Las personas Consagrada son testigos de esperanza en un mundo sufriente

Las personas Consagrada son testigos de esperanza en un mundo sufriente

PANAMÁ. 2 DE FEBRERO DE 2020. El Arzobispo de Panamá, en el día de la XXIV Jornada Mundial de la Vida Consagrada, este 2 de febrero, “dio gracias a Dios por todas las personas consagradas que, desde las diversas vocaciones y formas de servicio, son testigos de esperanza en medio de un mundo sufriente”, en la Misa de clausura de CELEBREMOS PANAMÁ 2020, realizada en el Mirador del Pacífico en la Cinta Costera.

Monseñor José D. Ulloa Mendieta, de manera especial señaló que la pastoral vocacional, pretende llamar la atención de los jóvenes sobre su vocación en el mundo. Por eso,  con los seminaristas han desarrollado una misión vocacional visitando parroquias, encontrándose con jóvenes para quitar vendas; limpiar oídos, romper estigmas para que no exista ruidos que impidan la escucha de la llamada de Dios.

Como fruto de esta misión vocacional han surgido pequeños grupos de oración por las vocaciones que fueron enviados para ir sembrando en el corazón de las parroquias, las comunidades, de los fieles, la urgencia en orar por las vocaciones en la Arquidiócesis de Panamá, destacó.

El Obispo panameño animó a los hermanos y hermanas consagrados:  a renovar sus respuesta a la elección de Dios, y salir al encuentro del Señor con la luz de la fe, la fuerza de la esperanza y el fuego del amor que el Padre ha encendido en nuestros corazones, para consolar al mundo.

Llamó a los jóvenes a que en esta fecha especial preguntarle a Jesús: Señor ¿qué quieres de mí? ¿Qué misión me tienes encomendada? ¿Qué me pides hoy para llevar tu amor a todos los rincones de la tierra?

Invitó encarecidamente a todos los fieles cristianos a dar gracias a Dios por el don de la vida consagrada.

Los consagrados ofrecen el testimonio vivo de que Dios está presente en todo lugar y época, de que su amor llega a todos los rincones de la tierra y del corazón humano, señaló monseñor  José D. Ulloa Mendieta.

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La Arquidiócesis de Panamá creada el 9 de septiembre de 1513 es la Iglesia más antigua en tierra firme y madre de las Iglesias particulares existentes hasta ahora en la república de Panamá.