COMUNICADO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA “PANAMÁ NOS NECESITA A TODOS”

COMUNICADO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA “PANAMÁ NOS NECESITA A TODOS”

Los obispos en Panamá, reunidos en Asamblea Plenaria (No. 223), del 30 de junio al 4 de julio del 2025, a la luz de la Palabra de Dios y de la enseñanza social de la Iglesia, hemos puesto nuestra mirada en las situaciones que vive actualmente nuestro país.

La Iglesia en Panamá, pastores y fieles, da la bienvenida al papa León XIV y agradece con cariño la feliz memoria del papa Francisco, quien fue un pastor cercano y llenó de esperanza al santo pueblo fiel de Dios. De igual manera, agradece la labor desarrollada por Mons. José Dimas Cedeño Delgado, arzobispo emérito de Panamá, durante sus cincuenta años de ministerio episcopal.

Fieles a nuestra misión de pastores y al llamado a una Iglesia sinodal, los obispos panameños hemos escuchado, con atención y corazón abierto, el clamor del pueblo, reconociendo en él la voz del Espíritu.

Compartimos sus alegrías: la Ciudad de la Salud, la esperanza para los pacientes de cáncer, la alfabetización constitucional, pasos dados para que el país salga de las listas grises. Reconocemos estas señales de esperanza en la solidaridad, la creatividad y el deseo de construir juntos un país más justo, equitativo y fraterno, entre otras; pero también sus miedos, como el elevado desempleo, la violencia familiar y social, la fragilidad de las instituciones, la polarización, la crisis en educación y salud, y la desesperanza, especialmente entre las mujeres y los jóvenes.

No tengamos miedo al encuentro, a la verdad ni al bien común. La sinodalidad, el caminar juntos, no es solo un método eclesial; es una inspiración para la vida social y política, es decir, la búsqueda de mejores condiciones de vida en las comunidades. Escucharnos, discernir juntos, buscar juntos, construir juntos: ese es el camino.

 

1. El Canal de Panamá y el contexto internacional 

Observamos, con preocupación, ciertas posturas adoptadas por la administración estadounidense que ponen en entredicho el respeto a la soberanía panameña. Las declaraciones sobre una supuesta “recuperación” del Canal de Panamá, las decisiones que involucran a nuestro país en tensiones geopolíticas ajenas, la exigencia de tránsito gratuito para naves militares y la velada intención de establecer bases militares en territorio nacional, constituyen señales alarmantes. Estas acciones, lejos de fomentar la cooperación, contradicen los tratados internacionales vigentes y lesionan la dignidad del pueblo panameño.

Exhortamos a nuestros gobernantes a actuar con apego a los principios constitucionales, en defensa del interés nacional y del bien común de todos los panameños.

 

2. Migración: Rostros concretos de dolor 

La inestabilidad mundial ha provocado un flujo migratorio sin precedentes. Panamá, como país de tránsito obligado en el continente, ve día a día los rostros concretos del dolor humano: familias enteras que huyen de la miseria, la violencia o la persecución, enfrentando la selva del Darién. La Iglesia panameña se ha esforzado por responder con caridad y dignidad, pero también llama a los Estados a no desentenderse de esta tragedia humana. La migración no puede seguir siendo abordada únicamente como un tema de seguridad o estadísticas, sino desde la óptica de los derechos humanos, la fraternidad y la responsabilidad compartida.

 

3. Regresar a clases con seguridad laboral

Nos preocupa profundamente la prolongada huelga educativa, las tensiones sociales y la incertidumbre de miles de familias, especialmente las más humildes, que ven afectado el futuro de sus hijos. Valoramos el compromiso, sacrificio y vocación de los educadores, quienes son pilares fundamentales en la formación de generaciones. Entendemos sus preocupaciones, especialmente en cuanto a la estabilidad de sus puestos y el respeto a su dignidad laboral.

Hacemos un llamado, respetuoso y fraterno, a los docentes a levantar la huelga y retornar a las aulas. El país necesita de su presencia activa y transformadora en las escuelas. Este retorno requiere que las autoridades garanticen plenamente la estabilidad laboral de los docentes y actuar con justicia, sin represalias ni descalificaciones.

 

4. Incertidumbre por incremento de la violencia 

Ante el aumento alarmante de la violencia en diversas regiones del país, como Iglesia alzamos nuestra voz con profunda preocupación. Nos duele constatar que, en no pocas ocasiones, se ha hecho uso desproporcionado de la fuerza por parte de algunos estamentos de seguridad contra la población civil, afectando especialmente a los más vulnerables, entre ellos los pueblos originarios. Estas comunidades han sido blanco de abusos, de criminalización. Recordamos con firmeza que, aun en situaciones de crisis, existen derechos humanos fundamentales que jamás se pierden ni pueden ser vulnerados. Toda forma de violencia deshumaniza y fragmenta aún más a la sociedad. Insistimos: la vida y la dignidad de cada persona deben estar siempre por encima de cualquier interés político, económico o ideológico.

 

  1. Economía al servicio del ser humano

Compartimos la preocupación de muchos panameños ante un modelo de desarrollo que, lejos de poner a la persona humana en el centro, sigue privilegiando intereses económicos que no siempre respetan la vida, la dignidad del trabajo ni la voluntad de los pueblos. No podemos seguir imponiendo agendas económicas que ahogan aún más el bolsillo del ciudadano común, ni perpetuar un modelo extractivista que depreda el medio ambiente y margina a las comunidades.

La economía debe estar al servicio del ser humano, no al revés. Es inaceptable que sean los pobres quienes paguen las consecuencias de los errores, omisiones o delitos de una administración pública mal gestionada por años. Asimismo, en una democracia madura, el disenso es legítimo y necesario; no se puede criminalizar ni estigmatizar a quienes, desde su derecho ciudadano, alzan la voz ante las injusticias. Escuchar esas voces es también un acto de justicia y un camino hacia la paz social.

 

  1. Compromiso de ser puente

En medio de la profunda crisis social y de confrontación que atraviesa Panamá, la Iglesia Católica reafirma su compromiso de ser puente para el encuentro, el diálogo, la reconciliación y la paz.

Como pastores, no podemos quedarnos al margen y ser indiferentes, cuando el tejido social se desgarra por la cerrazón, la desconfianza y la polarización. Asumir este rol conlleva riesgos; sabemos que, en estas circunstancias, ser puente puede prestarse a intentos de instrumentalización o a desvirtuar nuestras intenciones. Sin embargo, sin ingenuidades ni temores, reconocemos que es nuestra obligación histórica y evangélica caminar con y entre el pueblo, ofreciendo caminos de encuentro.

La Iglesia no impone rutas, sino que las abre desde el Evangelio, apostando por la esperanza y la fraternidad. Creemos firmemente que la única salida verdadera a esta crisis será comunitaria e inclusiva; no vendrá de la imposición, sino del encuentro. Por eso, renovamos nuestra misión de ser casa para todos, colocando siempre en el centro a las personas, sobre todo, a los más pobres y vulnerables.

 

  1. Panamá nos necesita a todos

Panamá no puede seguir soportando enfrentamientos estériles ni juegos de poder. La experiencia nos ha enseñado que, en tiempos de crisis, no se debe perder de vista la dignidad humana ni sacrificar principios ni derechos fundamentales. Es urgente detener el radicalismo, desarmar los discursos que dividen y construir consensos que nos conduzcan hacia soluciones permanentes. Hoy, más que nunca, Panamá nos necesita a todos.

La crisis nos convoca a una acción urgente, a una colaboración entre todos, porque sin acción concertada y multidimensional nuestras decisiones difícilmente lograrán la necesaria conversión del país. Si no nos comprometemos hoy con la transformación de Panamá, especialmente quienes más responsabilidades tenemos, está claro que el respeto a la dignidad de las personas como hijas e hijos de Dios, el cuidado de la Casa Común y el bien común, no se cumplirá.

 

8. Escucharnos para sanar

La Iglesia propone una actitud radicalmente evangélica: escucharnos. No simplemente oír, sino prestar atención con el corazón, acoger al otro en su verdad, sin juicios apresurados ni indiferencia.

 

Escuchar es el primer paso para sanar. Sanar relaciones rotas, heridas sociales, divisiones políticas, desencuentros familiares. Sanar también nuestras comunidades eclesiales, muchas veces lastimadas por la falta de diálogo, por prejuicios o por rutinas estériles.

La paz social y el diálogo no se imponen por decreto, se construyen. Escucharnos en el Espíritu es abrirnos a la verdad del otro, al clamor de los pobres, al sufrimiento de los descartados, a la esperanza de los jóvenes, a la sabiduría de los ancianos. Es volver a mirarnos como hermanos y hermanas.

Invocamos la protección de Santa María la Antigua, patrona de nuestro pueblo, para que interceda por nuestra nación. Que su presencia maternal nos inspire a vivir con humildad, actuar con justicia y servir con generosidad.

 

Panamá, 4 de julio de 2025.


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