Homilía – Nuestra Señora del Pilar y Nuestra Señora de Aparecida  – 12 de Octubre de 2020

Homilía - Nuestra Señora del Pilar y Nuestra Señora de Aparecida  - 12 de Octubre de 2020

CATEDRAL BASÍLICA SANTA MARÍA LA ANTIGUA, 12 DE OCTUBRE. De acuerdo a una antigua tradición, el Apóstol Santiago llegó a la península hispánica (España) para predicar el Evangelio y allí la Virgen María se le apareció de pie, encima de en un pilar. Este es el origen de una de las advocaciones más extendidas y hermosas que hay en la Iglesia: Nuestra Señora del Pilar, cuya Fiesta se celebra cada 12 de octubre. 

Alrededor del año 40 de la era cristiana, San Santiago, en una noche de oración a orillas del río Ebro, vio a la Madre de Jesús. Ella le pidió que se le edifique un templo dedicado a su Nombre, y que el altar fuese colocado junto al pilar. 

“Este sitio permanecerá hasta el fin del mundo para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que imploren mi ayuda”, le dijo la Virgen María al Apóstol Santiago. Después de la aparición, San Santiago y sus discípulos comenzaron la construcción de la capilla, en cuyo interior permanece la columna, y empezaron a referirse a la Virgen María con el nombre de “Santa María del Pilar”. Esa capilla es el primer templo del mundo dedicado a la Virgen María. 

El paso de los siglos atestigua el cumplimiento de lo dicho por la Madre de Dios al Apóstol Santiago. Ni las guerras, ni las invasiones, ni las bombas arrojadas durante la Guerra Civil española han podido alterar el lugar. 

América, evangelizada por misioneros españoles, ha sido constituida en su identidad católica bajo la protección de la Virgen del Pilar, protectora de quienes llegaron a sus tierras con el propósito de anunciar a Cristo. Por eso, San Juan Pablo II, en 1984, reconoció a la Virgen del Pilar como “Patrona de la hispanidad”. 

Por eso hoy con alegría podemos decir: ¡Viva la madre de Dios y nuestra! ¡Viva la Señora del Pilar y Aparecida, Nuestra Señora de Fátima y Santa María La Antigua! Todo el pueblo español y en Hispanoamérica, tiene la gracia de, en el día de hoy, celebrar a María.  

La imagen de escultura es una imagen sagrada, no hay aquella concepción protestante equivocada de que las imágenes de escultura son idolatría es prohibida, es un pecado grave. La idolatría es tener ídolos; y los ídolos en el Antiguo Testamento fueron hechos para ser puestos en el lugar de Dios. 

Las imágenes no existen para estar en el lugar de Dios, ellas existen para llevarnos hasta Dios, para mostrarnos el camino de Él.  

Como la imagen sagrada de la serpiente, en el desierto, fue una señal de la cura de Dios, la imagen de los santos, la imagen de la Virgen María es para nosotros la indicación del camino del Cielo. 

Es el proprio Dios quien manifiesta eso en el mundo entero, en las imágenes milagrosas de la Virgen Madre: Lourdes, Fátima. El Pilar, Aparecida.  

Volvámonos, hoy, más que nunca, para la imagen de la Virgen, recurramos a Ella, escuche lo que Ella esta nos diciendo: “¡Hacer lo que Él decir!”. Porque las imágenes sagradas no ocupan el lugar de Dios, por el contrario, ellas nos llevan para el regazo de Dios, para la proximidad de Él y rescatan en nosotros la imagen sagrada de que nosotros mismos somos de Dios. 

Hoy celebramos la fiesta del Pilar y, como en todas la fiestas de la Virgen, encontramos en ella aquellas virtudes, aquellos aspectos de la vida cristiana que todos deberíamos vivir y que muchas veces se nos despistan… El Pilar evoca la fortaleza y la seguridad. María no sólo se nos presenta como pilar de nuestra fe, como decía San Luis María de Griñón: “A Jesús por María”, ciertamente la devoción a la santísima Virgen es camino seguro del cielo. Sino que también nos recuerda, como así confirma el Evangelio de este día, por la firmeza y seguridad en la vivencia de la fe. San Agustín dirá, comentando este texto, que María es dichosa porque creyó antes de engendrar al Señor, María es la primera  verdadera creyente en Jesucristo, la fe de María, su firme asentimiento, su “fiat”, fue condición necesaria en el proceso de nuestra redención, de la mima manera que en nuestro proceso personal, sin nuestro asentimiento y compromiso el proyecto de fe no tiene futuro, puesto que Dios que te creó sin contar con tu opinión solo te salvará contado con ella. 

Sin embargo hoy, hablar de firmeza es complicado pues vivimos en la sociedad de lo líquido, en la sociedad de lo relativo. La principal característica de lo líquido es que se acomoda a cualquier continente, puede pasar de una copa de balón a un vaso de tubo, o de un cubo a una palangana… cualquier forma es posible, nuestra fe no puede ser líquida. La fe no es un adorno que nos ponemos o quitamos a discreción, no una chaqueta para el entretiempo, la fe es el suelo de la existencia y, no se a ustedes, pero a mi no me gustaría estar sobre un suelo incierto que no me pueda sostener. 

La fe requiere de firmeza, la fe requiere de compromiso y entrega, la fe es un pilar fuerte sustento sobre el que construir la propia vida y esto es porque Dios nos toma muy en serio, Dios no cambia cada segundo de parecer, no es voluble, Dios se compromete siempre, Dios ofrece siempre una salida, escucha siempre, pero no deja de ser quien es, no se traiciona y no nos traiciona. Hoy no está de moda la firmeza, con facilidad se confunde la firmeza con la intransigencia o con el extremismo, no nos dejemos engañar. Nuestro mundo necesita de creyentes firmes en la fe, creyentes realmente convencidos, creyentes-testigos de esperanza. 

  1. Fortaleza en la fe 

    Como su prima Isabel le decimos a María: «Dichosa tú que has creído» (Lc 1, 45). Ella creyó y confió siempre en Dios. Durante toda su vida estuvo unida a Dios con la firmeza indestructible de su fe. Una fe que se tradujo siempre en una actitud de permanente disponibilidad: «Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1, 38). 

    Hoy querernos compartir el gozo profundo que derrama en el corazón de los creyentes la fe en Dios. Por la fe Dios es norte, cobijo, asidero y cimiento de nuestra vida. Una auténtica renovación de los cristianos pasa necesariamente por conseguir una fe que ha de ser madura y ha de incidir en la vida social. Cada uno de los discípulos de Jesús tiene que dar testimonio vivo de ese amor personal que echa sus raíces en Dios y se prolonga hacia el prójimo, teniendo por modelo a María que es para nosotros modelo de fe coherentemente vivida. 

    La fe es luz. La fe no es solo creer sin ver, sino luz para ver en profundidad, más allá de la superficie de las cosas o de la banalidad.  

    No todo puede ser rápido, instantáneo e inmediato. Hay cosas que necesitan tiempo y maduración. Entre ellas, está la realidad de la fe, precisamente en su dimensión de luz.  

    No es fácil entablar una verdadera amistad con Jesucristo porque cambia la vida, no es fácil adquirir el sentido espiritual para descubrir la presencia de Dios en el mundo; verlo presente y actuando en la historia, también la nuestra.  

    Pero la fe no es solo ilustración para la razón o luz para los ojos, la fe es fuerza y fortaleza para soportar la vida en todas las circunstancias, especialmente cuando son negativas y difíciles de soportar. No porque nos haga eludir el dolor, sino porque nos ofrece una posibilidad más amplia de sentido, ya sea para entender las consecuencias de esa situación en carne propia o de forma solidaria en carne ajena y próxima. Desde aquí y en este sentido, la fe actúa por medio del amor y de la caridad para aliviar y transformar la situación concreta que tenemos ante nuestros ojos. 

    En nuestro tiempo, la fe debe tener verdaderamente la prioridad. Tal vez hace dos generaciones se podía dar por supuesta como algo natural: se crecía en la fe; de algún modo, estaba sencillamente presente como parte de la vida y no se debía buscar de modo especial.  

    Era necesario plasmarla y profundizarla, pero estaba presente como algo obvio. Por eso, creo que es importante tomar nuevamente conciencia de que la fe es el centro de todo: «Tu fe te ha salvado», decía con frecuencia el Señor a los que curaba. Esos enfermos no se curaron porque fueron tocados físicamente, por el gesto exterior, sino porque tuvieron fe. Y también nosotros sólo podemos servir al Señor de un modo vivo si nuestra fe es fuerte y si se hace presente en su abundancia 

    La situación actual puede ser un momento de gracia que nos conduzca a una fe llena de vitalidad y de fuerza real para transformar al hombre y al mundo: “Hemos de preguntarnos “¿de qué manera la fe, en cuanto fuerza viva y vital, puede llegar a ser hoy realidad? El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa en el mundo de la que no se escapa Panamá, es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces. 

    Aniversario Universidad Columbus 

    En un mundo competitivo y globalizado, la mejor herramienta para lograr el éxito es la educación. La preparación de los individuos es fundamental para obtener una plaza laboral que reconozca la capacidad de cada persona de acuerdo con la demanda empresarial. 

    La preferencia en la educación superior profesional reafirma que la excelencia radica en las universidades privadas. Las carreras especializadas nos llevan a la escogencia de centros universitarios con profesores más capacitados. 

    Con este aniversario venimos nuevamente reiterar que las universidades son semilleros que garantizan el desarrollo de la docencia superior panameña. Donde la academia tiene el compromiso de formar profesionales idóneos que marcarán la diferencia en los caminos de progreso del futuro de Panamá. Y han de asumir la responsabilidad de crear alianzas con el sector privado, maximizando la calidad de las sociedades y preparando a los estudiantes para responder a las demandas del día a día en nuestro entorno laboral. 

    Muchas de ellas están distribuidas a lo largo del país, entre ella la Columbus que contribuyen al impulso regional y facilitando el estudio dentro de áreas geográficas apartadas, generando mayor dinamismo y alcanzando en los últimos años un nivel de excelencia en la enseñanza superior. 

    Incluso toda Universidad tiene la obligación de velar porque se imparta en el país una sólida educación primaria y secundaria y una adecuada diferenciación profesional en el nivel medio, de modo que los que realmente tienen vocación y aptitudes para carreras universitarias puedan sin dificultad realizar sus aspiraciones. 

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ

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