sexo, o aprovecharse de la vulnerabilidad de jóvenes que intentan sobrevivir vendiendo dulces en los semáforos”.

A pesar de las limitaciones y la magnitud del fenómeno migratorio, la Iglesia sigue presente, con manos extendidas y el corazón abierto. Porque aunque la realidad supere nuestras fuerzas, la esperanza —cuando se comparte— crece más que el miedo y vence al abandono.

Quienes deseen colaborar pueden hacer sus donaciones a la cuenta corriente del Centro de Atención San Juan Pablo II, número 03-79-01-1154-29-8 del Banco General.

 

Panamá, 25 de julio de 2025


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