Homilía en la Semana de Pastoral Arquidiocesana

Homilía en la Semana de Pastoral Arquidiocesana

Centenario de la Arquidiócesis de Panamá – 2025

Arzobispo de Panamá

1. Señor, auméntanos la fe

Hoy, como los apóstoles, también nosotros elevamos al cielo un clamor: “Señor, auméntanos la fe.”

Es el grito de un pueblo que, en medio de incertidumbres, conflictos, pobreza y cansancio, no quiere rendirse; el clamor de una Iglesia que desea seguir creyendo, esperando y sirviendo.

Jesús acababa de pedir a sus discípulos algo que parecía imposible: respetar al pobre, proteger al débil, perdonar siempre.

También hoy esas palabras nos confrontan. Vivimos en un mundo donde se premia la fuerza, la apariencia, el dinero fácil; donde los débiles son descartados y el perdón se ve como debilidad.

En nuestra propia tierra, Panamá, donde abundan los dones de Dios, sentimos la tentación del egoísmo, la corrupción, la división social y política, la violencia que brota del vacío del alma. Y desde esa fragilidad, como los apóstoles, reconocemos que solos no podemos, y decimos con humildad: “Señor, auméntanos la fe.”

2. La fe: fuerza para transformar

Fe que no es un refugio ante la realidad, sino la fuerza que la transforma. Fe que no es una idea, ni un sentimiento pasajero: es la energía del Espíritu que impulsa a actuar como Jesús.

Tener fe hoy significa creer que el amor es más fuerte que la corrupción; que la solidaridad puede más que la indiferencia; que un país puede cambiar si su gente se levanta con esperanza.

La fe no se mide en tamaño, sino en confianza. Jesús nos recuerda: “Si tuvieran fe como un grano de mostaza…” No hace falta una fe enorme; basta una fe viva.

El Espíritu de Dios ya está en nosotros; lo que falta es atrevernos a actuar desde esa fe, a ponerla en movimiento, a dejar que esa semilla crezca en la historia concreta de nuestro país.

Hoy, Panamá necesita testigos de esa fe: padres y madres que no se cansen de educar en valores; jóvenes que crean que la vida tiene sentido; empresarios honestos; políticos con conciencia; sacerdotes y laicos con corazón servicial; comunidades que sean luz en medio de las sombras.

Hoy, el Señor nos lo dice con ternura y firmeza: “Iglesia que peregrina en Panamá: ¡sé odre nuevo! ¡Deja que el vino nuevo del Espíritu te renueve desde dentro!”

Nuestra Iglesia no puede quedarse atrapada en la nostalgia del pasado ni en el miedo al futuro.

Por eso durante estos días nos hemos reunido —obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos representantes de las más de 102 parroquia de la Arquidiócesis que abarcan las Provincias de Panamá y Panamá Oeste, para mirar el camino recorrido desde que, el 10 de noviembre de 2014, lanzó nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral.

Hemos querido vivir esta primera etapa como un tiempo de gracia y aprendizaje, redescubriendo que la Iglesia no es una estructura que administra, sino una familia que comparte la fe, la esperanza y la caridad.

Dios ha estado grande con nosotros, y por eso estamos alegres. Ahora el Espíritu nos pide un paso más: pasar del mantenimiento a la misión, de la rutina pastoral a la creatividad del Evangelio, de la defensa a la ofensiva misionera.

Porque no basta conservar lo que tenemos: el Señor nos invita a anunciar con gozo, a salir, a acoger, a escuchar y a servir.

A partir de ahora iniciamos una nueva etapa: la acogida y el anuncio del Kerygma

Con los ojos fijos en Jesús, esperanza que no defrauda, iniciamos ahora LA SEGUNDA ETAPA DEL PLAN ARQUIDIOCESANO DE PASTORAL, bajo el lema: “Somos convocados a la acogida, profundización y vivencia del anuncio del Reino de Dios para el crecimiento en la fe en comunidad.”

Esta etapa se centrará en la acogida del anuncio del Reino, especialmente a través de la proclamación del KERYGMA, que es el núcleo ardiente de la fe: JESÚS MURIÓ Y RESUCITÓ POR AMOR A NOSOTROS. NOS PERDONA, NOS SALVA Y NOS DA VIDA NUEVA.

El Kerygma no es una teoría; es un encuentro vivo con Cristo resucitado que transforma el corazón. Y ese encuentro es la fuente de toda pastoral: porque solo quien ha experimentado el amor de Dios puede ser discípulo y misionero.

Por eso, el año 2026 será para toda la Arquidiócesis el Año de la Acogida y del Kerygma. Queremos que cada parroquia, movimiento, escuela e institución viva esta experiencia con entusiasmo, en comunión y misión.

 

4. A vino nuevo, odres nuevos: conversión pastoral

El vino nuevo del Evangelio necesita odres nuevos: corazones y estructuras renovadas. Un odre nuevo es una parroquia donde todos participan, donde los laicos son protagonistas, los sacerdotes hermanos y servidores, los jóvenes parte viva y no espectadores.

Un odre nuevo es una comunidad que ora, discierne y sirve con alegría. Y para ello hay que dejar atrás los odres viejos: el clericalismo, la indiferencia, la rigidez, la falta de diálogo. Jesús nos pide renovar el corazón y las formas para que el vino del Espíritu no se derrame, sino que fecunde la vida de la Iglesia.

 

5. Del mantenimiento a la misión

Durante mucho tiempo hemos vivido en modo “mantenimiento”, cuidando templos y tradiciones. Hoy el Espíritu nos impulsa a vivir en modo “misión”. El Papa Francisco lo dice con fuerza: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por encierro y comodidad.”

El Kerygma nos empuja a salir hacia las periferias existenciales, donde hay hambre de sentido, sed de Dios y soledad. A cada hermano debemos decirle con ternura:

“Dios te ama, Cristo dio su vida por ti, y está vivo acompañándote cada día.”

Así, nuestras parroquias se convertirán en casas de encuentro, donde se proclame la fe, se renueven las familias y se forme comunidad. La familia será nuevamente Iglesia doméstica, testimonio vivo del Reino de Dios.

 

6. Las metas que nos guían

De nuestra Asamblea han brotado nueve compromisos pastorales, que guiarán el caminar del próximo año:

1. Semana de la Fraternidad como signo visible de comunión.

2. Jubileo del Centenario, acción de gracias por cien años de historia y misión.

3. Anuncio del Kerygma en todos los espacios de la vida eclesial.

4. Evangelización de la familia, fuente de fe y amor.

5. Oración y discernimiento comunitario, bajo la guía del Espíritu.

6. Formación permanente de agentes pastorales.

7. Consejos pastorales y económicos transparentes y participativos.

8. Formación sólida para todo el Pueblo de Dios.

9. Comunicación efectiva dentro y fuera de la Iglesia.

Cada uno de estos compromisos nos hace avanzar hacia una Iglesia casa y escuela de comunión.

 

7. Una Iglesia que ora, escucha y sirve

No podremos ser odres nuevos si no cultivamos la oración profunda y constante. Sin oración, toda renovación se vuelve activismo vacío.

Necesitamos aprender a conversar en el Espíritu, a escuchar lo que Dios nos dice a través de su Palabra y de los hermanos, especialmente de los más pobres Porque el vino nuevo del Reino se derrama especialmente sobre los que más sufren.

nos sostienen: la fe de nuestros mayores, la devoción a Santa María la Antigua, el testimonio de tantos evangelizadores y servidores del Reino.

Hoy el Señor nos dice a todos: “No se conformen con conservar; atrévanse a anunciar con gozo.”

Que al celebrar este centenario podamos decir con gratitud: La Iglesia en Panamá es casa y escuela de comunión, que hace visible el Reino de Dios.

 

8. Panamá: tierra de esperanza y misión

Panamá es una tierra bendita. Desde aquí comenzó el anuncio del Evangelio en tierra firme del continente. Somos una Iglesia madre, puente entre pueblos y culturas, llamada hoy a ser faro de esperanza para el mundo.

Vivimos tiempos difíciles: guerras que dividen naciones, migraciones masivas, desigualdad creciente, ideologías que confunden, amenazas contra la familia y la vida.

Pero en medio de todo, el Señor sigue actuando. Él no nos ha abandonado; sigue sembrando su Reino en los corazones sencillos, en las comunidades que no se cansan de servir, en los jóvenes que sueñan con un mundo mejor, en los ancianos que rezan con fidelidad. Por eso, esta Iglesia del Istmo quiere renovar su compromiso: ser luz para las Américas, tierra de encuentro, puente de fe, diálogo y esperanza.

 

Con María, Madre del vino nuevo

Al concluir esta Semana de Pastoral, pongamos todo en las manos de Santa María la Antigua, Madre del vino nuevo y Estrella de la Evangelización. Ella supo guardar la fe en silencio, acompañar la misión de su Hijo y perseverar con la Iglesia naciente.

Que Ella nos enseñe a decir con confianza: “Hágase en mí según tu palabra.”

Y que nos impulse a vivir con alegría esta hora de gracia:

— con fe que transforma,

— con esperanza que no defrauda,

— y con amor que construye comunión.

Porque solo así, la Iglesia en Panamá será realmente odre nuevo para el vino nuevo del Espíritu. Y al celebrar nuestro Centenario, podamos decir con gratitud y convicción: “LA IGLESIA EN PANAMÁ ES CASA Y ESCUELA DE COMUNIÓN, MISIONERA, SERVIDORA Y LLENA DE ESPERANZA.”

Amén.

 



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La Arquidiócesis de Panamá creada el 9 de septiembre de 1513 es la Iglesia más antigua en tierra firme y madre de las Iglesias particulares existentes hasta ahora en la república de Panamá.