Misa por la inauguración del Canal de Panamá ampliado

Misa por la inauguración del Canal de Panamá ampliado

Su Eminencia Jose Luis Cardenal Lacunza Maestrojuan, Obispo de David.

Mons. Andrés Carrascosa Cosa, Nuncio Apostólico en Panamá

Mons. Uriah Ashely Obispo Auxiliar de Panamá

Su Excelencia Juan Carlos Varela  Rodríguez, Presidente de la República de Panamá

Señora Lorena Castillo de Varela,  Primera Dama de la República de Panamá

Ing. Jorge Luis Quijano, Administrador de la Autoridad del Canal de Panamá

Invitados Especiales

Señores y señoras comunicadoras de los medios de comunicación social

 

En la víspera de un histórico acontecimiento, como es la inauguración del Canal de Panamá Ampliado, con un tercer juego de esclusas, los panameños y las panameñas, nos congregamos ante el altar del Señor para dar gracias por el don maravilloso otorgado a través de la posición geográfica de este pequeño Istmo que ha marcado su identidad y vocación de servicio para toda la humanidad.

Con palabras de San Agustín: “Qué cosa mejor podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que estas palabras: «Gracias a Dios». No hay cosa que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad”.

Hoy agradecemos a Dios Creador, poder inaugurar esta megaobra, que profundiza nuestra identidad y vocación de servicio a la humanidad, acortando distancias y posibilitando mayores beneficios para el país.

Ahora  más que nunca reconocemos que cada generación de panameños ha ido experimentando la necesidad que tiene de Dios, de su inspiración y de su fuerza; porque la Patria  se construye con la fe en Dios y  el compromiso de servir a los hermanos.

En este día, queremos poner a Panamá en las manos de Dios. Resaltando que confiar en Dios no significa abdicar de la propia responsabilidad en la construcción de la historia.  Confiar en Dios,  significa hacer la historia junto con Dios, interpretar en ella sus designios y ser protagonistas de la construcción de su reino en la tierra.

Y es que la Divina Providencia no convierte al hombre en objeto pasivo: lo necesita y lo reclama como instrumento libre y responsable de sus actos.

Dios habla, gobierna, corrige, sirve y santifica al hombre mediante las acciones del mismo hombre. Frente a la magna obra del Canal queremos reiterarle a Dios, que queremos según sus designios, ser ejecutores libres sobre lo que Él piensa como bien común sobre nuestro pueblo.

Por eso: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestros tiempos, sobre todo de los que sufren, son los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no, encuentre eco en su corazón.  La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia (Gaudium et Spes 1 y 4).

Creación de Dios y de la inteligencia humana

Esta  obra del ingenio humano, que ha cumplido sus ciento dos años, con el tiempo se ha venido perfeccionando hasta llegar a este momento que se adecua a las nuevas realidades del mundo marítimo para seguir brindando un servicio con eficiencia y profesionalidad.

Estamos convencidos que la naturaleza y el ser humano, en este pequeño terruño se han encontrado para manifestar la obra maravillosa del Señor, que implica una gran responsabilidad en garantizar el equilibrio ecológico necesario que permita funcionar el Canal de Panamá, sin detrimento de las comunidades ni de la rica ecología que lo rodea.

Hemos sido testigos de los riesgos que tenemos los seres humanos si no somos capaces de cuidar nuestra casa común, que es nuestro planeta Tierra. Este mismo año el cambio climático afectó grandemente nuestras fuentes hídricas. Ante estos desafíos todos debemos colaborar en el cuidado de nuestro país, cada uno desde su cultura, con sus iniciativas y capacidades; asumiendo responsabilidades, como ciudadanos y como autoridades.

Memoria histórica del legado generacional

Estamos de fiesta y por eso nos vestimos de Patria, pero esto es gracias a una generación de hombres y mujeres que supieron colocar el bien común y la dignidad de un pueblo por encima de sus diferencias sociales, políticas, económica, religiosas, étnicas. Esta verdad no podemos ignorarla, porque sería traicionar nuestra propia historia.

Este legado llamado Canal de Panamá, se debe a la contribución de trabajadores venidos de las Antillas, especialmente afroantillanos y de Asia, específicamente de la China, y de otras nacionalidades, que dejaron sudor, sangre y vida en la obra interoceánica. Sus hijos, nietos y descendientes nos recuerdan que se han quedado entre nosotros para siempre, que son parte de Panamá.

Es imperativo también recordar con vivida emoción a las generaciones de la década del 50, 60 y 70, que sostuvieron la lucha generacional por lograr una Patria libre y soberana. Hay que resaltar muy particularmente la gesta heroica del 9 de Enero de 1964, gesta donde -como en ninguna otra ocasión- el sentimiento por la panameñidad expresado con dignidad se puso de manifiesto en aquel momento, con el arrojo y la valentía de una juventud estudiosa que defendió con su sangre el derecho de ondear nuestra Enseña Patria sobre el territorio ocupado.

Nuestra juventud idealista, luchadora, con deseos de superación y de lograr una patria con un solo territorio soberano, no estuvo sola. Fue respaldada por todos y cada uno de los panameños y panameñas, pero de manera particular, encontró no solo el apoyo sino un liderazgo en el Presidente de la República, Don Roberto F. Chiari, el “presidente de la dignidad”, quien no vaciló en tomar las riendas de la situación con valentía, hasta llegar a  romper relaciones diplomáticas con el país más poderoso de la tierra. Lo que era impensable, sobre todo si eres una Nación pequeña.

La administración del Canal de Panamá en manos panameñas, se la debemos a la gestión del General Omar Torrijos Herrera, quien colocó el nombre de nuestro país en la esfera internacional para lograr que países hermanos se unieran a la causa panameña. Y la otra gran figura política a la que nos une una enorme gratitud es la del Presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, quien contracorriente asumió el reto dar el impulso final a las negociaciones con Panamá para que se concluyera con el enclave colonial. Ambos líderes, asesorados con destacados negociadores, marcaron un antes y un después con relación al Canal, al sellar con sus firmas los Tratados Torrijos-Carter, el 7 de septiembre de 1977, acto que fue ratificado por la mayoría del pueblo panameño, mediante referéndum popular el 23 de octubre de 1977.

Es por los Tratados Torrijos-Carter que en un apoteósico evento, los panameños asumimos plenamente la administración del Canal de Panamá, el 31 de diciembre de 1999, a partir de las doce del día, bajo la Presidencia de Mireya Mosco. Ya han pasado 16 años desde ese momento y hemos demostrado al mundo nuestra capacidad para operar con eficiencia el Canal de Panamá, prestando un servicio de excelencia al comercio marítimo mundial.

Pero los nuevos tiempos, traen nuevos desafíos y es por ello que para mejorar este servicio al mundo, el pueblo panameño en referéndum del 22 de octubre de 2006, con una abrumadora mayoría aprueba la ampliación del Canal, durante la Presidencia de Martín Torrijos. La obra que empezó oficialmente el 3 de septiembre del 2007 y que ahora vemos culminada en este año 2016, en la Presidencia de Juan Carlos Varela.

Recordamos a los trabajadores que fallecieron durante la construcción la ampliación del Canal, ellos han hecho Patria y a sus familiares les acompañamos con nuestras oraciones y solidaridad.

Son estas y muchas otras razones, por la que podemos decir con convicción y seguridad que el CANAL ES NUESTRO, no pertenece a gobierno alguno. El Canal es de todos y cada uno de los panameños y panameñas, herederos de los frutos germinados de las luchas y gestas generacionales. En consecuencia los beneficios de este activo del país deben ser para beneficio de todos, sin exclusión de nadie.

 

Un recurso para generar movilidad social

Con la inauguración de las esclusas del Canal Ampliado, nos llenamos de gozo y de patriotismo, por lo que ha significado esta obra en la historia de los panameños. Pero este acontecimiento también debe hacer que entre los panameños crezca la sensatez, que nos permita ser capaces de empinarnos por encima de las diferencias y las adversidades, para aplomar el pie y el corazón sobre baluartes de soberanía, democracia y justicia social; que nos direccione hacia el Panamá que todos queremos.

Con la inauguración de este tercer juego de esclusas, tenemos una oportunidad histórica por delante: Lograr el CANAL PARA TODOS, -para campesinos, indígenas, negros, mujeres; para la niñez y la juventud, para los adultos mayores y las personas con capacidades especiales, en fin para todos. Debe hacer real y efectiva nuestra soberanía con el cultivo de un sincero amor a la Patria; con la consolidación de nuestra cultura, con la integración de las áreas revertidas, dándole el mayor uso social, y el manejo autónomo del Canal.

Actualmente, somos conscientes que la consolidación nacional está afectada, especialmente por una cultura dominante cada vez más marcada por el individualismo y una mentalidad pública y privada que prescinde de lo ético. La globalización no solo es económica, sino que atenta contra la cultura nacional, ESA CULTURA que nos da sentido de pertenencia e identidad. Contra esta amenaza, tenemos el desafío de construir la Patria en el alma de los jóvenes, en su espíritu individual y colectivo, con ejemplos de trabajo, honestidad y  solidaridad.

Nuestra acción de gracias

El Papa Emérito Benedicto XVI en su Encíclica Caritas In Veritate, nos recuerda que existe un principio fundamental que está al interno de las realidades económicas y políticas, como es el principio de la gratuidad, del don. Este principio nos permite incidir, desde el ámbito testimonial, en las realidades decisorias de las políticas públicas, pensando no tanto en los intereses y prebendas o lo que tradicionalmente se llama “costos” políticos, sino en el destinatario de las políticas públicas asumiéndolo no como un objeto al cual se dirigen dichas políticas, sino como sujeto activo de las mismas, lo que permite entrar en un proceso de participación y solidaridad.

Si bien estamos agradecidos por el desarrollo y la estabilidad económica alcanzada hasta el momento, lo que ponderamos, no podemos contentarnos solo con esto, debemos unir esfuerzos para que esta bonanza se traduzca en mayores oportunidades para la formación de los niños y los jóvenes, en trabajos más dignos, en atención a los más vulnerables de la sociedad nacional, que son los caminos auténticos que conducen a superar el flagelo de la pobreza y de la miseria.

Y queremos advertir que no se trata solo de buscar la riqueza material. Nuestra felicidad no está en el tener cosas materiales. La medida de la vida no se encuentra ahí. Es en los valores y en el bienestar espiritual del individuo y la familia donde encontraremos los verdaderos signos de bienestar y felicidad plena de toda persona. Por ello, también debemos crecer en humanidad, en fraternidad.

Hemos visto pues que la patria no comienza hoy con nosotros, pero es evidente que no puede crecer y fructificar sin nosotros, que tenemos la obligación con las futuras generaciones de darle un país con mayores oportunidades. Por eso, nos toca a nosotros seguir creando y construyendo la Patria.

Es desde este espíritu que le invitamos a soñar y a trabajar unidos por un país en que redescubramos la gratuidad en nuestras relaciones personales e institucionales; donde las personas estén exactamente en el centro de nuestra preocupación y de nuestro quehacer; soñemos y trabajemos en reconocernos como hermanos, como hermanas, especialmente con los más débiles y vulnerables. Soñemos y trabajemos para que nuestras diferencias no sean motivos de confrontación, sino de riqueza; soñemos  y trabajemos para que el mayor interés no sea el obtener dinero bajo cualquier concepto, sino el crecimiento de las personas y la felicidad de sus familias. Soñemos y trabajemos para que Panamá sea un lugar de encuentro para todos, también para los que emigran buscando en este país nuevos horizontes para su vida; soñemos y trabajemos en un país sin discriminaciones de ninguna especie, en un país de mano tendida y rostro descubierto; soñemos y trabajemos en un país justo, fraterno y solidario.

Hoy es el día en que Panamá ruega a Dios por Panamá. Así lo señalaron hombres y mujeres que intuían que la patria, su grandeza, su libertad y su unidad, que es al mismo tiempo tarea humana y don divino.

Panamá ha seguido cultivando esa tradición: comenzar su fiesta orando y agradeciendo a Dios por un país bendecido por tantos dones como son entre otros,  su flora, su fauna, sus costas y sobretodo: su gente.

Hoy como ayer, debemos continuar defendiendo nuestra soberanía, frente a un mundo globalizado. La Iglesia Católica en Panamá, como  hace un poco más de 500 años, ha estado encarnada en la realidad de su pueblo, en su nombre alzaremos la voz las veces en que sea necesario para denunciar las injusticias, y caminar con su pueblo en sus luchas y sus gozos. Pero, sobre todo, buscará caminos para el encuentro, el perdón y la reconciliación entre los panameños.

En este día en que Panamá levanta su voz y sus brazos al Creador para agradecer los bienes que nos ha regalado, a ese mismo Dios, Señor de todas las cosas, pedimos que conceda a todos nosotros, pero especialmente a quienes tienen responsabilidades en la conducción de la nación en las diversas instancias de la vida política, social y económica, la audacia para caminar por la senda de la fraternidad, el servicio a los más necesitados y que les otorgue la capacidad de renunciar a las pequeñeces que impiden muchas veces nuestro caminar en la armonía de una nación que quiere ser un lugar donde todos puedan vivir en paz.

Ruego a Dios Padre que con la ayuda de Santa María la Antigua, que ha acompañado  el caminar de nuestro pueblo, bendiga siempre a nuestro país y a nosotros -sus hijos- nos haga dóciles a la acción del Espíritu para que podamos entonar siempre en paz y armonía el canto de alabanza que nos recuerda el coro de nuestro himno nacional: “Alcanzamos por fin la victoria/En el campo feliz de la unión;/Con ardientes fulgores de gloria/Se ilumina la nueva nación”. ¡Qué viva Panamá!

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La Arquidiócesis de Panamá creada el 9 de septiembre de 1513 es la Iglesia más antigua en tierra firme y madre de las Iglesias particulares existentes hasta ahora en la república de Panamá.