Homilía – Mons. Jose Domingo Ulloa Mendieta OSA, 23 de febrero 2024

Homilía - Mons. Jose Domingo Ulloa Mendieta OSA, 23 de febrero 2024

Homilía Domingo VII Ciclo C
Mons. Jose Domingo Ulloa Mendieta OSA
Capilla de la Universidad Católica Santa María de la Antigua
23 de febrero 2024

Son muchas y muy radicales las enseñanzas que este Domingo el Señor propone a aquellos que lo escuchan, es decir, a aquellos y aquellas que verdaderamente están dispuestos a acoger sus enseñanzas para ponerlas por obra, a aquellos que quieran ser verdaderamente sus discípulos, cristianos no sólo de nombre sino también de hecho.

Por eso una interesante clave de lectura para aproximarnos al Evangelio de este Domingo nos la da la primera lectura. David, teniendo la ventaja y oportunidad para eliminar al rey de Israel, quien inflamado por la envidia y el odio se había convertido en su enconado perseguidor, decide guardar su vida.

David supera el impulso de la venganza, de querer tomar la justicia por sus propias manos. ¿No es lo justo devolver mal por mal, ojo por ojo, diente por diente? (Ex 21,23-24; Lev 24,19-21; Dt 19,21; Mt 5,38-39)
Y es que el que es de Cristo debe reconocer asimismo la dignidad de toda persona humana, que estriba en el hecho de haber sido creada a imagen y semejanza de Dios. ¡Tal es la enorme dignidad de todo ser humano, más allá de que su rostro haya quedado desfigurado por el mal o por cualquiera sea su pecado!

De esta visión profunda del hombre y de su dignidad nace la actitud reverente y misericordiosa del discípulo de Cristo hacia todo ser humano. Porque ama al pecador, pero odia el pecado, procura levantarlo de su miseria, en todo sentido: material, moral, espiritual. El creyente está invitado, en esta perspectiva, a «vencer el mal a fuerza de bien».
Al escuchar sus enseñanzas podemos preguntarnos: ¿quién puede amar a sus enemigos? ¿Quién puede hacer bien a quien lo odia, bendecir a quien lo maldiga, rezar por quien le desea el mal? ¿No es pretender demasiado? ¡Cuántas veces perdemos la paciencia, agredimos, insultamos, nos es tan difícil controlar la ira incluso con aquellos a quienes amamos, con aquellos con quienes vivimos!

Sólo quien se abre al amor de Dios, sólo quien aspira a vivir la perfección de la caridad, sólo quien es misericordioso como misericordioso es el Padre celestial, sólo quien ama como Cristo mismo nos ha amado, es capaz de cumplir semejantes exigencias, que causan un profundo rechazo en aquellos o aquellas en quienes prima el “hombre terreno” y no el “celeste”.
Nuestra vocación, recordábamos la semana pasada, es un llamado a la felicidad, a la plenitud, al gozo inacabable. Mas el camino es arduo y exigente: vivir el amor, no un amor cualquiera, sino el que viene de Dios, el amor-caridad. Dios nos ha creado por amor y para el amor.

La felicidad la alcanzaremos viviendo la perfección de la caridad. Sólo nos realizaremos en la medida en que aprendemos a amar correctamente, en la medida en que amemos como Cristo mismo. No otra cosa promete el Señor cuando nos dice: «Les he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado» (Jn 15,11). Quien ama como Cristo, con el amor de Cristo (ver Jn 15,12), alcanzará la dicha plena, la paz del corazón y la felicidad tan anhelada.

¿Quieres para ti esa felicidad y dicha perpetua? Ábrete cada día al amor del Señor y ama cada día más como Cristo nos ha amado. Si queremos amar como Cristo, empecemos por perdonar de todo corazón a aquellos que nos han ofendido o causado algún daño, limpiemos nuestros corazones de todo resentimiento, amargura u odio que hayamos consentido y guardamos aún contra algún hermano o hermana.

Avancemos, pues, cada día, nutridos del amor del Señor y fortalecidos por su gracia, hacia ese ideal de la caridad perfecta que el Señor nos señala, y seamos así verdaderamente discípulos de Cristo.

40 AÑOS PANORAMA CATÓLICO
Hoy es un día de acción de gracias y de alegría, porque mañana celebraremos los 40 años de servicio de Panorama Católico, un medio que ha sido voz de la Iglesia y del pueblo panameño, en los tiempos de sombra y en los de esperanza. Es un testimonio vivo de cómo la Palabra de Dios sigue iluminando nuestro caminar como Iglesia peregrina en Panamá.

Desde su nacimiento, Panorama Católico ha sido mucho más que un periódico. En los momentos de oscuridad que atravesamos como nación, cuando la dictadura silenciaba voces y reprimía libertades, este medio se mantuvo firme en su misión profética, denunciando injusticias y animando la esperanza. Como nos dice el profeta Isaías: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz” (Is 9,2). Esa luz ha sido la verdad del Evangelio, proclamada con valentía a través de las páginas de este semanario.

El Concilio Vaticano II nos recuerda en el decreto Inter Mirifica sobre los medios de comunicación social que estos son un don de Dios y deben emplearse para la edificación de la sociedad y la evangelización. La Iglesia tiene la misión de anunciar la Buena Nueva a través de todos los medios posibles, y Panorama Católico ha sido una herramienta eficaz en este cometido. No solo ha informado, sino que ha formado conciencias, acompañado a las familias y guiado el caminar eclesial en nuestra patria.

Este aniversario nos desafía a mirar al futuro con renovado compromiso. En un mundo saturado de información, pero muchas veces falto de verdad, la Iglesia sigue necesitando medios que sean faros de luz, que anuncien con audacia el Evangelio y que no se dejen seducir por ideologías pasajeras o intereses particulares. Panorama Católico debe seguir siendo un medio de comunición al servicio de la comunidad eclesial, pero también de la patria acosada por la violencia, que promueva el diálogo, la reconciliación y la promoción de la dignidad humana.

Agradecemos a todos los laicos, sacerdotes y religiosos que han dedicado su vida a este proyecto. Su esfuerzo ha permitido que este periódico no solo sobreviva, sino que florezca. Como nos dice el Señor en el Evangelio: “El sembrador salió a sembrar… y la semilla que cayó en tierra buena dio fruto, y produjo a ciento, a sesenta y a treinta por uno” (Mt 13,3.8). Hoy damos gracias porque esa semilla sigue dando frutos en la Iglesia y en la sociedad.

ILUMINACIÓN ANTE DEPORTACIONES MASIVAS
Ante las deportaciones masivas que está impulsando el nuevo gobierno de Estados Unidos, el Papa Francisco escribió una carta a los obispos de ese país, en que les dice que ha seguido con atención la importante crisis que está teniendo lugar en los Estados Unidos “con motivo del inicio de un programa de deportaciones masivas.

La conciencia rectamente formada no puede dejar de realizar un juicio crítico y expresar su desacuerdo con cualquier medida que identifique, de manera tácita o explícita, la condición ilegal de algunos migrantes con la criminalidad.

Al mismo tiempo, se debe reconocer el derecho de una nación a defenderse y mantener a sus comunidades a salvo de aquellos que han cometido crímenes violentos o graves mientras están en el país o antes de llegar.

Dicho esto, el acto de deportar personas que en muchos casos han dejado su propia tierra por motivos de pobreza extrema, de inseguridad, de explotación, de persecución o por el grave deterioro del medio ambiente, lastima la dignidad de muchos hombres y mujeres, de familias enteras, y los coloca en un estado de especial vulnerabilidad e indefensión.

Esta cuestión no es menor: un auténtico estado de derecho se verifica precisamente en el trato digno que merecen todas las personas, en especial, los más pobres y marginados. El verdadero bien común se promueve cuando la sociedad y el gobierno, con creatividad y respeto estricto al derecho de todos, acogen, protegen, promueven e integran a los más frágiles, desprotegidos y vulnerables.

Esto no obsta para promover la maduración de una política que regule la migración ordenada y protegida por la ley.

Lo que se construye a base de fuerza, y no a partir de la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, mal comienza y mal terminará.

Exhorto a todos los fieles de la Iglesia católica, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados. Con caridad y claridad todos estamos llamados a vivir en solidaridad y fraternidad, a construir puentes que nos acerquen cada vez más, a evitar muros de ignominia, y a aprender a dar la vida como Jesucristo la ofrendó, para la salvación de todos” (10-II-2025).

Y nosotros que: Si entre nosotros hay algún migrante necesitado, hagamos por él cuanto quisiéramos que hicieran por nosotros, si estuviéramos en su situación. Es el mandato de Jesús y atenderles de corazón es condición para entrar al cielo.


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