Palabras de agradecimiento en la concesión del título de “Hijo Meritorio de la comuna capitalina”, Mons. José Domingo Ulloa Mendieta

Palabras de agradecimiento en la concesión del título de "Hijo Meritorio de la comuna capitalina", Mons. José Domingo Ulloa Mendieta
Señor Alcalde José Blandón
Honorable Javier Sucre  Presidente del Consejo Municipal de Panamá
Honorables Concejales del Distrito Capital

Honra a los que honor te hacen. Antiguo y sabio consejo es este, que he querido citar con la grata obligación de agradecer al Consejo Municipal de Panamá. Esta distinción que hemos sido objeto en el día de hoy, es más por la benevolencia de ustedes, en mi caso, que por los exiguos méritos que personalmente tenga para ello.

Recibir esta distinción esta víspera de iniciar la celebración del Mes de la Patria es toda una señal de obligación y una responsabilidad de ejemplaridad.

Nuestra patria ha sido configurada por grandes hombres y mujeres, que quizá han quedado en el anonimato pero que han dado grandes aportes a nuestra identidad nacional. Por ello, quienes estamos haciendo la historia hoy, debemos tener la capacidad, de entender y comprender que el resultado todos y todas como nación no es por el mérito personal o particular de alguien, sino por el proceso de desarrollo de nuestro ser y quehacer panameño a lo largo de la historia, que se ha entretejido en las relaciones de toda índole. En el caso de la Iglesia no podemos separar la historia Patria de la historia eclesial.

Con convicción y sin ninguna falsa humildad lo afirmo, que esta distinción que me han concedido, estimados señores del Cabildo Municipal de la Ciudad de Panamá, es una distinción que pertenece más a la institución que represento, a la primera Diócesis creada en tierra firme un 9 de septiembre de 1513; institución que ha acompañado el caminar de este pueblo en las diversas gestas que ha tenido que librar y, ahora más recientemente en este momento histórico frente al gran reto de la próxima Jornada Mundial de la Juventud.

Autoridades presentes, si ustedes quieren invertir en algo seguro y beneficioso para el desarrollo del país, hay que invertir en la juventud, no con paliativos ni prebendas sino con oportunidades para toda la juventud sin distingo de credo, etnia, clase social o ideología. Ellos tienen la capacidad de cambiar sus vidas y transformar positivamente el país.
Nos hace falta aunar voluntades en un proyecto común, como la Jornada Mundial de la Juventud, evento único a nivel internacional, que es organizado por la Iglesia, entorno al Papa, pero que es ofrecido a toda la juventud, especialmente a los que están en las periferias geográficas y existenciales.

Estamos convencidos que la Jornada Mundial de la Juventud marcará un antes y un después en Panamá, y cómo sea ese resultado depende en gran medida del compromiso que cada uno asuma como panameño y panameña.

Nosotros tenemos bien claro que las relaciones entre la Iglesia y la administración pública han de estar basadas en el principio de independencia y autonomía de cada una en su propio terreno, pero ambas, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del ser humano. Por tanto, es legítima una sana laicidad “en virtud de la cual las realidades temporales se rigen según sus propias normas, sin excluir sin embargo esas referencias éticas que encuentran su último fundamento en la religión. La autonomía de la esfera temporal no excluye una íntima armonía con las exigencias superiores y complejas que se derivan de una visión integral del hombre y de su eterno destino” (Benedicto XVI, Al Presidente de Italia 24-6-05).

Nadie puede dudar que el pluralismo religioso y cultural, como lo demuestra la variedad de las personas y de las entidades aquí representadas y distinguidas, es un enriquecimiento de la vida social. Qué bueno que somos distintos, pero no por eso debemos ser distantes.

Finalmente quiere agradecer tomando un texto de San Pablo, que según alguna tradición, escribió una carta a su amigo Filemón, en la que le daba las gracias por haber recibido a un hombre que vino de lejos, y lo tratara en tan bondadosa manera que lo hizo un propio hermano.  Con este texto quiero asemejar lo que ustedes han hecho conmigo. Hace trece años, cuando el 17 de abril de 2004  y fui consagrado Obispo Auxiliar de esta Arquidiócesis, vine a vivir y a quedarme para siempre en esta Ciudad y ha sido tanta vuestra bondad que me han hecho un capitalino más, sin que ello signifique que he olvidado las raíces, siempre queridas fuentes, de mi ciudad natal.

Reitero mi gratitud por haberme concedido el título de hijo Meritorio del Distrito Capital  de esta heroica  Ciudad Capitalina, que se prepara en el 2019 a celebrar sus 500 años de su fundación.

Por mi parte, puede decir que soy parte de esta ciudad, vivo y siento con sus habitantes, porque aquí me han acogido tanto la ciudad como esta Iglesia Arquidiocesana. De ustedes he recibido muchos afectos, benevolencia y comprensión.
Mi gratitud más sentida, señor Alcalde y Corporación municipal; y en ustedes a toda la Ciudad de Panamá. ¡Que Dios les bendiga!

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La Arquidiócesis de Panamá creada el 9 de septiembre de 1513 es la Iglesia más antigua en tierra firme y madre de las Iglesias particulares existentes hasta ahora en la república de Panamá.