Mensaje cívico-oficial del Arzobispo de Panamá en memoria de los caídos del 20 de diciembre de 1989

Autoridades, representantes de la sociedad civil, familiares de las víctimas,
hermanos y hermanas todos:
Hoy nos convoca una fecha que marcó profundamente la historia de Panamá. Hace 36 años el 20 de diciembre de 1989, fue para nosotros de dolor, de pérdidas irreparables y de heridas que aún interpelan nuestra conciencia nacional.
En este lugar, nos reunimos para honrar la memoria de los caídos, hombres y mujeres de carne y hueso, muchos de ellos civiles, familias humildes, vecinos de nuestros barrios, cuyos nombres y rostros no pueden diluirse en estadísticas ni en el paso del tiempo. Cada vida segada fue un proyecto truncado, un hogar herido, una historia que merece respeto, verdad y memoria.
Este acto cívico no busca alimentar resentimientos ni reabrir sentimientos de confrontación estéril. Todo lo contrario, queremos abrazar en la memoria y en el corazón a quienes no están con nosotros, pero a la vez recordar con una verdad responsable y sanadora lo sucedido, porque es un acto de justicia que debe llevarnos a caminos de reconciliación.
Como nación, reafirmamos que la vida humana es inviolable, y que ninguna acción política, militar o estratégica puede justificarse cuando tiene como consecuencia la muerte de inocentes. La historia nos enseña, con crudeza, que cuando la dignidad de la persona no está en el centro, los pueblos pagan siempre el precio más alto.
Que sea esta una oportunidad para reafirmar como Nación el compromiso irrenunciable para que Panamá siga construyéndose como un país soberano, democrático, respetuoso del derecho internacional, del diálogo entre los pueblos y de la solución pacífica de los conflictos.
La Iglesia, presente en medio de su pueblo, no habla desde la ideología ni desde intereses particulares, sino desde su misión de custodiar la vida, de acompañar el sufrimiento y de recordar que la paz verdadera solo se edifica sobre la verdad, la justicia y el respeto mutuo. Somos una Iglesia madre y maestra, pero también hermana que escucha, que camina con quienes aún llevan en el corazón el peso del dolor y la espera de reconocimiento y resarcimiento.
Anhelamos profundamente que este acto no sea solo un recuerdo solemne, sino un llamado permanente a las autoridades, a las instituciones y a cada ciudadano, para que nunca se repitan escenarios donde la fuerza se imponga sobre la dignidad humana; para que la memoria nos haga más responsables, más solidarios y vigilantes del bien común.
Honrar a los caídos del 20 de diciembre es también educar a las nuevas generaciones, para que amen la paz, defiendan la vida y comprendan que la verdadera grandeza de una nación se mide por el respeto a su gente, especialmente a los más vulnerables.
Que Panamá, desde su historia herida pero esperanzada, siga siendo tierra de encuentro, de diálogo y de paz.
Oración solemne por los caídos del 20 de diciembre
Dios de la vida, Señor de la historia y Padre de misericordia,
en este acto cívico elevamos nuestra voz y nuestro corazón hacia Ti.
Te confiamos a nuestros hermanos y hermanas
que perdieron la vida en los trágicos acontecimientos del 20 de diciembre.
Recíbelos en tu paz eterna, dales descanso en la luz que no tiene ocaso
y concede a sus familias el consuelo que solo Tú puedes ofrecer.
Mira, Señor, a quienes aún cargan el peso del duelo,
a quienes buscan verdad, reconocimiento y justicia,
a quienes sienten que el dolor no ha sido plenamente escuchado.
Que tu cercanía sane las heridas del corazón
y transforme el sufrimiento en esperanza.
Ilumina la conciencia de nuestra nación panameña.
Haznos un pueblo que valore la vida, que aprenda de su historia
y que elija siempre el camino del diálogo sobre la violencia,
de la justicia sobre la imposición, y del bien común
sobre cualquier interés particular.
Bendice a nuestras autoridades, para que sus decisiones
estén siempre al servicio del pueblo
y nunca se aparten del respeto a la dignidad humana.
Bendice a nuestras familias, a nuestros jóvenes y a nuestros niños,
para que crezcan en una cultura de paz, memoria y responsabilidad.
Que el recuerdo de los caídos del 20 de diciembre
no sea solo una fecha en el calendario,
sino un compromiso permanente
con una Panamá más justa, más fraterna y humana.
Por Jesucristo, Príncipe de la Paz,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ
PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA
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