La Cruz no es derrota: “Es cátedra de sabiduría y escuela de amor”

La Cruz no es derrota: “Es cátedra de sabiduría y escuela de amor”

En un ambiente de recogimiento y contemplación, la Iglesia Arquidiocesana de Panamá conmemoró este Viernes Santo, uno de los días más solemnes del calendario litúrgico, con la celebración de la Pasión del Señor, presidida por el Arzobispo Metropolitano, Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, en la Catedral Basílica Santa María de la Antigua.

Ante cientos de fieles congregados, monseñor Ulloa meditó sobre el misterio de la cruz, no como un símbolo de derrota, sino como “el acto supremo del amor de Dios por la humanidad”.

Monseñor Ulloa exhortó a los fieles a contemplar la cruz no como instrumento de muerte, sino como cátedra de sabiduría y escuela de amor, y a reconocer en ella el rostro de un Dios que “no se reserva ni su última gota de sangre”.

“La cruz, que para muchos es escándalo o locura, para nosotros es trono, es altar, es fuente de esperanza”, expresó el arzobispo Ulloa.

Durante esta liturgia —única en todo el año litúrgico en la que no se celebra Eucaristía, ni hay consagración del pan ni del vino—, el centro fue la adoración de la Santa Cruz, seguida de la comunión con el Pan consagrado del día anterior. En esta jornada, la Iglesia guarda silencio, no hay música ni gloria, pero sí una profunda expresión de fe, esperanza y amor silencioso.

El arzobispo Ulloa fue enfático en subrayar que Jesús no fue víctima pasiva de la violencia, sino que entregó su vida libremente, y que, en esa entrega sin condiciones, se revela la grandeza del amor cristiano: “Cada herida de Cristo nos habla de sanación; cada gota de su sangre, de redención. Su silencio en el Calvario es el grito más fuerte de amor que el mundo haya escuchado”.

La celebración de este Viernes Santo, en palabras del arzobispo, nos recuerda que la cruz es también un llamado a la realidad panameña, marcada por “inseguridad, violencia, corrupción y miedo”. Frente a este contexto, el prelado afirmó que “no podemos contemplar la cruz y seguir indiferentes. Nuestra respuesta debe ser vivir en amor y entrega: perdonar siempre, servir con misericordia, confiar incluso en el sufrimiento y rezar con intensidad”.

La homilía del arzobispo invitó a detenernos, a mirar la cruz sin prisa, “no como quien ha perdido, sino como quien ha encontrado el tesoro”. A través de ella, dijo, “Dios no nos pide explicaciones: nos da la suya. Y esa explicación tiene forma de cuerpo entregado, de sangre derramada, de brazos abiertos”.

El acto culminante de esta celebración fue la adoración personal de la cruz, momento en el que los fieles, en silencio, se acercaron para venerar el madero que sostuvo al Salvador del mundo. Se vivió como un acto de fe, de sanación interior, y de compromiso a vivir con coherencia el Evangelio en medio de los desafíos sociales que enfrenta el país.

Finalmente, monseñor Ulloa recordó que la cruz es el legado más grande que Jesús nos dejó, una muestra del amor sin reservas, y que como cristianos estamos llamados a vivir de ese amor en nuestras decisiones cotidianas.

“La cruz —afirmó— es aceptación, entrega, ofrenda. Es paz. Es respuesta de amor. No es derrota. Es la victoria del amor que no muere.”

 

Panamá, 18 de abril de 2025.

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