Homilía Primer Domingo de Cuaresma /Peregrinación a Jesús Nazareno de Atalaya

Homilía Primer Domingo de Cuaresma /Peregrinación  a Jesús Nazareno de Atalaya

Excelentísimo Señor Presidente, Juan Carlos Varela

Su Excelencia Embajadora de Panamá en la hermana República de Portugal

Su Excelencia Embajador de la hermana República de Portugal en Panamá.

Quiero agradecer a mi hermano, Monseñor Audilio Aguilar Aguilar, por la invitación que me hizo para que presidiera esta gran celebración entorno a Jesús Nazareno y en el inicio de la Cuaresma.

Expreso mi alegría al compartir con mis queridos hermanos en el episcopado y con cada uno de ustedes la mesa del pan y de la palabra de Dios.

Quiero felicitarlos por su presencia y, sobre todo, por su resistencia porque a pesar del calor de este día, permanecen aquí firmes. Ofrezcamos esto al Señor, para que nos de fuerzas y sepamos que lo que ofrecemos con entusiasmo, con resistencia, con fuerza, también contribuye para el Reino de Dios.

El comenzar nuevamente este camino cuaresmal, implica que debemos empeñarnos en alcanzar la Pascua, pero no solo la litúrgica, sino sobre todo la Pascua de nuestros corazones, su paso del pecado a la gracia; de la tristeza a la alegría; de la muerte a la vida.

Para quienes permanecemos en este mundo, el Señor nos concede un año más para celebrar este tiempo de gracia y salvación. Y deben resonar en nuestros oídos aquellas palabras de San Pablo que la Iglesia nos hizo escuchar el miércoles de ceniza: “Los exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque este es el tiempo favorable: déjense reconciliar con Dios”.

Y como ninguna Cuaresma es igual, este tiempo especial, nos congrega iluminado por varios acontecimientos: hoy conmemoramos los 34 años de la visita de San Juan Pablo II a Panamá; y hoy tenemos la dicha que está con nosotros una réplica de las 13 que existen de la imagen de Nuestra Señora de Fátima, que está peregrinado por el mundo entero en conmemoración de los cien años de su aparición en Cova de Iria, Portugal, a tres pequeños e inocentes niños y Panamá es uno de esos países privilegiados.

En lugar de ir a Portugal, la Virgen de Fátima ha querido estar con nosotros, por eso en el recorrido que está haciendo la imagen por el país, ofrece la oportunidad de ganar las indulgencias que este año Jubilar nos ofrece. FATIMA HA QUERIDO VENIR A PANAMA.

Como Isabel nosotros podemos decir: “¿Quiénes somos nosotros para que nos visite la madre de nuestro Señor?” “Dichosa tú, que has creído”. Hablar de la fe en la vida de María es referirnos a una vida de unión con Dios, de obediencia filial y de negación de si misma.

Ella más que ninguna otra criatura, vivió en forma concreta y constante el ejercicio vigoroso de su fe, que la impulsaba a servirse de toda ocasión para elevar sus pensamientos y demás afectos a Dios, sorprendida y admirada por lo que el Señor realizaba en ella, guardando en su corazón todo aquello que no entendía para hacerlo objeto de su atenta contemplación. Su fe la llevaba en medio de las pruebas a confiar en la Providencia Divina. Dios confió en ella y ella confió en Dios.

El mensaje de la Virgen en Fátima

La Iglesia nos invita a que contemplemos a la Virgen de Fátima como esperanza y aurora de salvación. San Juan Pablo II, nos recordó que María, Nuestra Madre celestial, vino para sacudir las conciencias, para iluminar el auténtico significado de la vida, para estimular la conversión del pecado y el fervor espiritual, para inflamar las almas de amor a Dios y de caridad hacia el prójimo.

María vino a socorrernos. “El mensaje de Fátima es, en su núcleo fundamental, una llamada a la conversión y a la penitencia, como en el Evangelio. A lo largo de todo el Evangelio resuenan las palabras arrepiéntanse y hagan penitencia. “Penitencia es tratar siempre con la máxima caridad a los otros. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfermos, a los que padecen.

El mensaje de la Virgen de Fátima hace referencia a la realidad del pecado que corrompe y desfigura a la humanidad; muestra a los niños su Corazón inmaculado coronado de espinas, y les dice que son necesarios la oración y la penitencia, el sacrificio y el sufrimiento para reparar los numerosos males que ofenden a Dios, y reine en el mundo la paz.

Consagración al Inmaculado Corazón de María

Es en este contexto que queremos consagrar nuestro país y la Jornada Mundial de la Juventud al Inmaculado Corazón de María.

Consagrarse al sagrado Corazón de María significa renovar nuestras promesas bautismales; es la perfecta consagración a Jesucristo por manos de María. La consagración a María se considera como un lazo de amor a Ella, el cual nos permite gozar de sus cuidados y amparo, ante las situaciones que nos alejan de la voluntad de Dios.

Entonces, ¿por qué consagrar al país al Inmaculado Corazón de María? Según las enseñanzas de Nuestra Señora en Fátima es necesario promover la consagración de un país a su Inmaculado Corazón para que sea custodiado bajo su amparo, de las adversidades que producen el pecado a través de las guerras y la destrucción de la sociedad. La misma Madre promete brindar las gracias necesarias para la salvación de sus habitantes.

Situación del país que requiere la conversión de todos

Nuestra Señora de Fátima, encuentra a nuestro país sumido en una serie de situaciones de pecado, tanto individual como social, que demandan una urgente conversión.

Primero hay que partir del reconocimiento individual de que somos pecadores, que somos corruptos, que ese cáncer que correo a la sociedad debe ser primero arrancado de cada uno de nuestros corazones.

A ejemplo de Zaqueo, seamos capaces de aceptar el daño que le hicimos y le seguimos haciendo al país no solo en lo económico, sino también en lo moral y lo espiritual. Nadie está exento de responsabilidad: ni las Iglesias, ni los ricos, ni los pobres, ni mucho menos los políticos ni los que ostentan el poder político y económico.

La corrupción no tiene nacionalidad, ni estatus social ni mucho menos color o raza. Así lo evidenció el Papa Francisco con palabras duras al decir: “Los corruptos están por todas partes. Y tenemos que decir la verdad: la corrupción es precisamente ‘el pecado a la mano’ que tiene aquella persona con autoridad sobre los demás, sea económica, sea política, sea eclesiástica. Todos somos tentados a la corrupción…” “Y, ¿quien paga la corrupción? La corrupción la paga el pobre, la pagan los hospitales sin medicinas, los enfermos que no tienen cuidados y atención espiritual, los niños sin educación y sin catequesis”.

Pero hay un pecado todavía más grave que la corrupción, que es la indiferencia, el poco importa, que nos hace insensibles ante el dolor del “otro”, ante la necesidad del “otro”. Este es otro de los males que debemos combatir. Porque la indiferencia nos paraliza, no nos permite movernos, nos clava en el suelo, dejando que “todo pase”, porque no es conmigo.

Oportunas son las palabras del Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones del 2016, donde hace referencia al modo en que las viejas heridas y los resentimientos que arrastramos pueden atrapar a las personas e impedirles comunicarse y reconciliarse.

El Papa tras expresar la creciente agresividad del “lenguaje de la política”, manifestó “la necesidad de evitar el linchamiento moral en las redes sociales” y ha hecho un llamamiento “a cuantos tienen responsabilidades institucionalidades, pol

íticas y de formar para que estén siempre atentos al modo de expresarse, sobre todo cuando se refieran “a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores”. También les pidió que no alimenten “las llamas de la desconfianza, del miedo y del odio” que tengan “la valentía necesaria para orientar a las personas hacia los procesos de reconciliación”, explorar “el poder que tiene la comunicación para tender puentes” y usar “la misericordia” para devolver la paz a familias y comunidades.

Y quiero decirlo como lo expresa un gran filósofo popular de nuestro pueblo “estamos heridos, pero no de “muerte”. Gracias a Dios y por la intercesión de la Virgen, a pesar de estos y otros problemas, aún podemos redescubrir el Panamaì que es más grande que estas dificultades.

¡Qué oportunidad más grande tenemos para limpiar nuestros pecados, sanar nuestras heridas y vivir el proceso de conversión!, para tener una vida coherente, una vida en la que hable es nuestro testimonio, donde el ser y hacer tienen la misma dimensión.

No sigamos cayendo en la tentación de proyectar nuestras fragilidades y debilidades en los otros. Tengamos la valentía de decir: si peque y quiero cambiar.

La Virgen de Fátima sigue siendo un faro de esperanza consoladora y un fuerte estímulo a la conversión. María espera la respuesta de todos sus hijos.
¿Qué nos pide hoy María en este peregrinar? Que no se malogre la gracia que Dios nos ofrece generosamente en este tiempo de salvación. Es importante que cada uno echemos un vistazo a nuestro interior a fin de comprobar cuál es nuestra situación ante Dios, para ver cuál es nuestra disposición a seguir el llamamiento del Señor que nos invita a cambiar de conducta, a mejorar nuestra vida cristiana. NO ESPEREMOS QUE LOS OTROS CAMBIEN, EMPECEMOS A CAMBIAR NOSOTROS. Por eso el tiempo de cuaresma es una llamada a la reflexión y a la sinceridad para darle un poco más de calidad y de hondura a la fe que profesamos.

La fe traducida en vida

La fe se alimenta de la palabra, para luego traducirse en vida. El tiempo cuaresmal es el tiempo más oportuno, más a propósito para escuchar la palabra y dejarse transformar por ella. Para superar una fe lánguida, una fe para ir tirando, necesitamos prestar más atención a Dios mismo que nos habla en su palabra, que nos sana en sus sacramentos.

Este es el tiempo para mejorar nuestra vida cristiana, para hacerla algo más auténtica, más creíble, más comprometida.

Por eso cuando el miércoles pasado nos impusieron la ceniza, a cada uno se nos decía: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Son las primeras palabras de Jesús al comienzo de su ministerio, después de su experiencia de soledad y oración en el desierto; son las palabras que nos dirige la Iglesia al empezar este tiempo de gracia y salvación. Ojalá no las echemos en saco roto. Que la participación en la Eucaristía nos confirme en la recta conciencia para escuchar la voz del Señor que nos llama a cambiar y mejorar nuestra vida cristiana.

Para eso estamos aquí, por eso hemos venido atravesando montes y senderos para contemplar a Jesús Nazareno y llenarnos de entusiasmo apostólico en el amor. Acudimos desde todos los rincones de nuestro país desde Chiriquí, Darién, Bocas del Toro, Los Santos y Herrera, Colón, Coclé, Panamá y Veraguas…. Venimos sin mezquindades ni intereses egoístas; venimos con el alma abierta a su mensaje y con la alegría de su Evangelio

¿A que venimos? ¿Qué nos mueve? ¿Cómo llegamos a su encuentro? Sabemos que no estamos movidos por un mero recuerdo histórico, ciertamente importante y comprobado. Algo más fuerte nos mueve: hoy estamos aquí porque nos mueve la fe, recibida de Él mismo; fe manifestada en la esperanza de nuestro peregrinar y resplandeciente en nuestra caridad.

Consagramos la JMJ al Inmaculado Corazón de María

Qué hermosa oportunidad tenemos ante la imagen de la Virgen de Fátima, consagrar la próxima Jornada Mundial de la Juventud a su Inmaculado Corazón, evento juvenil que tendrá un carácter mariano, donde nuestra juventud tendrá la oportunidad de tener un encuentro personal con Jesucristo de la mano de María junto al sucesor de Pedro. Y que Dios bendiga, proteja u fortalezca al Papa Francisco para que esté con nosotros.

Queremos que con su presencia María proteja este evento de las tentaciones que seguramente tendrán algunos en el contexto de las elecciones para hacerse de simpatías o rechazos. Desde ahora le decimos no seamos mezquinos con nuestros jóvenes, no instrumentalicemos este evento. PENSEMOS EN PANAMA.

La Jornada Mundial de la Juventud es un proyecto que supera las esferas eclesiales, políticas, religiosas, culturales. Permite la posibilidad de unirnos para que alejados de la politiquería y el oportunismo, podamos asumir la Jornada Mundial de la Juventud como nación, dispuesta a recrear nuestras diferencias como una riqueza que nos permita estar unidos en la diversidad de expresiones de fe, de cultura y etnias.

Jóvenes protagonistas

Queridos jóvenes, con esta Jornada Dios nos brinda una oportunidad de oro, para que ustedes sean los verdaderos protagonistas. Ustedes serán el rostro de la Iglesia y de Panamá; ustedes tienen la capacidad de prepararse para recibir a los jóvenes del mundo, en este pequeño pero hermoso país.

¿Cómo pueden hacerlo? Aprendiendo una lengua de los cinco idiomas oficiales para esta Jornada Mundial: inglés, italiano, francés, español, portugués.

También profundizando en la historia de nuestro país, de la Iglesia, de tu comunidad, de la parroquia. Asumiendo nuestra cultura, en sus expresiones religiosas y culturales. Conocer la historia de lo que somos: la primera diócesis en tierra firme en este continente, bajo la advocación de Santa María la Antigua, primera advocación mariana llegada a tierra firme. Cuando concluya la Jornada ustedes no serán los mismos, PANAMA no será lo mismo, porque con todo ese conocimiento tendrán otras opciones en la vida.

En otro aspecto que pueden apoyar es motivando a sus familiares, amigos, vecinos, conocidos, para que sean familia de acogida, para hospedar peregrinos del mundo en sus casas. Deben decirles que vayan a la parroquia más cercana de sus casas, para que puedan inscribirse.

Pero, donde serán verdaderos protagonistas es cuando salgan a buscar aquella juventud alejada, en situación de vulnerabilidad para que puedan vivir esa experiencia del encuentro con Jesucristo de la mano de María junto al Sucesor de Pedro.

Queridos jóvenes impregnemos esta Jornada Mundial de la Juventud, con nuestra vitalidad, nuestra alegría, nuestra hospitalidad para que cuando los otros jóvenes vean -incluso los no creyentes- puedan decir: “Miren, como se aman”. Es el mayor elogio pueden darle a una comunidad cristiana. Poder expresar el amor misericordioso de Dios para que otros quieran experimentar ese mismo gozo.

No me cansaré de repetirlo, ustedes son la razón y el por qué de esta Jornada en Panamá. Nuestra confianza está puesta en ustedes, porque conocemos de los que son capaces cuando se lo proponen.

No hay una juventud perdida, lo que tenemos es una juventud sin espacios propios para su expresión y desarrollo, donde sean los verdaderos protagonistas.

Jóvenes no tengan miedo, atrévanse a remar mar adentro, donde el límite sea el cielo, un cielo aterrizado en la tierra, donde se construye el Reino de Dios para peregrinar hasta llegar a la Jerusalén Celestial.

Les reitero: “Hoy los adultos necesitamos de ustedes”, por eso “tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros” y recordarnos encontrar a Dios “en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo”.

Deseo aprovechar también para decirles que los católicos, los cristianos somos respetuosos de todos y cada uno de los habitantes de este país. Pero así mismo exigimos ese mismo respeto a nuestra fe. No podemos “utilizar la imagen del Santo Padre, o los signos de nuestra fe”, como si fueran “emoticones”.

Un inicio del año escolar y día de la mujer

Este próximo lunes, nuestra niñez y juventud iniciará un nuevo año escolar. Esto significa que tenemos la oportunidad también de comprometernos a elevar los niveles de nuestra educación.

Si queremos superar los inmensos problemas de nuestra sociedad, volquemos nuestra preocupación por transformar positivamente nuestra educación. Y esto nos compete a todos.

En esto la mujer panameña es una extraordinaria experta, su capacidad de sostener y llevar adelante proyectos de vida contra toda lógica humana no solo está consignada en la historia de la nación sino en la vida de cada uno de nosotros.

Aprovecho la oportunidad para saludar a todas las mujeres en este Istmo, y bendecirlas y animarlas para que continúen aportando su genio femenino a la sociedad y la Iglesia. Se que no es fácil, aún su reconocimiento no es pleno, aún en la misma Iglesia, pero no están solas, les acompañamos en sus justas aspiraciones. Gracias mujer por lo que eres y seguirás siendo en la vida de la Iglesia y del país.

Ante la imagen de Jesús Nazareno

Hermanos y hermanas: pidamos ante la imagen de Jesús Nazareno y de Nuestra Señora de Fátima – que nuestro encuentro con Él en esta mañana transcienda los aspectos sentimentales, tradicionales, folclóricos.

Que nuestro encuentro con Él en esta Eucaristía no se quede en la superficie de los sentimientos, que poco comprometen, sino que se realice en la hondura de nuestros corazones, que sea un encuentro personal y cálido, que transforme nuestra vida y tenga un reflejo en nuestra sociedad.

A los pies de nuestra Señora de Fátima, la ilustre peregrina, y de su Hijo Nuestro Jesús Nazareno pidamos que nuestra peregrinación no termine hoy aquí, todo lo contrario. Que Ella la que nos ha venido a visitar, regale al pueblo panameño la capacidad de peregrinar en el amor, en la paz y en la unidad. AMEN.

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La Arquidiócesis de Panamá creada el 9 de septiembre de 1513 es la Iglesia más antigua en tierra firme y madre de las Iglesias particulares existentes hasta ahora en la república de Panamá.