COMUNICADO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA (CEP) AL TERMINO DE SU ASAMBLEA PLENARIA No. 203

COMUNICADO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA (CEP) AL TERMINO DE SU ASAMBLEA PLENARIA No. 203

Reunidos del 11 al 15 de enero de 2016, en la 203 Asamblea Ordinaria de los Obispos de la Conferencia Episcopal Panameña, para reflexionar, con la ayuda de sacerdotes, religiosas y laicos, sobre la realidad de la Iglesia y de la sociedad, al término de nuestro encuentro, y puestos en oración, queremos compartir con el Pueblo de Dios, nuestra visión, anhelos y esperanzas.

I. PANORAMA ECLESIAL 

1. NUEVO OBISPO 

Queremos expresar la más cordial bienvenida a esta Asamblea a Su Excelencia Reverendísima Mons. Edgardo Cedeño Muñoz, SVD, quien fue ordenado obispo de Penonomé el pasado 5 de diciembre, acontecimiento causa de regocijo para nuestra Iglesia.

2. NUEVOS DIRECTIVOS DE LA CEP 

Nuestra Asamblea, siguiendo los estatutos de la CEP, ha sido el marco para la elección de su nueva directiva: Mons. José D. Ulloa Mendieta, OSA, arzobispo de Panamá, reelegido Presidente de nuestra Conferencia; Mons. Rafael Valdivieso Miranda, obispo de Chitré, Vice- presidente; y Mons. Manuel Ochogavía Barahona, OSA., obispo de Colón – Kuna Yala, Secretario General.

Agradecemos el servicio que durante años ha prestado Mons. Audilio Aguilar Aguilar, obispo de Santiago, hasta ahora Vice- Presidente, y a Mons. Pablo Varela Server, obispo Auxiliar de Panamá, que se desempeñaba como Secretario.

3. FORTALEZAS Y RETOS 

Abrimos esta Asamblea Ordinaria de la Conferencia Episcopal Panameña (CEP) con la visión de la Iglesia universal fortalecida y renovada por la extraordinaria personalidad del Papa Francisco y con la visión de nuestra Iglesia, que busca su renovación para acompañar al pueblo en medio de las tribulaciones de la historia y de la confianza en el Señor.

La visita del Santo Padre a nuestro continente ha fortalecido nuestra fe y esperanza y nos estimula a ser una Iglesia en salida, en busca de los alejados que esperan el anuncio de la Buena Nueva. También el Sínodo de Obispos sobre la Familia, mientras esperamos las orientaciones del Santo Padre, nos anima a atender más adecuadamente a las familias con sus particularidades y diversidades, especialmente a aquellas en situación irregular para que se sientan parte del pueblo de Dios.

Nuestra labor como Pastores nos lleva primordialmente a acompañar a nuestras iglesias en su proceso de crecimiento y maduración. Por ello, se hace necesario fortalecer nuestras estructuras diocesanas, a través de los Consejos, que expresan la corresponsabilidad en la toma de decisiones y en el deber de velar por la buena marcha de cada comunidad diocesana y parroquial. En esta línea, los obispos de Panamá hemos participado de un seminario-taller sobre administración de los bienes económicos, con el fin de poder orientar este aspecto en la vida de la Iglesia.

La formación cristiana siempre es un reto ineludible en la misión de la Iglesia. Por ello, hemos analizado en estos días la realidad de los procesos de formación cristiana, insistiendo en que debe ser ante todo un proceso continuado que lleve al encuentro con Cristo. Para lo cual hemos pedido la adecuación y puesta al día de los programas de catequesis, en especial los programas relacionados con los sacramentos de iniciación.

Nuestra iglesia sufre las consecuencias de una cultura secularizada, indiferente ante los compromisos y que aísla a la persona en la superficialidad y la tibieza para acoger proyectos de vida que exijan radicalidad. Esto lo constatamos en la escasa respuesta de los jóvenes a la propuesta de la vocación sacerdotal o religiosa. Debemos promover una nueva “cultura vocacional”, que anime y fomente estas vocaciones en el seno de nuestras comunidades.

4. LLAMADO EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA 

El Jubileo Extraordinario de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco, nos ofrece una oportunidad para manifestar a todos la experiencia del perdón y la reconciliación para sanar los corazones heridos y lastimados por el pecado. Este Jubileo es una oportunidad extraordinaria para replantear nuestra vida de fe y nuestro quehacer pastoral. Tenemos que ser signo del amor y la misericordia del Padre, que debemos proyectar con acciones concretas y con una comunicación efectiva y cercana, ante los sufrimientos, luchas y esperanzas del pueblo. Este es el llamado que debemos hacer a nuestros agentes de pastoral, para que manifiesten su disponibilidad para reconciliar a la gente con Dios y su Iglesia.

Como pastores de la Iglesia en Panamá, hemos abierto la Puerta de la Misericordia en distintos templos del país, con la finalidad de que todos tengan la posibilidad de atravesarla como signo de su compromiso de conversión, perdón y reconciliación con el Padre Misericordioso.

Hoy como siempre, nuestras comunidades deben responder al llamado que nos hace el Señor a optar por los más pobres. Su dolor y pobreza claman nuestra atención. Debemos no solo ser capaces de reconocer su rostro maltratado, sino preguntarnos qué estamos haciendo por Él. Por ello la Pastoral Social no debe ser algo ajeno a la vida de la comunidad, y desde la creatividad y el compromiso debe ser expresión del amor a Jesús. Podemos entretenernos en muchas cosas, pero si no atendemos al pobre no seremos la iglesia de Jesús.

Animamos a nuestras parroquias, comunidades, movimientos y pastorales, para hacer evidente la misericordia del Padre, que espera con sus brazos abiertos a todos, sin exclusión alguna.

II. PANORAMA NACIONAL 

1. DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES 

Nuestro país se encuentra ante importantes desafíos en diversos órdenes. Hay muchas interrogantes sobre hacia dónde va el país en temas como las reformas electorales, la ampliación del Canal, la educación, la salud, el transporte, que demandan una respuesta clara y concreta.

La desconfianza creciente, la indiferencia, apatía y el desconocimiento entre las personas se convierten en un obstáculo para la construcción de un proyecto de país que sea más equitativo, solidario, integral y con un desarrollo sostenible.

Por eso se hace necesario un discernimiento a la luz del Evangelio sobre los retos y oportunidades del país así como una toma de conciencia sobre nuestras responsabilidades en la construcción del bien común.

Por tanto, nuestro desafío es vivir a la altura de las exigencias que nos demandan la construcción de un proyecto de país que se inicie y se prolongue más allá de los períodos de gobierno, que favorezca el diálogo transparente y logre los consensos necesarios para garantizar beneficios concretos (salud, educación, trabajo de calidad) de manera que las grandes mayorías de la población, particularmente los niños y los jóvenes, tengan oportunidades para su desarrollo.

Reiteramos la importancia de vivir en democracia, que tanto esfuerzo nos ha costado alcanzar y preservar en nuestro país. Una conquista que no puede estar en riesgo por la existencia de prácticas que socaven su legitimidad en un clima de agravios, sospechas y denuncias que debilitan la credibilidad de personas e instituciones.

Nuestro país ganaría mucho si somos capaces de generar las condiciones que permitan cambios en la persona y en la sociedad, mediante el rescate de valores, la ética en la gestión pública y privada así como en la acción ciudadana; si erradicamos de nuestra cultura la corrupción y la impunidad; si fortalecemos la institucionalidad, la gestión pública y el capital humano; pero, sobre todo, si se construye una ciudadanía que apuesta por un nuevo modelo de contrato social, capaz de estructurar procesos participativos e inclusivos que mejoren la calidad de vida de las comunidades.

Por esta razón, invitamos con sencillez a creyentes y no creyentes, a darnos tiempo para redescubrir la bondad de cada persona, la eficacia que tiene la gratuidad y solidaridad en nuestras relaciones, así como el respeto de la dignidad humana y a desterrar la idolatría del dinero. Pero, sobre todo, a valorar la importancia de la corresponsabilidad de los ciudadanos.

fortaleciendo la cohesión social, la estabilidad y la legitimidad política como bases necesarias de la gobernabilidad.

2. DIÁLOGO SINCERO Y EFICAZ 

Reiteramos la necesidad del diálogo como la vía indispensable para resolver los problemas de nuestro país. Un diálogo sincero y eficaz, que prevea cambios y acuerdos en bien de todos, solo es posible con una esperanza que ponga en movimiento a la mayoría de los panameños, de todas las tendencias políticas, ámbitos culturales y condiciones sociales, y con los valores indispensables para la regeneración del país.

3. RENOVACIÓN ÉTICA Y ESPIRITUAL 

La crisis que confrontamos revela una situación profunda: una crisis moral, de valores, actitudes, motivaciones y conductas, que es preciso corregir. Tenemos que superar actitudes como el afán de riqueza fácil y la corrupción, la soberbia política, la prepotencia y el ansia de poder, la incapacidad de reconocer los propios errores, el egoísmo, la pereza, el odio y la violencia. Y hemos de rescatar los principios de legalidad, legitimidad y moralidad que sustentan el entramado de la convivencia social. Estamos convencidos de que es posible una Patria en la que impere la democracia, con instituciones eficaces y saludables, donde cada persona y la sociedad entera puedan desarrollar sus iniciativas, superarse y comprometerse con la promoción del bien común.

Como pastores de la Iglesia en Panamá, hacemos un insistente llamado a la conversión y al cumplimiento de los Mandamientos de la Ley de Dios, a la responsabilidad social y a la conciencia ciudadana. Es necesario que escuchemos y pongamos en práctica la Palabra de Dios, camino hacia la felicidad personal y social (Lc 11, 28), que nos invita a reavivar lo mejor de nosotros mismos: el amor al prójimo para construir juntos un Panamá renovado donde florezcan la vida digna y los derechos de todos.

No podemos creer en Dios y actuar de cualquier manera. Rechacemos la injusticia, la corrupción y la violencia como males morales que hunden al país, y vivamos de acuerdo al proyecto del Reino de Dios predicado por Nuestro Señor Jesucristo. Como nos recuerda el Papa Francisco: “se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos” (Evangelii Gaudium 180).

4. DEFENSA DE LA DIGNIDAD HUMANA 

No se respeta la dignidad humana. No podemos acostumbrarnos a la violencia, al crimen, al asesinato. Esa no es nuestra naturaleza. En medio de este ambiente, nuestra niñez y juventud, así como las mujeres, son los más vulnerables. Todos, autoridades, empresas privadas, iglesias, organizaciones civiles, debemos involucrarnos más para acompañar a quienes buscan oportunidades o una luz de esperanza para sacar a sus familias adelante. Hay mucha gente buena que cree que no hay salida en esta espiral de violencia. Todos debemos superar la tentación de la negatividad, la indiferencia y la superficialidad.

5. MIGRANTES 

La realidad de los migrantes nos interpela, de manera particular la llegada masiva de migrantes cubanos que han quedado varados en nuestro país. La Iglesia ha respondido dando atención humanitaria, especialmente en las diócesis en que están ubicados Colón-Kuna Yala, Darién, Panamá y David, con los limitados recursos que se tiene y velando por el respeto de sus derechos humanos.

“La indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad cuando vemos como espectadores a los muertos por sofocamiento, penurias, violencias y naufragios. Sea de grandes o pequeñas dimensiones, siempre son tragedias cuando se pierde aunque sea sólo una vida”. (Mensaje Jornada Mundial del Migrante 2016). En consecuencia no podemos callar ante el clamor de nuestros hermanos.

6. SEQUIA Y CUIDADO DE LA NATURALEZA 

Con suma preocupación observamos cómo la problemática ambiental en nuestro país va manifestando sus nefastos efectos, especialmente en las provincias centrales: sequía, muerte, destrucción de nuestra flora y fauna, que se agudizan con el “fenómeno del Niño”.

Es necesario cambiar de estilos de vida, porque no serán suficientes las medidas técnicas y provisionales si no llegamos a solucionar la raíz de esta problemática: la naturaleza está herida por nuestro comportamiento irresponsable.

La conversión impone el compromiso de todos. “Los límites que debe imponer una sociedad sana, madura y soberana se asocian con: previsión y precaución, regulaciones adecuadas, vigilancia de la aplicación de las normas, control de la corrupción, acciones de control operativo sobre los efectos emergentes no deseados de los procesos productivos, e intervención oportuna ante riesgos inciertos o potenciales”. (Carta del Papa Francisco Laudato Si’, No. 177).

Más adelante el Papa señala: “la Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero invito a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común”. (Laudato Si´, No. 188). Así podemos erradicar no sólo las raíces de nuestra problemática ambiental, sino también social y económica.

7. EXHORTACION FINAL 

Pronto nos encontraremos todos acompañando a nuestra juventud, en Chitré, en el Encuentro Nacional de Renovación Juvenil, los días del 21 al 24 de enero. Siempre es una ilusión experimentar el rostro alegre y joven de la Iglesia, y animarles para que salgan dispuestos a ser discípulos y misioneros de la misericordia del Padre.

Que María, Madre de misericordia, la que, “con unos pobres pañales y una montaña de ternura” (EG, 286), convirtió una cueva de animales en la casa del Hijo de Dios, nos enseñe y ayude a ser “misericordiosos como el Padre”.

Y en la celebración de la fiesta del Santo Cristo de Esquipulas de Antón, ponemos a sus pies nuestro país para que sea nuestro guía y protector.

 

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La Arquidiócesis de Panamá creada el 9 de septiembre de 1513 es la Iglesia más antigua en tierra firme y madre de las Iglesias particulares existentes hasta ahora en la república de Panamá.