HOMILÍA APERTURA DEL AÑO JUBILAR 2025 “Peregrinos de Esperanza”
HOMILÍA APERTURA DEL AÑO JUBILAR 2025
“Peregrinos de Esperanza”
Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, O.S.A.
Catedral Basílica Santa María la Antigua, 29 de diciembre de 2024
Su Eminencia José Luis Cardenal Lacunza Obispo emérito de la Diócesis de David Su Excelencia Mons. Dagoberto Campo Salas Nuncio Apostólico de su Santidad Papa Francisco Proto Presbítero Alexandros de la Iglesia Ortodoxa en Panamá Queridos Sacerdotes, Diáconos, Vida consagrada, Seminaristas, queridos Laicos representantes de las diversas parroquias de la Arquidiócesis, queridos miembros de los diversos Movimientos Eclesiales. Medios de Comunicación Queridos hermanos y hermanas, que se unen a través de Fetv, Radio Hogar, Radio María, Radio Claret.
Queridos hermanos y hermanas:
Ateniéndonos a la Bula de convocación del Jubileo Ordinario, Spes non confundit, publicado por el Santo Padre, el Papa Francisco, comenzamos hoy en esta Iglesia Arquidiocesana que peregrina en Panamá, a caminar bajo el signo de la esperanza y en comunión con todas las Iglesias del mundo.
Este acontecimiento nos vuelve a dar la oportunidad de un encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, que es «puerta» de la salvación (cf. Jn 10, 7.9), a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1, 1). Sabemos que tenemos motivos para acogernos a esta iniciativa del Papa, porque tenemos la experiencia de encontrarnos con demasiada frecuencia con personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo o con pesimismo; hay mucha gente sola y herida, sin ánimo para seguir adelante e imposibilitada para ser feliz.
El mundo en el que vivimos es complejo, está lleno de dificultades y de motivos para el desánimo por las violencias, las guerras, las injusticias, que causan tanto sufrimiento… Prestemos todos atención, porque el Papa nos pide «que el Jubileo sea para todos», que sea la «ocasión de reavivar la esperanza».
Hermanos, estamos de acuerdo en que es urgente rescatar la alegría, con la finalidad muy acertada de sostener esa esperanza que se va desvaneciendo a pasos agigantados, ¿verdad que es muy necesaria una verdadera conversión del corazón para volver el rostro a Cristo? Sí, a esto nos está llamando hoy la Iglesia, a poner a Cristo en el centro de nuestra vida, a ir con pasos firmes al encuentro del Señor Jesús. La esperanza verdadera y segura está fundamentada en la fe en Dios Amor, Padre misericordioso, que «tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito» (Jn 3, 16), para que los hombres, y con ellos todas las criaturas, puedan tener vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Venga, vamos a tomarnos en serio el regalo más grande que nos ha hecho el Señor, la vida.
Por esto, es más necesario acercarse a Dios, porque, «si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido. Es como si faltara la dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran, privadas de su valor simbólico; como si no “destacaran” de la mera materialidad.
Este Año Jubilar que ha establecido el Papa Francisco va a ser otra gran oportunidad, incluso para los que no tienen tiempo de escuchar, para ponernos en camino de nuevo y recuperar las esperanzas perdidas. Dios nos ama y, precisamente por eso, espera que volvamos a él, que abramos nuestro corazón a su amor, que pongamos nuestra mano en la suya y recordemos que somos sus hijos.
Como todos, aspiramos a vivir en esperanza, a la que nos ayuda la fe. Ánimo, abre las puertas de tu corazón para que veas que hay un mundo más allá de ti mismo; ábrelo para que puedas apreciar la grandeza de los demás; y déjate ayudar, puesto que el Señor está a tu puerta y te llama.
Con este jubileo “Peregrinos de la Esperanza”, se abre un tiempo de gracia, conversión y reconciliación para renovar nuestra fe y compartir el amor de Dios. La finalidad de este jubileo es «Ayudar a la Humanidad –como decía él mismo–, a recuperar un clima de confianza y de esperanza en el mundo».
Un año Jubilar es un momento de Gracia. Es un momento de hacer un alto en el camino para revisar nuestra vida y para comenzar de nuevo.
¡Aprovechemos este tiempo de gracia acercándonos más al corazón de Cristo y compartiendo su amor con los más frágiles y descartados!
Como Arzobispo de esta Iglesia Arquidiocesana les convoco a vivir la caridad con gestos humanos que, por pequeños que sean, pueden cambiar el espacio donde nos encontremos. Gestos y acciones que tienen su efecto y dan resultados de eficacia. Recordemos lo que nos dice Jesús en los evangelios: “El Reino de Dios se parece a un grano de mostaza o a la levadura” (cf. Mt 13, 31 ss.). Ambos evocan lo pequeño y lo sencillo, pero al mismo tiempo, potente, eficaz y multiplicador.
Necesitamos personas que, con gestos y acciones, transformen el ambiente social, cultural y, también la realidad política y económica. Tenemos muchos ejemplos a nuestro alrededor: madres que se desviven por sus hijos, jóvenes voluntarios en múltiples tareas, hombres y mujeres comprometidos con el cuidado de la casa común, docentes empeñados en dar lo mejor de sí mismo a las futuras generaciones, personal sanitario que atiende con profesionalidad y cariño, misioneros que en todos los rincones del mundo desgastan su vida para que otros la ganen, comunidades que evangelizan y sanan, ancianos que testimonian su fe y su experiencia vital, etc.
Sea el encuentro con Cristo, la meta del año jubilar, lo que requiere volver a recorrer con renovado entusiasmo el camino de las obras de misericordia. Para ver a Jesús, como insistentemente nos recuerda el papa Francisco, hay que tocar su carne en el necesitado: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedar al forastero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y encarcelado…
No hay esperanza sin ejercicio concreto de la misericordia. Para ser peregrinos de esperanza es entonces necesario hacer experiencia concreta de la misericordia divina en la propia vida mediante la conversión que lleva a recibir el perdón y la reconciliación, y, a la vez, hacer experiencia de la misericordia en obras concretas con el prójimo. Dejarse amar por el Señor, para llegar a amar a los demás con su mismo amor.
El signo peculiar e identificativo del Año Jubilar, como se ha transmitido desde el primer Jubileo del año 1300, es la INDULGENCIA que “quiere expresar la plenitud del perdón de Dios que no conoce confines”, a través del Sacramento de la Penitencia y los signos de caridad y esperanza».
Y pensando en los fieles que verdaderamente arrepentidos que no podrán participar en las diversas y solemnes celebraciones, en las peregrinaciones y en las pías visitas por graves motivos (especialmente todas las monjas de clausura, los ancianos, los privados de libertad, lo enfermos, así como también aquellos que, en hospitales o en otros lugares de cuidados, prestan servicio continuo a los enfermos), conseguirán la Indulgencia jubilar, con las mismas condiciones si, unidos en espíritu a los fieles en presencia, particularmente en los momentos en los cuales las palabras del Sumo Pontífice o de los Obispos diocesanos sean transmitidas a través de los medios de comunicación, recitaran en la propia casa o ahí donde el impedimento les permita ( …) el Padre Nuestro, la Profesión de Fe en cualquier forma legítima y otras oraciones conforme a las finalidades del Año Santo, ofreciendo sus sufrimientos o dificultades de la propia vida.
Por eso en la Arquidiócesis hemos designado diversos lugares a los peregrinos para que tengan la oportunidad de recibir la INDULGENCIA JUBILAR
ZONA NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
– Parroquia Santa María Madre de Dios
– La Parroquia San Cristóbal de Chepo (para el área misionera de Jesús Buen Pastor, Guadalupe, Capira, La Inmaculada Concepción de Pacora, y la parroquia Cuerpo y Sangre de Tortí.) –
Parroquia san Miguel de las Isla de las Perlas
ZONA DE CRISTO REDENTOR
– La Parroquia Cristo Redentor de San Miguelito
ZONA OESTE SAN FRANCISCO DE PAULA
– La Parroquia San Francisco de Paula
– La Parroquia San isidro labrador de Capira para el área misionera de Capira, San Carlos y Bejuco
LA ZONA CENTRO SANTA MARIA DE LA ANTIGUA
– La Parroquia Nuestra Señora de Lourdes (acogerá a todas las peregrinaciones de enfermos y personas con discapacidad).
– Basílica Menor San Juan Bosco
CENTROS ESPECIALES
– Hogar San José de las Hnas. de Madre Teresa de Calcuta
– Hogar el Buen samaritano
– Hogar Luisa – Hogar San juan Pablo II
– Convento de la Visitación para los grupos de oración
– Hospitales
– Centro Penitenciario La Gran Joya
EL JUBILEO: UN TIEMPO DE RECONCILIACIÓN Y RENOVACIÓN
El Jubileo es, ante todo, un tiempo de gracia, un tiempo para volver a Dios. Es un tiempo para reconciliarnos con Él y con los demás, para sanar heridas y derribar muros. No importa lo lejos que hayamos ido, no importa lo que hayamos hecho, desperdiciado o arruinado. En el momento en que hayamos decidido volver nunca encontraremos una puerta cerrada, sino un abrazo que acoge y bendice”.
CAMINAR JUNTOS CON FE, ESPERANZA Y CARIDAD
Queridos hermanos y hermanas, iniciemos este Jubileo con el corazón abierto, dispuestos a dejarnos transformar por la gracia de Dios. Que seamos verdaderamente “Peregrinos de esperanza”, llevando luz, consuelo y alegría a quienes nos rodean. Pidamos la intercesión de la Virgen María, que fue la primera peregrina en la fe, y del Apóstol Pedro, fundamento de nuestra Iglesia, para que este año santo sea un tiempo de renovación y de comunión. Que, al final de este Jubileo, podamos mirar atrás y ver que hemos caminado más cerca de Dios y de los hermanos, fortalecidos por la esperanza que nunca defrauda. No importa lo lejos que hayamos ido, no importa lo que hayamos hecho, desperdiciado o arruinado. En el momento en que hayamos decidido volver nunca encontraremos una puerta cerrada, sino un abrazo que acoge y bendice”.
25 AÑOS DE LA REVERSIÓN DEL CANAL
La reversión del Canal fue el resultado de décadas de lucha por la soberanía nacional. Desde su inauguración en 1914, el Canal estuvo bajo el control de los Estados Unidos, lo que generó tensiones y reclamos de los panameños. Momentos como el 9 de enero de 1964 simbolizan la resistencia y sacrificio del pueblo panameño en su anhelo por recuperar el control del territorio nacional. El proceso de devolución se formalizó a través de los Tratados Torrijos-Carter en 1977, que establecieron la entrega gradual del Canal y la retirada de las bases militares estadounidenses. Por eso la reversión del Canal no solo simboliza la recuperación de un recurso estratégico, sino también la culminación de una lucha por la soberanía y el derecho a decidir sobre el destino nacional. Panamá ha demostrado que es capaz de administrar de manera eficiente este recurso, convirtiéndolo en un motor de desarrollo y un ejemplo de gestión internacional. Celebrar estos 25 años es también un llamado a continuar trabajando unidos, mirando hacia el futuro y enfrentando con valentía los nuevos desafíos. ¡El Canal de Panamá es, y seguirá siendo, un orgullo para todos los panameños!
† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.
ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ